biografias-de-literatos--publicacion-de-la-academia-guatemalteca - Mecanica Solida | Studenta (2024)

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BIOGRAFIASLITER ATO S NACIONALESPUBLICACIÓNBE LAA C A D E M I A G U A T E M A L T E C ACORRESPONDIENTE DE U REAL A C A R E * ESPINOLATOMO!ESTABLECI M IEN TO TIPOGRÁFICO “ LA UNIÓN»O ctava C alle P on ien te , N úm ero 618 8 9ES. P R O P I E D A D D E L A A C A D E M I AESTA HECHO (L DEPOSITO D i EJEMPURES QUE PREVIENE LA LEÍÍNDICEIntroducción (Discurso Prelim inar), por el Lie.D. A gustín Gómez C arrillo ............. .................. '.E l Dr. D. Rafael García Goyena, por el L ie .. D. Antonio Batres Já u re g u i........ . . . . . ....................I1El Dr. D. Ignacio Gómez, por el Lie. D. AntonioValenzuela . . . . . . . . ....... ................ .................... .E l Lie, D. Manuel Diéguez Olaverri, por el Dr.D. Ram ón R o sa .......... . ....................................El poeta D. José Batres, por el Dr. D. Fernando C ruz .............. .......................................... ....... . . . .El Lie. D. Ju a n Diéguez Olaverri, por el* Lie. D.Salvador F a l la ....................................................... • 261___ j y ___El Dr. D. A lejandro Marure, por el Lie. D. .A n­tonio M aceado .’............ ............. ¿-k . .............. *..• 343nmtoDTOCióir.P ensam ien to digno de un recuerdo en la p rim era p á ­g in a -d e este vo lum en es sin duda el que concibió y p ro ­puso á la A cadem ia, el 12 de sep tiem bre del año en cu r­so, el estim able com pañero nuestro que, an im ado po r .generoso propósito, quiso re n d ir un hom enaje de carillo á las le tra s nacionales in iciando la form ación de la g a ­le ría selecta, que tra n sm itirá á otros tiem pos y á otros hom bres m em orias queridas y venerandas. La A m érica C entral, como todo pueblo civilizado, h a ten ido ' h ijos ilu stres po r ,el saber: sus nom bres son tim b res de que podem os g loriarnos: sus escritos son triun fos nuestros; y los que p roclam an su valía, p roclam an á la vez el m é­rito de la p a tr ia en las personas de quienes con su in ­genio y esfuerzo la han ennoblecido y levan tado á ta n ­ta a ltu ra .Al fo rm u la r en la fecha c itada el D r. D. R am ón Rosa la m oción que tuvo po r objeto d a r v id a á este libro, m o­ción acogida con aplauso p o r todos, y que incubaba una feliz idea expuesta p o r el d irec to r D. F e rn an d o C ruz ára íz de. la fundación de la Academ ia, quiso ev id en te ­m ente que la fam a y las ob ras de lite ra to s de n u estra tie rra no siguiesen corriendo el riesgo, m ás inm inente- cada día, de q uedar p a ra s iem p re sep u ltad as en las tu m ­bas m ism as que g u ard an sus m orta les despojos.E l patrio tism o reclam aba el cum plim iento de ese d e ­ber. Por o tra parte , en la necesidad de solaz que siente el e sp íritu agobiado por el b a ta lla r continuo de la exis­tencia, p roporciónale descanso delicioso y pasto n u tr i t i ­vo la lec tu ra de producciones nacidas en tiem pos a trá s al calor del m ism o sol que anim ó á nuestros padres, que alienta á los que hoy vivim os y á los seres que de noso­tros descienden y á quienes hem os com unicado algo del perfum e de n u estra alm a. (*)M odesto y sencillo surg ió este centro literario ; pero su aparición, no rev estid a de 'm ágico poder ni de p ro ­m esas deslum bradoras, fue sa ludada con aprecio p o r los que com prendían el sen tim ien to noble que al hacerlo * 1('"} Para conocim ien to de nuestros lectores pub licam os en seguida e l acta de la sesión de la A cadem ia que se re fie re á este lib ro ; d ice así:Sesión o rd in a ria del 27 de sep tiem bre de 1888. ‘C o n cu rrie ro n los señores: d ire c to r C ruz, Gómez C a rr illo , M achado, F a lla , E cheverría , Rosa, D iéguez, V a le nzu e la y e l in fra s c rito S ecretario .1. ° ’ Se aprobó e l acta de la sesión a n te rio r.2. ° Se leyó, p o r segunda vez, la p rop os ic ió n s ig u ie n te d e l señor Rosa:“A cadem ia Guatemalteca:“ Para lle v a r á práctica , y a m p lia r, en lo que m e parece op ortun o , la in i ­c ia tiv a laudab le que ha hecho e l ilu s tra d o señor D o c to r don F e rn a n d o C ruz, D ire c to r de la Academ ia, re fe re n te á que se escriban las b io g ra fía s de a lg u ­nos de nuestros p rin c ip a le s lite ra to s , tengo e l h o n o r de p ro p o n e r lo que sigue:“ 1* ° — Que se d is tr ib u y a e l tra b a jo e n tre los señores Académ icos.PIIasom ar á la vida, le p restab a la sinceridad de propósito que requ iere el lleno de sus varios fines, en tre los que figura la publicación de escritos nacionales dignos de Honra tan señalada.. E l m atin a l crepúsculo de esta aso­ciación incipiente, no oscurecido po r los som bríos tin tes de prevenciones aviesas, irá, esperém oslo así, a p u n ta n ­do con c laridad m ás g ra ta al co rrer de los años, cuando el benéfico influjo del tiem po robustezca su labor y la Haga ta n fructuosa cual lo p e rm ita el pleno d ía que al fin han de a lcanzar los que le tra ig an con el tr ib u to do sus luces el concurso eficaz de su in fatigab le perseve­rancia.A l cam inar la A cadem ia G uatem alteca en busca de su objeto, avanzando siem pre, y siem pre insp irándose en el m oderno esp íritu , no puede m enos de vo lver la v ista a trá s , p a ra con tem plar lo que en el cam po de las le tra s ha venido dejando n u estra sociedad al evapo rarse y ceder el puesto á otros hom bres y á o tras ideas con“ 2. ° — Que la ob ra re la tiv a ¡i cada lite ra to se d iv id a en dos partes: la una b iográfica , y la o tra , c r ític a de sus producciones.„3. ° — Que acopiando re laciones, datos y docum entos, escriban, si aceptan su com etido, la b io g ra fía de don fra y M a tía s C órdova, poeta, teólogo y cano­n is ta , e l señor docto r don A n g e l M a ría A rro y o , y e l' ju ic io c r ít ic o de sus obras, e l señor lice n c ia d o don Ju a n F e rm ín de A yc in e n a ; la b io g ra fía de don R afael G arc ía G oyena, fa b u lis ta y filóso fo , e l señor lice nc iado d o n M a n u e l E ch e ve rría , y e l ju ic io c rític o , e l señor lice n c ia d o d o n M a n u e l D iéguez; la b io g ra fía de d o n A n to n io José de Ir is a r r i, filó lo g o , p u b lic is ta é h is to ria d o r, e l educador, señor don José M a ría V e la Ir is a r r i, y e l ju ic io c r ític o , e l señor d o c to r don F e rn a n d o C ruz; la b io g ra fía de d o n José B atres M o n tú fa r, poeta y m a tem ático , e l señor lice nc iado don A n to n io M achado, y e l ju ic io c rític o , e l señor lice n c ia d o don M a n u e l D iéguez; la b io g ra fía de d o n Ju a n D iéguez, poeta y ju ris c o n s u lto , e l señor lice n c ia d o don A g u s tín Góm ez C a rrillo , y e l ju ic io c r ít ic o , e l señor lice n c ia d o don A n to n io B atres Jáuregu i; la b io g ra fía de don José M illa y V id a u rre , e s c rito r de costum bres, n o ve lis ta é h is to ria ­do r, e l señor d o c to r d o n F e rn a n d o C ruz, y e l ju ic io c rític o , e l señor lic e n ­c iado don A n to n io B atres Jáuregu i.IVarreg lo á la inelud ib le ley de la renovación que lo m is­mo rige al m undo físico que al m undo m oral.Com petían nuestros an tepasados en fervor religioso y en respeto á los rep resen tan tes del rey en estás reg io ­nes; pero no podían com petir en el cu ltivo de los ram os del saber que civilizan y enaltecen á los pueblos. L a ■ figura egregia de D. F rancisco A ntonio de F u en tes y G uzm án, que en el siglo X V I I escribió la h is to ria de G uatem ala , es un p lan e ta que adornó nuestro cielo, dejando sereno ra s tro de luz en u n a obra que, no o b stan ­te los defectos de que en el fondo y en la form,a adolece, es siem pre un m onum ento acreedor á la consideración de la posteridad . Inéd ito ese trab a jo desde que en 1690 salió de m anos del guatem alteco F u en tes , reb isn ieto d e l conquistador B ern a l D íez del Castillo, vio al fin la luz en M adrid en 1882, con un prólogo del lite ra to D. J u s ­to Z aragoza, gracias al m erecido in te rés que á la ilu s tre“ 4. c — Que se escriban, además, las b iog ra fías ; de l señor don M a n u e l D ié- guez, que, con ju s to t ítu lo , debo fig u ra r c o n o poeta de p r im e r orden en tre nuestros poetas nacionales, y de d on A le ja n d ro M a ru re , lite ra to é h is to ria ­d o r excelente: que se encarguen, de la b io g ra fía de l señor D iéguez, e l señor docto r don F ernando C ruz, y del ju ic io c rític o , e l señor lice n c ia d o don Sal­vad or F a lla ; de la b io g ra fía del señor M a ru re , el señor lice n c ia d o clon A gus­t ín Gómez C a rrillo , y de l ju ic io c rític o , el señor lice n c ia d o don A n to n io V a - ' lenzuela.“ 5 .-° — Que a l p roponente la A cadem ia, s i lo tie n e A b ie n , en ca lida d de colaborador, le señale e l tra b a jo que juzgue o p o rtu n o con fia rle .“ I*.® — Que se haga una e d ic ió n com ple ta do las b io g ra fía s y ju ic io s c r ít i­cos, en núm ero de m il e jem plares, p o r cuenta p a rtic u la r de l p roponente ; y que el p ro d u cto de l lib ro se destine A a u m e n ta r los fondos d é la A cadem ia quedando ta m b ié n , A su bene fic io , la p ro p ie d a d lite ra r ia de la obra; y s“ 7 . ° — tiu e an im ados los Académ icos de su reconocido a m o r á las le tras, y de un se n tim ie n to p a trió tic o , se p rocure te rm in a r la obra lo más p ro n to que sea dado, y p u b lic a rla e l ocho de m arzo del año p ró x im o , (1889) A f in de que, con una m odesta cuanto sincera m an ife s ta c ión de aprecio y s im p a tía AA* *VSociedad de A m erican istas insp iró u n a producción que vale m ucho en concepto de críticos ilu strados.Com plácese n u estra A cadem ia en hacer la apoteosis de los erud itos de o tro tiem po, que desde las tu m b as en que sus cenizas yacen, parecen rec lam ar los fueros que la ju s tic ia concede á los que en v ida supieron llen a r su m isión y a lcanzar lim p ia ejecutoria de h idalgu ía lite ra ­ria . Y al d a r p rincip io á la serie, de cuadros que qu ie­re ofrecer al público y que com ienzan en estas pág inas, se esm erará, sin presunción de conseguirlo, en tra s la d a r al lienzo con colorido apropiado la im agen fiel de cada uno dé los que sup ieron conquistarse la aureo la con que resplandecen .*A sí se verá que no siem pre ha estado ro ta en el país la lira de la poesía, y que de vez en cuando se h an h e ­cho oir tam bién los acentos de la elegante prosa. D esa­parece u n a generación, y o tra le sucede; pero todas m ás ó m enos p resen tan testim onios que acred itan el culto rend ido á la g ay a ciencia y á o tras labores in telectua-ia m em oria veneranda de nuestros lite i'a to s , se ce lebre d ignam ente e l p r im e r a n ive rsa rio de la fu n d a c ió n de la A cadem ia Guatemalteca.G uatem ala: 12 de septiem bre de 1888.R amón R osa.’’E n seguida se leyó el d ic tam e n que, p o r encargo que re c ib ie ro n en la sesión in te r io r, p resenta ron los señores F a lla y Gómez C a rr illo , acerca de la an­te r io r p roposic ión ; d ic tam e n que lite ra lm e n te es com o sigue:“A cadem ia Guatemalteca:* • »“ C om isionados para in fo rm a r acerca de la p ro p o s ic ió n presentada p o r e l académico señor Rosa, nos hemos' com placido en e x a m in a rla a ten tam ente , y tenem os h o y la h o n ra de e xp o n e r las observaciones que su estud io nos sugiere.“ M u y laudab le es e l pensam iento de que se escriban y p u b liq u e n b io g ra ­fías de las n o ta b ilid a d e s de que se tra ta , y ju ic io s c rític o s de las obras po rV Iles, si no tan am enas como las poéticas, no de m enor u tilid ad sin duda.Años hace que dejaron de existir fray M atías Còrdo­va, el Dr. G arcía G oyena y otros de nuestros hom bres ungidos con el óleo santo del saber; pero sobreviven sus esp íritu s en obras de tendencias levan tadas y fecundas. P a lp ita en esas creaciones el a lm a noble de los que les dieron form a y color; y los fru tos en ellas legados, no por antiguos p ierden el a rom a que rega la el olfato, ni la rica sustancia que los hace siem pre apetecibles; que hay cosas que nunca envejecen, ni se desv irtúan , po r m ás . F r a n ­cisco M arro q u ín el p rim er p lan te l e lem ental, e x is tie n ­do ya en Méjico el colegio de San Ju a n de L e trán fu n -p in ta n ol e s p ír itu de sus obras, procedióudose así en g rac ia de la am en idad;; es decir, para recrear el án im o del le c to r con de ta lles b iográ ficos a l in s tru ir lo sobre pun tos más ú tile s que los que sólo se im á n con la h is to ria de l su jeto, á qu ien se contrae la p in tu ra . P or o tra parte , e l carácter de u n in d iv id u o re ­tra ta d o en un cuadro de esos, sus gustos y tendencias en la v id a socia l, se re lle ja n en sus escritos; lo- que prueba cuán conven ien te es que no separe­mos una cosa de o tra .“ F acilítase ta m b ié n de ese m odo la la b o r que se qu ie re lle v a r acabo, p o r- cnanto el académico que tu v ie ra que e s c rib ir solam ente una b io g ra fía , esta­ría s in em bargo ob ligado á e xa m in a r además las obras de l m ism o e scrito r.“ Para ju zg a r á un hom bre en cua lqu ie r sentido, h a y que cons ide ra rlo en todas sus faces ó m anifestaciones de su ex is tenc ia .“ E n este p u n to y en los o tros dos que se d ir ig e n á m o d ific a r lig e ra m e n te el p royecto que m o tiv a este d ictam en, están con nosotros de acuerdo algunos, de los estim ables com pañeros nuestros con quienes pud im os con fe renc ia r- sobre la m ateria .“ Tenemos, pues, la h o n ra de som eter a l ilu s tra d o c r ite r io de la A cadem ia las siguientes conclusiones:IXdado por el v irrey M endoza, se. dió sin duda un g ran paso en favor de la civilización de nuestro país. P e ro desde aquel año h as ta fines del pasado siglo, en que el arzobispo Sr. F rancos y M onroy fundó dos escuelas, dotándolas con cu aren ta m il pesos de su peculio; desde entonces h as ta 1818, en que se p rom ulgaron en las v a ­rias p rov incias de la cap itan ía general de G u atem ala las reales cédulas por cuyo m edio se dispuso la m u ltip lica ­ción de los centros de p rim eras le tras, como el u ltim o soplo de v ida que á ese ram o ciaba la adm in istración de la colonia p róx im a á ex tinguirse , fué asaz escaso el be­neficio que se pudo a lcanzar en m a te ria de tan to in te ­rés, y m enos en pro de la educación política. E s que, como todos saben, carecía de am p litu d el p lan de es tu ­dios, y tam poco se d iv u lg ab an ciertas nociones que p re ­paran al niño y al adolescente al buen uso de la c iuda­danía.“ 1 .53 — Apruébase la p roposic ión presentada p o r el académ ico, don R am ón Rosa. \“ 2. ^ — Se dan las gracias a l estim ab le p roponente por e l . in te ré s con que ve e l c réd ito de esta corporación, y p o r su p ro ce d im ie n to generoso en lo que respecta á la p u b lica c ió n de l vo lum e n que ofrece costear.“ 3 . — Se escrib irá n y p u b lica rá n en o rden crono lóg ico , b iog ra fías de los siguientes lite ra to s , y ju ic io s c rítico s de.sus obras:“ F ra y M a tías Córdova, fra y José A n to n io de L ie n d o y Goicoechea, don A n - to n io José de Ir is a r r i, don R afael G arcía G oyena, don M a ria n o G álvez, don José Batves M ontú fav, don Pedro M o lin a , don José F rancisco B a m m d ia , don Francisco R ive ra M aestre, coronel don M anue l M o n tú fa r, don José C ecilio de l V a lle , don M ig u e l La rreynaga , don Juan José de A yc in e n a , don José- M a ria n o G onzález, don Juan Diéguez, don M a n u e l Diéguez, don José A n ­to n io O rtiz U rru e la , don Ignacio Gómez, don A le ja n d ro M a ru re , don M a ria ­no P a d illa , don José M illa y V id a u rre .“ 4 .03 — Cada académ ico e leg irá la b io g ra fía y el ju ic io c r ític o que sean de su agrado.“ 5 .88— L a A cadem ia a rb itra rá los recursos ind ispensables para la p u b li­cación del 2. ° y u lte rio re s tom os.XPuédese m uy bien ex tender en un pueblo cualqu iera la instrucción, sin que ésta sea un organism o de v ida pública y de liberales costum bres m ien tras al a lum no no se le enseñe algo que lo h ab ilite al ejercicio de los derechos y al lleno de los deberes con que se g a ran tiza la práctica o rdenada de la libertad . L a g ram ática y la aritm ética, la geografía, el dibujo y aun otros ram os, por bien ap rend idos que estén, no bastan á sofocar el despotism o y trocarlo en un rég im en libre, si no se b u s­ca el apoyo que proporciona la difusión de ciertos p r in ­cipios necesarios á una sociedad regu larm en te co n stitu i­da. No culpem os, pues, á E sp añ a por su conducta en A m érica en este punto , ya que después de tan to tiem po de gozar de au tonom ía las que fueron, sus colonias, apenas si se em pieza á llevar al te rren o de los hechos en algunas de las nuevas nacionalidades ax iom a de ta n ta trascendencia, apenas si com ienza á ad q u irirse concepto claro de la verdad que en trañ a .un'Tal es nuestro parecer; la Academ ia reso lverá lo que más acertado estim e.G uatem ala: 27 de septiem bre de 1SS8. A . Gó.uiïz Ca urm,LO. S. F alla.”Después de una am plia , discusión, y hab iendo expuesto desde u n p r in c i­p io el señor lio s a que le. parecía ju ic io so y razonado el a n te rio r d ic tam en, y que lo aceptaba en todas sus partes, menos en la que tie ne p o r ob je to se escriban p o r orden cronológico las b iogra fías, porque á ju ic io siryo debe p re ­valecer en ésto la lib re elección de los académicos; se aprobó d ich o d ic ta ­m en, con ta l enm ienda.Procedióse después á e le g ir p o r cada uno de los académicos la b io g ra fía y ju ic io c rític o que e sc rib iría , y re su ltó d is tr ib u id o el tra b a jo del m odo s i­gu iente:D ire c to r C ruz: la b io g ra fía de don José B atres M . y la c r ític a de sus obras-Señor F a lla : la b io g ra fía de don Juan D iéguez,y la c r ític a de sus obras.Señor M achado: la b io g ra fía de don A le ja n d ro M a ru re y la c r ític a de sus obras.iX IR epitám oslo en obsequio de la justic ia , cuyos fueros dem andan vindicación y p iden sinceridad en nuestros fallos. N o fa lta ron escuelas, aunque de restrin g id o carác­ter, en el an tiguo reino de G uatem ala, esparcidas en nuestro te rrito rio , señaladam en te en el últim o siglo en que aquí im peró el gobierno de la m ad re p a tria . Y no pretendem os que se nos crea sobre n u estra palabra, la que, dada n u estra sim patía po r la nación española, no sería acaso testim onio b astan te á p roducir el convenci­m iento en todos los esp íritu s. -Veamos a lgunas m uestrasde ese aserto .E n 1753 comenzó á se rv ir la a lcald ía m ayor del p a r ­tido de A m a titlán y Sacatepéquez D. E stan islao A n to ­nio Cróquer; y en tre los m éritos que ese funcionario con­trajo , se cita en rea l cédula de 27 de octubre de 1759 el establecim iento de p lan teles de enseñanza en su ju -% Señor Rosa: la b io g ra fía de don José M illa y la de. '• * •don M a n u e l D iéguez yla c rític a de las obras de ambos.Señor A rro y o : [aunque no co n cu rrió , h a b ía in d ica d o que b io g ra fía de fra y M a tía s C or do va y la c r ític a de sus obras. Señor Diéguez: la b io g ra fía de fra y José A n to n io de L ie n doe s c rib ir ía ] la y Goicóecheay la c r ític a de sus obras.Señor V a lenzue la : la b io g ra fía de don Ig n a c io Gómez y la c r ític a de susobras.Señor B atres: la b io g ra fía d e l docto r don R afael G arcía G oyena y la c r i­tic a de sus obras.Señor Gómez C a rr illo : el p ró logo de la obra:4. ° — .......................................5. ° — Se le va n tó la sesión.E l Secretario,Antonio Batres J áureo.i:i .X IIrisdicción. (*) Con fondos llam ados de com unidad eran generalm ente re trib u id o s los m aestros, á quienes se asig ­naba un sueldo de diez á doce pesos m ensuales por lo menos; así se deduce de un expediente que en 1788 in s­tru y ó el alcalde m ayor de Sololá D. Ju a n O liver, y en el que se dice que sólo en S an ta L ucía, Panajachel y o tras poblaciones de aquel partido e ra posible sostener las casas de educación pública. D eseaba el a lcalde m a­yor aum en tarlas, y la escasez de n um erario era el esco­llo con que tropezaba en ta l sentido; pero el fiscal, L ie. Tosta, p ropon ía en juicioso dictam en lo que en el p a r t i­cular deb iera do hacerse, y se expresaba en los s igu ien ­tes térm inos:“ E l F iscal de S. M. dice qué el fom ento de los bienes de com unidad por el m edio de siem bras que á instancia del que responde acordó la R eal A udiencia po r pun to general, y el establecim iento de escuelas de educación p a ra los ind ios de am bos sexos, son negocios de ta l in ­terés que en su observancia no es dado ad m itir d isculpa alguna, ni p re tex to que h ag a d isim u lab le la tra n s g re ­sión: el referido acordado contiene m uy exp líc itas reg las p a ra todos los casos que puedan ocu rrir, y ú tiles lec­ciones para cuando los pueblos carezcan de tie rra s sufi­cientes; y como en estas d iligencias se ve que igua l su e r­te sufren todos los de la a lca ld ía m ayor de Sololá, té n ­gan las en abundancia ó no las tengan , preciso es a tr ib u ir la fa lta de siem bras com unales á a lguna condescenden-Ocia de los alcaldes m ayores. P o d rá , pues, la J u n ta S u ­perio r devolver este expediente al a lcalde m ay o r de So-[*] Expediente número 2984, legajo número 44, Archivo Nacional.X IIIlolá, quedando en esta S uperio ridad lo actuado, p a ra que, sin em bargo de los escollos que aquel funcionario señala, y p rocurando superarlo s po r los m edios m ás eficaces, propios de su celo y discreción, in sista en el establecim iento de escuelas y fom ento ' de com unidades por el a rb itrio de siem bras, como la R eal A udiencia lo ha acordado; p rev in iéndo le que, si en el archivo de So­lóla no existiere ese docum ento, como se hace p re su m i­ble al no e s ta r aquí com prendido, y que encierra todas las providencias generales que tra ta n del asunto, lo so li­cite de la R eal A udiencia en la form a que correspon­de. N ueva G u a te m a la ,28 de m ayo de 1788.— T o s ta ” (*) Al hacerse en 1816 en la ciudad de Quezal ten a ngo laelección de ind iv iduos del ayun tam ien to , resu ltó nom-«/ /brado p a ra el cargo de alguacil m ayor D. F lorencio P a rrilla ; y como fuese éste el m aestro de p rim eras le ­tras, p ropuso el correg idor de aquel p a rtid o al cap itán general Sr. B u stam an te que se eligiese en reem plazo de aquél un sujeto cuyas ocupaciones no fueran incom pa­tib les con el buen servicio de la m unicipalidad . C uan­do en el lapso com prendido en tre 1782 y 1789. ejerció el em pleo de gobernador in ten d en te de H o n d u ras e l coronel D. Ju a n N epom uceno de Q uesada, au m en tá ro n ­se en aquella p rov inc ia las escuelas, y ese m andatario probo y celoso atendió tam bién á la instrucción del be­llo sexo, p a ra lo que se contaba con a lgunas m aestras, si bien no todas e ran re tr ib u id as con fondos públicos; y cuando al Sr. Q uesada sucedió en el m ando D. A lejo G arcía Conde, ten ien te de reales g u ard ias españolas, elt*3 Expediente número 4079, legajo número 56, Archivo Nacional-X I vrram o adm in istra tivo á que nos referim os siguió m ere- cien do a 1 gu n a pro tecci ó n .Convengam os, pues, en que no estaba com pletam ente olvidado en nuestro país asunto de tan ta im portancia;'}7- si en la capital de G uatem ala, ex isten te en A lin d o n g a , fuó el p rim er preceptor en l o 32 el cu ra Sr. M arroquín , que personalm ente enseñaba á leer á los indios en la es­cuela por él establecida, tam bién allá, en el ex trem o su r de la A m érica española, el bach ille r R odrigo G onzález, o x plic a n d o e 1 al fab oto de 1 a 1 e n g u a cas tel 1 a n a á 1 a m an ­ceba del conquistador V ald iv ia, fué el p rim er pedagogo que en Chile se conociese; y si á fines del siglo X V I se m andó establecer en Santiago la p rim era cá ted ra de g ra ­m ática la tina, sin que po r entonces hubiese aún en aquella incip iente ciudad profesor idóneo p a ra serv irla ,aplazándose así su anhelado establecim iento , ya desde'>1538 aprend íase el idiom a de V irg ilio en la población que se alzaba en nuestro suelo al pié de a rro g an te vo l­cán, y daba las lecciones un m aestro d irig ido en sus ta reas po r el m isino p ad re M arroq u ín , c iv ilizador in fa ­tigab le de G uatem ala , astro que luce en n u e s tra au ro ra colonial.Rasem os de ese cam po al de la filosofía; cu rsábase ya ésta en nuestro país en el siglo X V I I , en el colegió lla ­m ado de Santo Tom ás, convertido en u n iv ersid ad p o n ­tificia desde que en 5 de enero de 1681 comenzó á fu n ­cionar con ta l carácter. P ero recordem os que en ésto nos llevaron v en ta ja las m etrópolis del P e rú y Chile, pues desde 1551 y 1617 se fundaron respectivam en te las u n i­versidades de L im a y Santiago. M as no sólo en la ciu­dad de G uatem ala se d ieron lecciones de filosofía en cén­timos oficiales: en 1680 se erigió en L eón de N icarag u a el colegio triden tino , y en 1737 fundóse en la cap ita l deX Vla provincia de H o n d u ras una cá ted ra p a ra el a p re n d i­zaje de aquella ciencia. (*)E l sistem a escolástico, que en filosofía dom inó en E u ro p a desde el siglo X I I I h a s ta el X V I I , y que aun después siguió resistiendo á la acción de las nuevas teo ­rías, fue, como debía acontecer, el adoptado, aunque con algunas modificaciones, en G uatem ala; y no se c ircuns­,cribió su im perio al tiem po de la colonia, en cuyos ú l ­tim os años fue com batido po r el genio superio r del p a ­d re Groicoechea; sostúvose h asta que, no hace m ucho, filé- reem plazado por el am plio sistem a de observación y análisis. Pero no e ra sólo un tejido de sutilezas inú tiles el peripato , ya que adm itía el exam en de im portan tes cuestiones: á lo su til y estéril inclinábase no poco c ie rta ­m ente; m as en tiéndase que, según el sen tir de un sabio, aunque aquel tiem po h u b ie ra debido consum irse en m ás provechosos estudios, la g im nástica in te lec tua l del es- colaticism o en que los e sp íritu s se ejercitaban , fortificó el a rte de pensar, p rep aran d o el cam ino p a ra un v e rd a ­dero progreso , al favor de m étodos m ás conform es con la razón, m ás en consonancia con la a lteza de los fines- solicitados.A pesar de todo, lo que se hacía, se nos d irá , no e ra b astan te p a ra a lleg a r un fondo com ún, capaz de p ro d u ­cir un organism o in te lec tual robusto y en felices condi­ciones p a ra el adelanto; no era suficiente p a ra co n stitu ir una sa lv ag u ard ia que, al fortalecer al ind iv iduo p o r las ideas y aspiraciones que lo colocaran en u n a v id a m o­ra l superior, hiciese su rg ir el progreso que se buscaba[*] Expediente número 88, legajo número 70, Provincia de Honduras,Archivo Nacional de Guatemala.X V Iy es la ley del hum ano linaje. Convenim os en ello. L a agregación confusa de fam ilias y razas, de ciudades y provincias, no favorecidas po r un rég im en adecuado al desarro llo arm ónico de la cu ltu ra y del b ienestar; esa fusión de españoles é indios, soñada po r los reyes de C astilla, que p a ra sus dom inios de A m érica am biciona­ron lo m ejor y m ás provechoso, encon traba en su cam i­no no pocos obstáculos; y las un iversidades de G u a te ­m ala y N icaragua, los colegios de las varias provincias, y las escuelas de los m uchos pueblos no ten ían la nece­sa ria v ir tu d p a ra convertir un cuerpo casi in e rte en un cuerpo tan vigoroso como-lo req u ería el m ejoram iento que se deseara.Lo que de Chile dice el h is to riad o r D. José Toribio✓M edina, puede afirm arse de G uatem ala: no es la ac tiv i­dad de la vida lo que en la colonia se ve prevalecer, sino el le targo del sueño. A lguna diferencia no obstante, ob­servábase en la respectiva situación de uno y otro país: decía un obispo de Chile que si se le hubiese proh ib ido t r a ta r con los m iem bros de la audiencia de Santiago, noO 'hab ría ten ido con quienes com unicarse. N o pasaba igualcosa en nuestro suelo; que no escasearon aqu í los hom -«bres de le tras, sobre todo en tre los ind iv iduos de las varias órdenes m onásticas: sujetos hubo que trab a ja ro n con afán, d ispu tándose la p rim acía en la noble lid del pensam iento. L a desie rta y m edio d e rru id a c iudad del valle de Panchoy, con sus añosas paredes cub iertas de m usgo, que constituyen vestigios del largo período de su p ró sp era suerte, g u a rd a algo de su pasado esp lendor en los restos de sus edificios soberbios, en cuyas bóvedas resonaba la voz ro b u sta de los que hacían valiosos sa ­crificios en aras de la ciencia. Con razón el v iajero que v is ita esas ru inas, las contem pla con m elancólico inte-X V II^ ' ' ■ . ■ “ ■ — Pi ■ " ........... ., >«| ^rés, recordando que en m ás de dos siglos que a llí tuvo su asiento la cap ita l del país, una de las p rim eras c iu ­dades del nuevo m undo en aquella época, ren d íase d en ­tro de su recin to culto ferv ien te al estudio, ejercitándose las facultades m entales en serias y provechosas ta reas. Y si después de la catástrofe de 1773 paseam os una m i­ra d a investigado ra po r la nueva m etrópoli del reino de G uatem ala, que como por encanto parecía su rg ir de la ag radecida tie r ra del va lle de la E rm ita , vem os que ta m ­poco a llí dejan de oírse h im nos en loor de las ciencias y las le tras , h im nos que encon traban eco en otros m uchos puntos de esta región am ericana.N o todos, em pero, a trib uyen á los hom bres y á.. los escritos del pasado el alto precio que en ju s tic ia á unos y otros se debe. E n este orden de ideas la reg la h a sido conceder á veces y á gu isa de favor á ta les asun tos un reducido espacio en nuestros periódicos, como si no exis­tiese alianza a lg u n a en tre lo que fué y lo que es, y como si no se creyera necesario buscar a llá a trá s la ra íz de lo que se posee actualm ente, y que constituye un efecto d e con tinuada y no in te rru m p id a labor. A llí donde se desconoce el ca rác te r e terno del hom bre, donde fa lta el sen tim ien to de la so lidaridad de las generaciones y de los años, no h ay g a ran tía s p a ra la h isto ria . L a sucesión de los ind iv iduos en el curso del tiem po, debe m irarse , según Pascal, como un sér hum ano que siem pre su b sis­te y continuam ente, ap rende. ■A la A cadem ia G uatem alteca, correspondien te de lailu s tre A cadem ia E spaño la , tócale, con a rreg lo á su es-* * ' .ta tu to , im p ed ir que la acción, s iqu iera len ta , del tie m ­po, y la incuria , funesta siem pre, del hom bre lleguen al fin á a rreb a ta rn o s las m u estras que au n quedan del claro ta leu to de respetab les com patrio tas nuestros, queX V IIIviv ieron en un medio social bien d istin to del que á nos­otros nos lia tocado. De o tra suerte p u d ie ra lleg ar d ía en que se lim itasen á vagos recuerdos de perd idas obras y de mal h ilados detalles biográficos los títu lo s con que m uchos guatem altecos se recom iendan á la consideración de los que vienen sucediéndoles en el m ar proceloso de la vida. Y si alguien acaso dijese que por la form a pobre y an ticuada y por la aglom eración de citas latina's m ere­cieran no pocos productos de la l i te ra tu ra colonial el sa ­crificio que e r el tem plo de la fam a concibió el inglés Colman en su ingenioso sueño, m ayor razón nos a s is ti­r ía hoy para p re tender que fuesen consum idos por el fuego tan tos escritos con que posterio rm ente ' se ha es­candalizado al buen sentido y á la decencia; así, según lo dice el m ism o Colm an, veríam os á la filosofía lib re de principios erróneos, á la h is to ria p u rg ad a de inexac­titudes, á la poesía exenta del falso re lu m b ró n que la despoja de su elevado carácter; en u n a palab ra , am p lian ­do el concepto de aquel escritor, veríam os á la p ren sa em anciparse del tirán ico poder de la ignorancia audaz, del torcido criterio y del ánim o dañado. Los que en la época colonial figuraron como au to res e jerc itaban h o n ­radam en te sus fuerzas, cuando el saber no tra ía o tro beneficio que el lau ro destinado á ceñ ir la fren te del hom bre estudioso. H oy, m ás que po r la consecución de un alto fin, escriben algunos por el afán de saciar pasio ­nes bastardas.N o e ra posible que en la época de la dom inación de- E sp añ a en estas tie rras se hiciese sen tir un m ovim iento in telectual favorable á la m ejora que en las m ú ltip les m anifestaciones del progreso h u b ie ra convenido p rom o­ver. En 1657 vino por p rim e ra vez á la c iudad de G u a­tem ala una im p ren ta de que e ra p ro p ie ta rio José P in e-X IXda Ib a rra , cuando Méjico, que á fines del siglo XVI. b rillab a ya po r el crecido núm ero de hom bres i lu s tra ­dos que la abundancia de recursos a tra ía á su suelo ó p roducía en él, contaba desde 1622 con un estab lecim ien­to de igua l índole. Y á pesar de esa adquisición preciosa p a ra el cultivo de las le tra s en G uatem ala, aun no hubo por entonces acá periódico que difundiese noticias ú t i ­les,,sa ludab les piúncipios, enseñanzas de algún valer. No fuésino en noviem bre de 1729 cuando comenzó á s a ­lir á luz la G aceta, órgano del su p erio r gobierno. D es­cúbrese en ese reducido papel m ensual el e sp íritu do ­m inan te á la sazón: la crónica re lig iosa ocupa allí a n ­cho espacio; y al decirse en el p rim e r núm ero que el jefe de escuadra Sr. de Echevers y Subiza, gobernador del reino en esos días, hab ía concurrido con otros d ig n a ­tarios á ciertos actos piadosos en la ig lesia catedral, se hace saber al lector que, p o r fa lta de obreros, estaban en su m ayor p a rte paralizados en su explotación los m i­nerales de H o n d u ras .E s á todas luces la im p re n ta bien m anejada un au x i­lia r eficaz del m ejo ram ien to m oral y m a te ria l de los pueblos. P ero cuando en nuestro país sólo ex istía la de P ineda Ib a rra , q u efu é después del bach ille r Velasco, no dió o tros fru tos que una ú o tra producción de re la tiv o interés. F u é un tra tad o sobre teología la p rim e ra pieza que salió de aquel establecim iento tipográfico; y en 1-723 publicóse un largo escrito, en el que se denunciaba la p en u ria de la ciudad cap ita l, la escasez de m atrim onios y la ex tinción de algunas de las fam ilias m ás visibles. A ndando el tiem po, em pezó á im p rim irse sem analm ente y en m ayores d im ensiones la G aceta, y en ella se in se r­tab an y a de un m odo m ás am plio , no sólo noticias de E sp a ñ a y de G uatem ala , sino tam bién de o tros países,XXy artícu los sobre política, in d u stria , lite ra tu ra , etc. E nuno de los núm eros del año 1798 dió cabida el periódi- * ♦ « « M A co oficial á la disertación, escrita po r fray M atías Còrdo­va, sobre los m edios de hacer e n tra r á los aborígenes en la existencia civilizada. M ás adelante, en 1820, al restablecerse el libera l código político de 1812, su rg ieron ya algunos órganos de la p ren sa libre: E l E d ito r Cons­titucional y E l A m igo de la P a tr ia e ran los títu lo s de aquellos periódicos. No h ay p a ra que decir que no fué sino después de alcanzada la au tonom ía cen tro -am eri­cana cuando las o tras secciones del p a ís en tra ro n en el goce de la im pren ta : el periodism o em pezó á á d a r se­ñales de v id a en el S alvador en 1824, en H o n d u ras y N icaragua en 1830, y el año 1832 en Costa Rica.P ero n i la genera l apatía , ni la ausencia de estím ulos, n i el poder censorio del Santo Oficio e ran p a rte a e n ti­b ia r el entusiasm o que po r e l cultivo de las le tra s y por la publicidad ab rigaron en nuestro p a ís algunos hom bres priv ilegiados, de quienes quedan aú n p roduc­ciones de re la tivo m érito; que no todos los p arto s de los ingenios de o tra época h ab ían de desaparecer de u n modo tan fácil como se ha querido que suceda al o lv i­darse h asta sus nom bres po r la g ra n m ayoría de los con­tem poráneos. N o los a rre d ra b a el vacío, no los dom i­naba el soporífero sueño que tán to se hizo sen tir en aquella organización social. P o r el contrario , con el in ­d iferentism o de los m ás crecía en ellos el esfuerzo, con las con trariedades la sed de gloria , con los reveses la fortaleza, el ánim o con la escasez de recursos, con la fa lta de libros el afán que hace b ro ta r /e lem en to s precio­sos de un suelo ing ra to y estéril. E ra el genio de la a p li­cación heredado a l trav és de los m ares, dé los m uchos españoles que en la P en ín su la se dédicaban á las cien-X X Icías en m edio del fragor de las ba ta llas, “enem igas al parecer de los sen tim ien tos tie rnos y de los estud ios t r a n q u i l o s . (*) N o era el ru ido d é la pelea sino la abso­lu ta qu ie tud lo que prevalecía en las provincias su je tas al cap itán genera l de G uatem ala; y sin em bargo, el de­sarro llo in telectual, que por esa circunstancia debió ser m uy favorecido, d is tab a m ucho de la a ltu ra que h ab ía alcanzado en E spaña, con todo y el choque de las lanzas y rodelas que á la P en ín su la conm ovía casi incesan te­mente.A gobiado el e sp íritu con la contem plación del apático, cuadro que po r lo com ún ofrece en aquellos tiem pos en nuestro suelo la gestación dolorosa de la lite ra tu ra , p a ­rece como que descansa y se deleita al v er que asom a ’ á la v ida un in s titu to que h a de a len ta rla y a le n ta r ta m ­bién otros de los ram os de la p ro sp erid ad nacional. N uncio feliz de progreso saludable, princip io de m ás v en tu ro sa época e ra el centro que en 1795 se o rgan iza­ba en G uatem ala . D iríase que el siglo X V I I I no q u ería ab an d o n ar el puesto al X IX sin legarle un g ra to recu e r­do de su modo de sér caracterizado por u n a m onotonía que sólo in te rru m p ie ro n las a lgaradas de los corsarios y los ayes de dolor arrancados á las v íc tim as de la inun* dación de P e ta p a en 1762 y á las del te rrem oto de la c iudad cap ita l en 1773.C om préndese que hablam os de la Sociedad Económ i­ca de A m igos, ram a frondosa, tra sp la n ta d a á nuestra[*] D. Modesto Lafuente, Historia General de España, Discurso Preli­minar.X X IItie rra , del árbol que en E sp añ a creció al calor de la l i ­beral política de un m onarca sabio y ansioso del bien de sus dominios. B astaría la creación de esas p a tr ió ti­cas sociedades p a ra fu n d ar el prestig io del reinado de Carlos I I I ; y la que, á sem ejanza de aquéllas, fué aquí establecida en 1795, ten ía que dar, por hum ilde que naciese, m uy abundan te cosecha p a ra la in d u s tria y las artes, rio m enos que p a ra la educación pública; y la dió en efecto desde los prim eros años: acred íta lo así el p e rió ­dico oficial de aquel tiem po, en cuyas colum nas encon­trab an apoyo esas ú tiles tareas, h ijas, no del to rpe egoís­mo, no del em peño del lucro, ni del vano deseo de la ostentación p rop ia de ciertos esp íritus, sino del desin te­resado am or á la pa tria , p a ra que el país creciera y se engrandeciese.Si nos fuera perm itido por la índole de esta In ti'o - ducción tocar ciertos puntos, d iríam os que ese la b o ra to ­rio de m ejoras levantó el nivel de los públicos in te re ­ses, organizando desde luego provechosas enseñanzas para los artesanos; y cuando nadie pensaba en p ro teger la escultura, la p in tu ra y el dibujo lineal y n a tu ra l, m aterias abandonadas en su ejercicio á los a rran q u es del ta len to 'ó á la im itación m ás ó m enos ru tin a ria , e n ­cauzólas n u estra Sociedad Económ ica en arm on ía con los preceptos del buen gusto, p a ra que el alm a del a r ­tista esparciese en los objetos por él creados el t in te que debiera com unicarles los encantos de la estética.* Todo lo anim aba aquel centro, y de p a rticu la r modo los ram os generadores de la riqueza pública, que p e rm i­ten á los pueblos establecer escuelas y un iversidades, pag ar m aestros y catedráticos; en una pa lab ra , favo re­cer el adelanto in telectual. Y no obstan te la escasez de sus recursos en los prim eros años, con las cuotas espon­táneas de los socios sosten ía d iversas clases en su po ­bre y m altrecho edificio, en el que nacieron en nuestro país las llam ad as escuelas nocturnas, que tan to vuelo han obtenido después al com pás del desarro llo que les h a dado el m oderno esp íritu . Y iven, y en ven ta josa posición algunos, m uchos hom bres que, cuando adoles­centes, recib ieron de esa sociedad benem érita m edallas de p la ta y d ip lom as debidos á sus adelantos en los cole­gios cuyas-au las frecuentaban .E l nuevo rasgo que en la fisonom ía del país dibujó aquella asociación patrió tica , revelábase tam bién v is i­b lem ente en las,le tras, que no podían quedar a isladas del genera l im p u lsa com unicado á nuestro organism o. No estaba ya Grúa tém ala entonces en ese período ru d i­m ental en q u e la v ida de la in te ligencia se desliza sin d e ja r ras tro s que la señalen de un modo re la tiv am en te lisonjero, po r m ás que d is ta ra m ucho tal situación de ofrecerse con los atav íos de una satisfactoria robustez. P e ro desde aquella época h as ta la actual, hagam os ju s ­tic ia á quien la tiene, h a venido aum entándose el ansia del saber en las nuevas generaciones.Si no es posible que en todo caso un conservatorio produzca un W a g n e r ó un R ossini, tam poco es dado p re ten d er que de los in s titu to s y escuelas profesionales sa lg an hom bres que deslum bren con los destellos de la inspiración, po rque el genio sólo es obra de Dios. P ero los p lan te les de p rim eras le tras y Jos dem ás estab leci­m ientos son á todas luces necesarios, y el pa trio tism o ap lau d e el favor que hoy d ispensa la au to rid ad á ese r a ­mo del progreso.No es en las au las donde se adqu iere el soplo d iv ino que caracteriza al poeta, y la fuerza creadora que lo d is ­tingue; no es én la clase de hum an idades donde se a p re n ­X X IIIX X IVde la gaya ciencia; y fray M atías Córdova, el Dr. G arcía Goyena, B atres M ontú far y los herm anos D iéguez no encontraron a llí el num en que los ha hecho tra sp asa r los lím ites de su peregrinación terrenal. Seres p riv ileg iados los que pueblan de arm onías la atm ósfera en que viven» necesitan de especial m erced de la naturaleza,.' porque,como dijo un clásico rom ano, sólo ese preciado dón de los dioses tiene en sí v ir tu d b astan te p a ra que las fieras se detengan y se dejen doblegar por tan m elodiosos acentos. Sin em bargo, el libro , la cátedra, el ap rend iza je son los m edios p a ra cu ltivar las na tu ra les dotes, y á ellos está liada la p rosperidad pública.A letárgase el cuerpo social y se enflaquece cuando, no satisfechas las exigencias del saber, y perd ida la fe en sus beneficios, se cam ina al acaso, en busca de lo que por ex trav iada senda no podrá ha llarse . La civilización no se cifra sólo en las conquistas del orden m ateria l: en medio de ellas se sen tiría tan infeliz el hom bre comosaquellos ricos que, agobiados po r te rrib les enferm eda­des, provocan la envidia de los pobres, sin analizar éstos la tr is te situación de los dolientes m agnates. La in s tru c ­ción, a liada con la m oral y favorecida po r el desarro llo económico, fu n d ará las bases del herm oso edificio de n u estra patria . E ntonces la lite ra tu ra , encanto de la existencia, y factor de progreso á la vez, p o d rá a m p lia ­m ente d e rra m a r en n u estra sociedad sus preciados b ie­nes, ennobleciéndola con las galas que p restan la im a ­ginación y la arm onía.Causas contingentes é innum erab les c ircunstancias n a ­cidas del criterio de la época, em barazaron en su ejerci­cio las funciones v ita les del an tiguo reino de G u a tem a­la, en el que resp landecía el e sp íritu de la ilu s tre E s ­paña, cariñosa m adre de los pueblos del nuevo m u n ­XXVdo; y si aquel m odo de ser sólo dejó los escasos legados que, cual venerandas reliquias, recoge hoy la A cadem ia, p a ra que se conserven incólum es 'á la p a r de los que en tiem pos posteriores h a heredado de otros ingenios el país, redoblem os en lo de adelan te nuestros esfuerzos, p a ra e s tim u la r á los que en n u estra labor nos sucedan, pues á los que hoy form am os esta agrupación lite ra r ia sólo será dado in ic iar el trabajo . A sí, los fru tos que en el cam po del pensam iento se alcancen, robustecerán la m oral po r medio del dulce am or al bien y á los goces pacíficos y ordenados que, sin d e ja r am arg u ra en el a l­ma, la d isponen favorablem ente al éxito, aun en las co­sas de m ás difícil solución.M uévese la A cadem ia dentro, del círculo que su es­ta tu to le asigna, y da á lu z este volum en, p rim icia m o­desta de" sus faenas, in té rp re te fiel de la predilección*que le m erecen los hom bres ilu strados, g a ra n tía eficaz contra el olvido que á esos proceres p u d ie ra caber de p arte de generaciones no siem pre ju stic ie ras.L a accesión de nuevos m ateria les, allegados en las horas que deje lib res la lucha po r la v ida, p e rm itirá m ás tarde, esperém oslo así, d a r á la circulación un segundo tomo, y luego otro y o tro sucesivam ente; y si sólo uno cada año p u d ie re hacerse con una labor sosten ida p o r el e sp íritu de rec titu d y sinceridad, que nad ie nos ne­gará, y a q u e no ilu m in ad a po r los destellos de la sa b i­duría , siem pre serán estos libros un m edio de reco rd a r que la aplicación y el estudio son agentes de p rog reso y títu lo s de g lo ria inm arcesib le.N o plugo á la caprichosa su e rte que nuestros a n tep a ­sados regidos po r el gobierno colonial d isfru tasen de la electricidad y del vapor, in stru m en to s poderosos de laX X V Itransform ación que sufre el m undo y que ensancha y eleva el dom inio de las le tras; y sin em bargo de que tam bién carecía de am p litu d la esfera en que aquéllos se ag itaban , c ircunscrita m ás al m isticism o que á lo profano, luciéronse n o ta r por creaciones de in d isp u tab le m érito. H oy que gozam os de una atm ósfera rica de luz y arm onía, de flores y perfum es; hoy que todo se re ­nueva, costum bres, leyes, régim en político, ciencias, in ­tereses, preciso es que n u e s tra l i te ra tu ra vaya ad q u i­riendo esa personalidad con que le b rin d an los recursos que eri todos sentidos ofrece la civilización.La A cadem ia asp ira á tra b a ja r h asta donde le sea p o ­sible, y á d esp erta r el gusto p o r las le tra s hum anas. Las noticias biográficas y las apreciaciones críticas que este volum en contiene, llevan, como llev a rán los su b sig u ien ­tes, im preso el sello de la idea generosa, perm ítasenos decirlo, que á s u form ación ha servido de m óvil. ¡Ojalá que tan desin teresado propósito con tribuya en Centro- A m érica á p re p a ra r el adven im ento de u n a era de v en ­tu ra p a ra los estudios y la enseñanza en general!N o pocas faltas que re p a ra r, y heridas sin curación aún, ha venido dejando en nuestro país la cam paña e n ­ta b la d a con tra la ignorancia y el a traso: ausencia de p lan y d isc ip lin ab a caracterizado nuestras operaciones; y lo efím ero de los triunfos, no obstan te la extensión del m ovim iento, arguye los vacíos que se denuncian . P a ra que se alcance la p a lm a de la victoria, y ondee lib re de obstáculos la enseña de los com batientes, se hace p re ­ciso m ejo rar la táctica y pelear con denuedo. V eráse acrecer así la cifra de los hom bres instru idos, rep re sen ­tan tes de la au to ridad m oral, de la ju stic ia y de la razón. Los pueblos escucharán con gusto sus adm oniciones, in ­clinándose á aborrecer el vicio y am ar la v irtu d ; porqueX X V IIel canto profético que hace o ir la ciencia, rev e la la m is­terio sa clave de los destinos de la hum anidad .G uatem ala: 30 de noviem bre de 1888A. Gómez Carrillo.EL DOCTOS DOH RAFAEL GABCIA 60TENA.Los frutos literarios del ingenio son siempre los mejores compañeros de la vida, dijo un célebre critico inglés (1), justo apreciador de las producciones de la inteligencia, y de los encantos y atractivos con que nos brindan las páginas inspiradas por el talento y la imaginación. Así en la adver­sa como en la próspera fortuna, nos acom pañan cual am i­gos fieles; llenan la fantasia de nobles imágenes, mueven las tiernas fibras del corazón, alim entan con ideas el espí­ritu, y, á la luz del raciocinio,,nos conducen por plácido sendero á contem plar serenos y lim pios horizontes. Esa am istad no está expuesta á cambios n i á peligros, que des­virtúan los afectos y á las veces im píam ente los destrozan, cediendo al vil interés, á la rastrera envidia ó al voluble capricho. E l tiem po se desliza con vertiginosa rapidez; la[1 .] C ritic a l and H is to r ic a l Essays, t>y L o rd M a cáu lay . [Y o lu m e I . page 347.]2 BIOGRAFÍAfortuna es inconstante; los placeres m undanales cansan al fin, y dejan en el alm a árida y seca, la carcoma del hastío, mientras que nada de ésto puede afectar el íntim o trato , la silenciosa conversación que sostenemos, por medio de los libros, con los sabios de todas.las edades.Pero cuando el genio que nos ha legado sus tesoros,, cons­tituye una de las glorias de la patria; cuando el libro en­cierra descripciones que prestan interés á asuntos naciona­les, con el sabor del país, con el colorido propio del lugar donde nacimos; cuando en los venturosos años de la niñez nos enseñaron á deletrear aquellas páginas, cuyos profun­dos pensamientos, bajo sencilla forma, se grabaron desde entonces en nuestra mente, y aparecen hoy ante la razón madura, en. toda su esplendidez, como sucede con la se­m illa que en el surco germ ina y hace nacer el árbol que más tarde se ostenta con grueso tronco, ancha copa y espléndi­do follaje; cuando acontece todo éso, decimos, no podemos menos que profesar veneración y cariño, rindiendo el tr i­buto de nuestro acendrado afecto, en medio de placenteras reminiscencias, al antiguo amigo de la infancia, que evoca dulces memorias, y aviva el sagrado amor á la tierra que sustentó nuestra cuna.Bajo la influencia de tales sentimientos, debemos los gua­temaltecos adm irar las producciones de nuestro poeta el doctor don R a f a e l G a r c í a G o y e n a . A un cuando haya na­cido en G uayaquil y no en Guatemala, derecho nos asiste para gloriarnos de contarle en el número de aquellos que son honra y prez de nuestras letras; porque aquí vino á re­cibir las impresiones que en tem prana edad se experim en­tan y que jam ás se borran; aquí se educó; aquí estudió; aquí contrajo sagrados vínculos; aquí supo p in tar nuestras costumbres, corregir nuestros vicios, y describir, con tin ­tes que son nuéstros, las escenas locales que le dieron repu­tación y fama. Goyena es poeta guatemalteco, como es chi­leno Bello, el príncipe de los literatos latino-americanos; que la pa tria—más que el hecho, m uchas veces casual, de nacer en un lugar—la constituyen los indisolubles lazos que nosDEL DR. D. RAFAEL GARCÍA 00 YEN A. 3ligan con las personas y aun con las cosas que por mucha tiempo nos rodean, y, sin esfuerzo de la fantasía, vienen á formar como parte de nuestro propio ser, se amalgaman con nuestros afectos y recuerdos, llenan de encantos la primave­ra de la vida, y cuando llega al fin el aterido invierno, en las últimas sombras de esas fugaces horas que se llaman existencia, hasta vierten lágrimas por nosotros: Usun t la- erymce re ru m ” como dijo el poeta latino. Es que la patria no está en los muros de una ciudad, en los límites de una aldea, ó en los confines de un campo. La patria no es el te­rruño; es como opina Marinontel, el conjunto de caras afec­ciones, correspondidas por nuestros compatriotas, y fomen­tadas por los guardianes de los intereses de todos los que moran en una demarcación política. Las tradiciones, los al­tares, las tumbas, el hogar y las familias, forman parte de la patria (2). Sin pretender, pues, defraudar al Ecuador,, país natal del esclarecido vate, de la gloria que por ello le alcanza, lícito sea que también le considere hijo suyo la tierra en donde pasó, la mayor parte de su vida y que guar­da en paz sus restos venerandos.En efecto, el doctor García Goyena apareció, entre nos­otros, como una verdadera notabilidad en el difícil género del apólogo, que ha venido á ser en la historia el patrimonio exclusivo de muy pocos y selectos ingenios. En todos los otros géneros de poesía la superioridad más ó menos dispu­tada se ha granjeado la admiración, la fama ó los aplausos. Partiendo de las tradiciones bíblicas de la Judea, al través de Grecia y Roma, por la Edad Media y el Renacimiento; en esa gran leyenda de los s ig lo s ,' encontramos cantores como Homero, Horacio, Virgilio, Dante, Shakspeare y Cal­derón, que se elevaron en alas de lo ideal,' por los sublimes espacios; pero que con diversos matices y distintas formas, no alcanza ninguno de ellos la absoluta supremacía en su especie. En nuestro siglo, á pesar de que todo oscila y lú-[2 .] (E uvres de M a rm o n te l, t. V I p . 475.4 BIOGRAFÍAcha, es verdad que hay afinidades entre los poetas; pero i quién osará discernir la palma al pesimista Leopardi, en parangón con Enrique Heme, el lírico cantor de los Heder alemanes? % Y qué decir de Sehiller, que ambicionaba una espada, más que un laurel sobre su sepulcro, como solda­do en el combate de la emancipación de la humanidad, si lo comparamos con Alfredo de Musset, el poeta de la ju­ventud, el poeta de los dolores? El famoso bardo inglés, que personificó en su alma apasionada el espíritu del siglo, el inmortal lord Byron, ¿podrá vencer al español Zorrilla,, que de seguro no desdeña entrar en buena lid, con loriga castellana y puñal godo, acompañado de reyes, caballeros, monjas, juglares y pajes; podrá vencer al trovador que su­be audaz hasta los señoriales alcázares y baja enamorado hasta las humildes cabañas; podrá vencer al romántico Te­norio, que delira por la gacela aprisionada tras los impo­nentes muros de legendario convento? Ni es dable men­cionar en paralelo, para haber el proceso de sus méritos y otorgar el laurel de la victoria, á Lamartine, que canta melodioso, como el pájaro en la ramada; que suspira tris­te, como el aura entre los sauces; que gime desolado, como la tórtola en el boscaje;—y al tierno, dulce, amante, autor de las D o la ra s , “al más filósofo de los poetas y al más poe­ta de los filósofos.” Por último, ¿cabe competencia, segui­da de éxito, entre los dos grandes vates del siglo, el can­tor del Fausto y el profeta de “Los Castigos?” ¿Hay algo más acabado, que mejor fotografíe nuestra época, que esa epopeya inmortal de Goethe; pero, al propio tiempo, exis­te otro poema en que así resuenen los truenos de la ira, en que mejor se escuchen los divinos acordes del más sublime lirismo, que en “ Le s Qhátiments” de Victor Hugo? No, no hagamos comparaciones: materialistas unos, espiritualis­tas otros, creyentes los más, líricos, épicos, elegiacos, des­criptivos; todos inspirados; todos ellos son genios; pero ninguno alcanza á reunir, en la plenitud del arte, los ele­mentos completos de la superioridad en cada género. “Uno tan sólo existe, dice La Harpe, si bien es el más humilde5DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA G0YENA.de todos, en el cual un poeta ha sobresalido tanto, que bas­ta mencionarlo para evocar su nombre. Hablar de la fá b u ­la , es hablar de La Fontaine: el género y el autor son todo .uno.” (3.)¡Pues bien; García Goyena, se ha dicho y con razón, es el La Fontaine americano!Si Pilpay, Esopo, Avieno, Fedro, escribieron apólogos que tomó el poeta francés inspirándoles su carácter, de tal suer­te que hoy se admiran como suyos; nuestro fabulista no tuvo que ir á buscar á remotas fechas y á lejanos climas el fondo de sus preciosos bocetos; que es rica hasta la exu­berancia la zona tropical, y abunda en luz y armonías el florido pensil de Guatemala, para que la imagina­ción creadora se enardezca al calor de este sol que deja prisioneros sus rayos en las doradas plumas del quetzal y en las tenues alas de “la mariposa brillante, matizada de colores, queA un fresco alelí se inclina,Y apenas lo gusta inquieta,Pa.sa luego á una violeta,Después á una clavellina.Sin tocar á la verbena Sobre un tomillo aletea,Percibe su aura sabeaY descansa en la azucena.,De allLcon rápido vuelo En otro cuadro distinto Da círculos á un jacintoY se remonta hasta el cielo. ** •[3 ] . Cours de L itté ra tu re , pag. 72á. 36 BIOGRAFÍAYuelve con el mismo afán Sobre un clavel encarnado,En cuanto lo hubo gustado,Se traslada á un tulipán.Atraída de su belleza En una temprana rosa Por un momento reposaY el dorado cáliz besa.Ya gira sobre un jazmín,.Ya sobre el lirio, de modo Que corre el ámbito todo Del espacioso jardín.Sobre un alto girasol,Por último toma asiento,Y en continuo movimiento Brillan sus alas al sol.”Etc., etc., etc.Y no se crea que cegados por el patriotismo y atraídos, por esa especie de mágico cariño que inspiran las historias, las leyendas, los cuentos y las fábulas, que recuerdan las apacibles horas de la niñez, exageramos comparando al poe­ta García Goyena, autor de esos magníficos versos, con el príncipe de los fabulistas, cuyo estilo original tiene, en más. alta escala sin duda, y con mayor cultura y brillo, los atrac­tivos todos del carácter del filosofo francés que selló con inmortal troquel los fabularios antiguos; porque también hay á la verdad en las primorosas narraciones de nuestro notable escritor, á vueltas de asuntos locales muchos de ellos, pero pintados con propios y naturales colores, el can­dor unido á . la profundidad, y lo filosófico á lo deleitoso, que sabe hermanar el arte. Asi y todo, si algo de patriótica.presunción envolvieran estas líneas, nos excusaríamos di­ciendo con Ovidio:“Si licet exemplisIn parvo grandibus uti.”Ni hemos abrigado el intento, al reproducir las frases del panegirista de La Fontaine, de relegar al olvido los céle­bres nombres del Arcipreste de Hita, Iriarte, Samaniego, el Barón de Andilla, Príncipe y Fernández, que tanto lus­tre dan á la nación ibera con sus interesantes cuadros; mo­saicos finísimos, dechados admirables, verdaderos modelos en tan difícil género de poesía; pero ante cuya profunda es­tética no pierden la suavidad de sus matices, ni lo bien cor­tado de sus líneas, ni el perfume nacional, esos preciosos relicarios, que guardan jirones de nuestra historia y de nuestros recuerdos; esas sencillas fábulas guatemaltecas, que brotaron sin esfuerzo del ingenio, asi como brota en nuestros incultos campos el su q n in a y que perfuma la pra­dera; asi como brota el gorjeo no aprendido del indiano senzonte, que llena de armonías nuestras seculares selvas. Permítasenos, pues, que pronunciemos con orgullo el nom­bre de Goyena, al lado del de aquellos escritores de exten­dida fama, ya que siempre pudo la tímida violeta esparcir su suave olor allí dondé luce la soberbia rosa; y embalsa­mar el rico ambiente del pensil, con sus efluvios, el lirio de los recónditos valles, junto al fragante eliotropo de los floridos vergeles.No es oportuno sin embargo, anticipar elogios al mérito del literato cuya biografía y crítica vamos á escribir, ce­diendo no al vano alarde de poseer para tarea tan delica­da, las fuerzas süficientés, que harto conocemos nuestra debilidad y flaqueza, sino animados por el amor que de antiguo profesamos á las bellas letras, y que, ‘ ‘como todos los amores puros y vehementes, es de suyo expansivo, y como todos los grandes amores también peca por temera­rio, que no por tímido.” Válganos además de excusa, enDEL DU. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 78 BIOGRAFÍAlabor tan incompleta como defectuosa, el haberla em pren­dido alentados por el fraternal estímulo de nuestros ap re­ciables colegas de la Academia Guatemalteca, y en el de­seo de contribuir á su noble propósito, allegando siquiera menudo grano de arena á los suntuosos materiales con que lia de levantarse el templo de las letras patrias.Don Josepli García y Goyena, natural de la pintoresca ciudad de Tafalla, en la provincia de Navarra, vino en el siglo pasado á Guatemala, con ánimo de dedicarse al co­mercio, ramo en que era entendido y práctico. Encontró desde luego protección eficaz y decidida en la casa del mar­qués don Juan Fermín de Aycinena, que lo empleó como cajero, y bajo cuyos auspicios pudo adquirir algunos bie­nes de .fortuna. Poco tiempo antes de llegará nuestro sue­lo, estuvo aquel español en Guayaquil, y el año 1766 nació allá un hijo suyo, fruto de novelescos amoresxle una dama ecuatoriana. Tendría doce años Rafael, que este era el nom­bre del adolescente, cuando lo hizo venir su padre á Guate­mala con el propósito de dedicarlo á las letras. Yivo de ge­nio, de entendimiento despejado, bien parecido y simpáti­co, ofrecía halagüeñas esperanzas, aunque, como sucede á menucio, no era en tan tierna edad 'aficionado á los libros. Hubo, no obstante, por obedecer al autor de sus días, de dedicarse á los estudios, y sometióse á la pauta aristotélica, que regía en la Pontificia Universidad de San Carlos. Gastó tres años en metafísicas entelequias de escolástica* capaces de infundir tedio en el más lozano espíritu, saturado antes, por supuesto, con los preceptos de Nebrija y los princi­pales trozos de los clásicos latinos. No se hablaba bien el castellano por todos los hombres estudiosos; pero en cam­bio se profundizaba entonces la lengua de Cicerón, que eraDEL DR. D.RAFAEL GARCÍA GOYENA. 9todavía la lengua de las ciencias, por más que desde el siglo XIIÍ hubiera ordenado el sabio rey don Alfonso que el ro­mance fuera el idioma oficial, y por ende el de las letras. A pesar de éso, todo lo que revestía alguna importancia era redactado en latín, y se consideraba como neófito en el tem­plo de Minerva al que no poseyera ampliamente los teso­ros del idioma del Lacio. JSTo se extrañe, pues, que entre- nosotros, bajo el régimen colonial, se estudiara el latín á rodo; ni se crea que censuramos, por-concepto alguno, la atención que en cualquier tiempo debe prestar el literato á la lengua madre del italiano, el español y el francés, con el propósito de versarse mejor en ellas, no por el prurito de excluir ai vulgo del comercio científico, ni atribuyendo más importancia ála lengua m uerta , que alas que constan­temente hablamos; tanto valdría, por estar siempre adoran­do á los lares de nuestros padres, desentendemos de los amigos, hermanos é hijos que nos rodean, que nos bus­can, que nos quieren. “El sabio Newman ha demostra- _ •do matemáticamente qué el juicio y madurez carácter! seos del pueblo británico provienen en primer término de la importancia que en sus universidades y colegios se ha da­do siempre á io3 estudios clásicos, porque ellos hacen pen- sador, sobrio, lleno de moderación, y enemigo del engrei­miento y vanidad, al espíritu del hombre. No dice menos Tocqueville: júzganlo con igual criterio Muller y Pierron, y la pensadora Alemania lo sabe y lo practica, al extremo de que á tales estudios se deba, en no pequeña, parte, el sólido criterio de sus escritores.” Los que motejan, pues, el latín de rancio, gótico é inútil, muy poco entienden en materia de letras humanas; pero también aquellos que atri­buyen más atención al habla de Virgilio, que á la heredada en buena hora por nosotros de los hidalgos castellanos, pecan por rezagados en la vía del progreso y sistemática­mente adheridos á lo tradicional y antiguo.Mas sea de éso lo que fuere, el joven Groyena, después de haber cumplido con el precepto de Horacio, de estudiar día y noche los clásicos, y de haberse hecho bachiller en10 BIÒGRAF í Aciencias filosóficas, entró á cursar las jurídicas y sociales, ó como entonces decían, y era lo propio, utroque ju r e . El que deseaba ser abogado en aquellos tiempos, y hasta no hace muchos años, debía penetrar en el laberinto de las Pandectas, del Digesto y de la Instituta, analizando las leyes de Roma, desde que los^siete reyes gobernaron á los pobladores de las siete colinas, hasta que la liviandad de un príncipe exasperó á los vengadores de Lucrecia, que con­tinuaron como cónsules gobernando, en medio de la desen­frenada democracia, á los que más tarde seguían, cual mí­seros ilotas,,los carros triunfales de los divinos Césares. También el derecho canónico, desde los dichos de los após­toles, hasta las decisiones dogmáticas de Trento, servía de pasto durante cuatro años, al aprendiz de abogado, que con tesón y buena suerte, podía después de transcurridos optar al bachillerato, siempre que además hubiera leído y releído las leyes de España, desde las de Chindasvinto has­ta las del hijo de san Fernando; desde el Fuero Real has­ta la Novísima Recopilación, con todo ' y los comentarios, y las glosas, y los pareceres, y la balumba de citas, y la in­digesta y cansada erudición que pasma hallar en obras co­mo la Curia Filípica y la Política Indiana. Estudiaban por vía de adorno á Grocio y á Puffendorf, antes de entrar á ejercer la noble profesión del jurista.A decir verdad, el derecho romano, en cuyos textos, se­gún la gráfica expresión de LJ Herminier, parece verse el rigor geométrico, aplicado al pensamiento moral, debe es­tudiarse siempre; porque es preciso reconocer que los ar­tículos de los códigos modernos, han venido pasando, co­mo pasa la esencia al través de un filtro, por el tamiz del tiempo y de la historia. No basta saborear las. gotas del manantial; es preciso remontarse á la pura linfa de don­de se origina.. A pesar de la diligencia con que hemos procurado obte­ner datos precisos en orden álas fechas en que Goy en a rin­dió sus exámenes profesionales, nada de cierto nos ha si­do dable averiguar, si bien no revocamos á duda que fue-ron todos lucidos, porque es un hecho que gozó de tem­prana fama como inteligente,y memorioso.Antes sin embargo, de obtener el titulo de licenciado, se tío envuelto en una novelesca aventura, hija de la inexpe­riencia de sus años y de los sentimientos tiernos de su al­ma impresionable. Muy joven todavía, en la época en que el mundo aparece á nuestros ávidos ojos con los seductores tintes de la dicha, del amor y de la gloria; en que las pasio­nes llenan de fuego el espíritu, dan alas á la energía, y aliciente á las difíciles y arriesgadas empresas; en esa edad, de celajes color de rosa, en que la naturaleza tiene aromas y la primavera flores; en que las mujeres, ángeles de belleza, van circuidos, según la expresión del Dante, por un soplo de amor que revolotea diciendo al alma ¡su s­p ira ! ', en el florido abril de la existencia, en que asaltan la mente proyectos audaces y enardecen el corazón los trans­portes del ideal que jamás se alcanza; muy joven todavía, decimos, cuando apenas contaba cuatro lustros Rafael Go- yena y Gastelú (4), se prendó locamente de una niña que, ebria de pasión y trastornada por él, no podía dejar muy pronto de ser suya. Una infamia no hubiera cabido en el carácter del adolescente; pero también le era imposible, sin permiso de su padre y sin vencer Dirás dificultades, dar la mano á su prometida, doña Plácida de León, y llevarla coronada de jazmines al pié dé los altares: en un momen­to de arrebato, contrajeron matrimonio clandestino.Sucedióle, por desgracia, á nuestro poeta, lo mismo que al célebre literato español don Joaquín María López, que, aun antes de terminar los estudios universitarios, contrajo repentinamente matrimonio, á los veintiún años; sólo que al sabio jurisconsulto y orador, el Papa le dispensó cuantoDEL DE. D. E A FA EL GARCÍA G O YEN A. 11[4 ]. A s í firm a b a p o r entonces, tom ando el a p e llid o d e s u padre “ D . Joseph G arcía G oyena,” y el de su m adre “ D? B altasara G aste lú .” “ R afael G oyéna y B era” le lla m ó su padre en una m em oria tes tam en ta ria . Desde que se doc­to ró e l fa b u lis ta ,'d ió se s iem pre el nom bre de “ R afael G arcía G oyena.”12 BIOG-RAFÍA✓impedimento había, porque su parentela, deseosa desque el mozo no hiciese en sus extravíos mujeriles algún enlace inconveniente, prefirió imponerle la sagrada coyunda (5); mientras que el desventurado fabulista tuvo que ir á pur­gar sus locos devaneos al Colegio de Cristo, convento reti­rado y silencioso de esta capital, á donde también fueron,, en más de una ocasión, los rapazuelos que se entregaban, en aquellos buenos tiempos, con loco frenesí, al m undana l, ru id o , de que nos habla el Tirteo de España. En todas las épocas y en todos los países ha sido la juventud inex­perta y aturdida. Siempre se vieron por desgracia escenas, que el naturalismo en boga se encarga de aumentar rápi­damente.No intentamos hacer la apología, ni cómo fuera dable! de lo que apenas merece disculpa; pero tampoco es natural presumir que, después de un siglo, nos produzca el mismo escándalo que-debe haber causado en la muy leal y noble- ciudad de' los caballeros de G-oathemala—que acababa de trasladarse á este valle de la Ermita, á consecuencia del te­rremoto que destruyó la Antigua—aquella calaverada, si así podemos llamarla, de uno de sus mejores y más sim­páticos ingenios. ¡Lástima que no haya rosa sin espinas y que hasta el mismo sol tenga sus manchas! ¿Quién no re­cuerda algún desliz de esa edad de placeres é ilusiones,, de la cual dice Leopardi:“O dcll arida vita unico flore.55uLa única flor en la árida existencia.5’--?Y no debía concluir allí el episodio lamentable del casa­miento clandestino: No quedó purgada la culpa con hacer ejercicios espirituales, macerar el cuerpo á fuerza de ayu­nos, y presentarse, vela en mano, contrito y compungido[5]. Son palabras del biógrafo de D. Joaquín M. López. Tomo 7. ° p. 43de sus obras.13DELDR. IX RAFAEL GARCÍA GOYENA.in te r m issa ru m solem nia: el matrimonio aquél era la fuen­te de una serie increíble de desventuras, como acontece á menudo con un mal paso en la vida.. Sucedió que estando, don Rafael en el monasterio, á donde fue llevado por uno de los familiares del marqués de Aycinena, m ie n tra s la s co­sa s se a rreg la b a n (6), yen el deseo su señoría, y don Jo- sepli el cajero, que según ya dijimos era padre del joven, de evitar á éste dificultades y sinsabores, dispusieron que hiciese pronto viaje á la Habana, con recomendación espe­cial para don Miguel Arnaiz, á la sazón primer Contador en la Isla de Cuba.A las doce de una de las frías noches del mes de noviem­bre del año 1786, se presentó el correo Manuel Largo, en aquella mansión de recogimiento, y entregó al peniten­ciado una esquela rubricada por el marqués, en la que le prevenía montase en una muía que los mozos le llevaban, se ciñese un garnil con onzas de oro, y por lo demás se d e ja se gobernar de ellos, hasta nueva orden que recibiera. Apresu­róse á salir del Colegio de Cristo, y según cuentan las cró­nicas, encontró en su paso al lego Zelaya, que era el encar­gado de tocar la campana á media noche, para llamar á los. conventuales á rezo. Ai verlo, le dijo:“Adiós Zelaya, mi amigo;Ya á despertarme no vaya,Que si con otros se la h a lla ,Ya no íe la h a lla conmigo.”;Pobre poeta, que en medio de su frenética pasión, y bien' ajeno del negro porvenir que le guardaba el destino,, se despedía del campanero del convento en improvisados é ingeniosos versos!El correo Manuel Larg<-, los criados y el doncel, tomaron en tan triste noche el camino, siempre- malo y fragoso dei[6 ] Palabras de l exped ien te .14 BIOGRAFÍA-Golfo, pero mucho peor al cesar la estación de las lluvias, que dejan casi intransitable el paso por esas selvas vírge­nes. Para atravesarlas, es preciso resignarse á soportar molestias no exentas de jieligros, en medio de la naturale­za primitiva.Después de muchos días de cabalgar, y algunas noches de no dormir, llegó el recién casado al castillo de san Fe­lipe, en donde permaneció hasta no tener otra carta del mar­qués, en la cual le ordenaba se embarcase sin tardanza en el bergantín “ San P/o,” con rumbo á Cuba. Lo hizo así; pero al arribar á Omoa, el comandante del puerto, don Fé­lix Domínguez—hasta quién sin duda no llegó la influen­cia de la casa, protectora de Goyena—requirióle á efecto de que mostrase la licencia,para viajar del muy ilustre se- , ñor presiden te del reino, don José ph de Es tachería, y co­mo el mozuelo no la llevara, le puso preso el 22 de enero de 1787, en la antigua fortaleza, que todavía se ostenta lúgubre', bañada por las olas del mar Caribe; mientras dio parte del hecho al “Superior Gobierno,” sin perjuicio de •comunicar!o también al coronel don Juan Nepomucenode Quesada, gobernador á la sazón de la provincia de Hondu­ras. Desde aquella fecha, hasta el 81 de marzo (es decir, ca­si tres meses) permaneció el desgraciado viajero en Omoa, detenido en el fuerte, y algunos días enfermo en el hospi­tal de ese puerto mal sano.¡Qué terribles sarcasmos los de la veleidosa fortuna! ¡Poe­ta, de veintiún años, desposado con amante doncella, y ver­se en noche obscura, en compañía sólo de un correo, de apellido Largo, recorriendo ásperos senderos, para llegar al fin de muchos días, á caer preso á un castillo, y con la salud asaz quebrantada, á postrarse después en el triste lecho de un asilo de misericordia! Situación conmovedo­ra, en mucho parecida á la que inventó el primer novelista del siglo, como argumento de una de las historias más grandiosas y fantásticas, en la que se describe con mano maestra, el infinito dolor de Mercedes y la amargura sin límites de Edmundo Dantés; que desgraciadamente se ha-bía realizado ya, por modo análogo, en este rincón del m un­do, sin que lo sospechara siquiera el autor de UM Conde de M onte- C risto .1 ’Pero ¿qué fué, por último, lo más acertado que se dignó disponer el muy ilustre señor presidente?—De pronto, reca­bar la opinión del famoso fiscal licenciado Tosta, quien la expresó en un conciso dictamen, que aparece en la primera foja del expediente conmemorativo de los detalles que va­mos relatando acerca del desgraciado lance acaecido á nuestro fabulista. Como documento curioso, no menos se­vero que otras respuestas que hemos visto de enérgicos fiscales, más modernos que Tosta, vamos á insertarlo aquí, hasta con su peculiar ortografía. Es como sigue: “M. Y. S.—El Fiscal de S. M. dice, que Y. S. podrá dar orden pa­ra que don Rafael de Goyena y Gaztelú sea conducido con la devida seguridad á esta. Capital, á disposición por aho­ra deste Superior Govierno, y que executado, se haga sa- ver al Señor Marqués de Ayzinena, manifieste con que au- thoridad y motivo ha procedido á executar lo que se re­fiere en esta carta, con relación al mismo Goyena; volvien­do con esta instrucción.—N. Guatemala: 10 de febrero, 1787.—Tosta.”A los que ignoren que, conforme á la suspicaz política im perante en estos paísesj era grave delito in ten tar salir del reino sin pasaporte, parecerá lujo de rigor pedir que viniera con la d e b id a s e g u r id a d (ó lo que es lo mismo, con más ó menos vejaciones, pues es frase m uy elástica) un joven delicado, y por aquellos despeñaderos, fangales, ríos, lagos, barrancos y llanuras, que m uestra la geografía físi­ca del trayecto que hacía tres meses estudiara, prácticam en­te, no en unión de su gentil esposa, sino en compañía del em pleado aquél de postas, cuyo feo apellido debe de h a ­ber inspirado, como el del lego del Colegio de Cristo, la fá­cil vena del poeta. Largo, m uy largo, parecería ciertam en­te en tales circunstancias, el camino que de esta capital conduce al puerto de san Felipe del Golfo.No merece, sin embargo, á la luz de la legislación a n ti­DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 1516 BIOGRAFIAgua, reproche severo el proceder del fiscal de Su Majestad,, porque se inspiraba en el espíritu de aislamiento hebraica ó chinesco que adoptó desde un principio la península con. sus posesiones americanas; aislamiento que el mismo Cris­tóbal Colón aconsejó á Fernando é Isabel, en la primera de­sús memorables cartas (7). Aquel sistema absurdo y rece­loso importaba el designio de convertir el suelo americano en algo como un vasto monasterio. El inmortal descubri­dor del Nuevo Mundo lo hizo brotar del fondo de los ma­res, como el amor hizo surgir á Venus del cristal de las on­das; pero el intrépido genovés, insinuando aislar del resto de la tierra la América recién descubierta, pretendía sin comprenderlo, convertirla en otra Atlántidn. 'A' nadie era dado venir sin autorización del rey, ni ir allende los ma­res, ni siquiera á otra provincia,' sin conocimiento délos virreyes, presidentes ó gobernadores, bajo severas penas, que se imponían al que osaba infrinjir aquel mandato. Po­cos años antes de los percances que produjo á Goyena la falta de pasaporte, expidió D. Carlos III una.-real orden para que, bajo partida de registro, regresara en la misma embarcación en que fuese, el quede aquellos reinos vinie­ra sin licencia á estos dominios (8). No es raro con todo, que hace cien años, se haya exigido pasaporte, cuando en pleno siglo XIX se requiere en España, de cuya tradicio­nal política tomamos nosotros aquello de "que se p ro p o r­cione a l v ia je ro , po r su ju s to p rec io lo que n e c e s i t e co­mo si ia ley económica de la oferta y la demanda, regulada, por el representante de los valores, que es el dinero, lio fue­ra una de esas leyes naturales que no han menester de la ordenación de los hombres.Lo cierto del caso que narramos es que, al pedimento del Fiscal de Su Majestad, siguió un auto concebido en estos términos:—“Real Palacio: 11 de febrero de 1787.—Hágase[7 ] N avarre te .— “ Colección de v ia jes y descubrim ien tos. Tom o I . p. 71..[8 ] Real o rden, dada en el Pardo, á 25 de m ayo de 1778.17como pide el Señor Fiscal, y para su puntual cumplimien­to, remítase el expediente al Comandante de Omoa, que­dando razón.” Y luego la enmarañada rúbrica del brigadier Estachería.Hasta el 80 del mes de marzo no llegaron tales papelesasan Fernando de Omoa. Acto continuo “don Antonio✓“Ferrándiz, teniente coronel de los reales ejércitos y co- “mandante propietario de aquella plaza, pasó al real hos­p ital, en donde se hallaba convaleciendo de su enferme­d a d don Rafael de Coy en a y Gfastelú, á quién hizo saber “la orden .del M. I. S. Presidente; y bajo la seguridad “que se prê venía, verificó la entrega de dicho señor al co­mandante del resguardo y castellano del Golfo don An­to n io María Gavilán, para que lo remitiera, á disposición “del Superior Govierno, con toda seguridad.” Ambos fir­maron aquella acta.Otra vez se presentó al poeta chispeante la ocasión de im­provisar alguna redondilla, algún cuarteto, al peregrino y ■ significativo nombre de familia, ó mejor dicho de ave de rapiña, del jefe del resguardo, pero nada dicen sobre ello las crónicas; y si era natural que un joven de brillante in­genio tuviese humor para hacer calembours con el apelati­vo del lego, que ya no volvería á despertarle á media no­che, no es de presumirse que estuviera animado del mis­mo espíritu, al caer en las garras del castellano de la forta­leza, que, á juzgar por su raro cognombre, algo de fiero y de rapaz tendría. Sucedió, por fortuna, que hallándose en 4‘Bodegas Altas,” don Juan José de Paz, en cumidimiento de superior encargo, aprovechó Gavilán la ocasión de con­fiarle la custodia del reo y del expediente, para que con uno y otro emprendiera camino hasta esta ciudad. El pro­pio día en que llegaron á ella, 19 de mayo del mis­mo año de gracia, presentóse un hijo de Paz, por estar él enfermo, á dar cuenta del prófugo y de los papeles; mas ĉomo don Joseph de Estachería no estaba en está Corte, ■ demoróse proveer la nota de envío, con que viniera el pre- •30. Fechado el 81 de dicho mes, y expedido en Amatitlán,DEL DR I). RAFAEL GARCÍA GOYENA.18 BIOGRAFÍAen donde estaba tomando baños el M. I. S. Presidente, aparece el auto que dice: “Hágase saver á el alcaide re- “eiva y mantenga en la Real cárcel de corte, á disposición “de este Superior Govierno, á don Rafael Goyena, y cúm-. “piase lo dispuesto en auto 11 de febrero último.” —Auto­rizado con aquella gráfica rúbrica.Y no se crea que la “cárcel,de corte” ofrecía menos inco­modidad que la “cárcel de cadenas,” como llamaban á la cárcel municipal, que acababa de mandarse cerrar, parà sus­tituirla con la penitenciarla. Ambas prisiones eran, como todas las del siglo pasado, estrechas, húmedas .y con ho­rribles calabozos, en los cuales sería crueldad encerrar has­ta á las fieras.Por fin, el 12 de julio de 1787, se declaró “purgado el exceso” cometido por Goyena, con la prisión sufrida. Des­de entonces, que tuvo la desgracia de verse en tela de jui­cio, debe de haber ideado la preciosa fábula de liL a A raña- y el M osqu ito ,5 ’ que encierra en sus fáciles versos la amar­ga verdad de que siempre sobre el débil pesa el rigor de la justicia humana, mientras al fuerte es dado, cometiendo á porrillo crímenes de grueso calibre, llegar á ser un héroe ó cosa por el estilo.Después de los singulares incidentes del matrimonio de don Rafael, y, cuando más entrado en años, su fogosa ima­ginación podía concentrarse al estudio, hizo los últimos cursos que le faltaban para vestir la toga. Ante la Real Audiencia formuló solicitud á fin de ser admitido á examen general, y el “ M u y Poderoso S e ñ o r” como lla­maban á ese Cuerpo, confirióle en 1791, el título de “Li­cenciado en Derecho,” previos todos los requisitos á que debía dar lleno, por entonces, el aspirante á la profesión del foro.No es cierto, como se. ha escrito y creído generalmente, que careciese aquel joven de recursos pecuniarios, estímu­los y protección. Su padre le dió cuanto había menester, y si bien en el testamento primero que otorgó, no le dejaba cosa alguna, fué á causa de las aventuras del mozo; peroDEL DE. D. RAFAEL GARCÍA G0YENA. 19en la segunda disposición testamentaria, le asignaba el quinto de sus bienes, y después, en una memoria reserva­da, lególe el tercio, que ascendía á unos sesenta mil pe­sos.í¡To tuvo el poeta G-oyena ningún vicio que contribuyera al despilfarro de su haber. En extremo desprendido, pe­caba más por pródigo en gastar, que por acucioso en la con­servación y acrecentamiento de la hacienda. Liberal por­carácter, fastuoso por hábito, y entregado á las Musas, no­era dable que conservara la herencia que recibió. Todavía existen personas que cuentan las excentricidades de aquel hombre que se complacía en comer con cucharas de oro, y compraba muy á menudo cestasJlenas de dulces para rega­larlas á los niños. Sin querer justificar tal largueza, que ce­de al fin en perjuicio de las familias, no hay duda de que, comparada con el extremo opuesto, del despreciable ava­ro, que atesora por costumbre; que diera hasta la vida por no desprenderse de un puñado de monedas; es preferible, es simpático al menos, el tipo del que peca por gastador- y lujoso. La previsión y la economía prudentemente practicadas, son en todo caso virtudes apreciables.Aún por el año de 1804, cuando recibió don Rafael el ca­pelo de doctor, estaba en buena posición pecuniaria. Hubo las fiestas de costumbre, con motivo de la “ R e p e t ic ió n ” la “F ú n ebre” y la “ B o r l a ” actos todos de ordenanza, se­gún las reales “Constituciones’ ’ de don Carlos II, el Hechi­zado, que regían á la “ C on spicu a C a ro lin a U n iv e r s id a d de G u a tem a la .” Ho sólo viese compelido el aspirante á di­cho título literario á ocurrir al rey para que lo legitimara por rescripto, lo cual alcanzó, sino que hubo de sujetar­se á la pesquisa que por el Claustro se hacía, de no tener- el doctorando mezcla alguna de sangre mora ó hebrea. Fuú una comisión de doctores á inspeccionar la biblioteca del licenciado, para persuadirse de que en ella existían libros, concernientes al ramo en el cual deseaba doctorarse, sin que hubiese ninguno tiznado de heréticas doctrinas, ni aun sos­pechoso siquiera. Sufrió conforme ala ley, el vejam en , que-20 BIOGRAFÍAconsistia en denostarle, con el propósito de probar su h u ­mildad, y exhibir su pequeñez;* por aquello de: “M agnu s esse vis, á m in im is in c ip e ” Señalada la fecha para “ A p e r­tu ra de Pun to s ,” se verificó, tomando la “In s titu ta del Em perador Justin iano ,” y abriendo un niño, al acaso, las páginas del libro, con el fin de d isertar el sustentante sobre las m aterias designadas por la suerte. Se le encerró en “el general de la U niversidad,” como llam aban al salón de actos; y allí incomunicado escribiría su disertación latina. “ La Fúnebre,” se efectuaba en la sala cap itu lar d é la santa iglesia catedral, á puerta cerrada, y previo registro del doctorando, á efecto de precaver que fuese armado. Este acto concluía con descargas de cohetes, como parà que su­piese el tranquilo vecindario, á media noche, que se habían coronado hasta allí de buen suceso las pruebas literarias. P o r último, llegó el solemne día de “la B orla,” en que, apadrinado por rico y prom inente caballero, apareciera en la nave principal del templo mayor, en medio del num ero­so concurso, atraído por la curiosidad, el docto que subía á un tablado á pronunciar con voz sonora una oración latina. El profano auditorio la escuchaba, poseído de recogimien­to, por no decir de paciencia, y el acto concluía con sen­dos abrazos de los miembros del claustro al nuevo doc­tor, quién además de la propina, los obsequiaba con algunos pañuelos de seda. La ceremonia de “la B er­nia,” era más de aparato, que de otra cosa, y su im por­tancia tom aba creces con el brillo que despedían las ves­tiduras y bonetes de vivos colores que estilaban entonces los individuos del gremio doctoral (9).De capelo rojo y hábito ta lar aparece nuestro célebre poe­ta, en un buen retrato , de cuerpo entero, que contiene esta inscripción: “E l L icen c ia d o Doctor D on D a fa e l G a rc ía yf9 ] E n e l mes de m arzo de 1804 se ce lebraron los actos de “L a Jiepeti-y “L a F ú n eb re ’ de l d o c to r G oyena. “L a B o r la ” tu v o v e r ific a tiv o en a b r il d e l m ism o año.• / McionDEL PR. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 21___________ ______________ _ ________________ 4 _________ de 57 anos .” Muestra ese cua­dro á un caballero de regular estatura, cuerpo bien he­cho, garboso ademán, cara ovalada, ojos negros, grandes y llenos de luz, boca pequeña, y espaciosa frente. Ya la nie­ve de los años blanqueaba un tanto aquella cabeza, que en el orden de la inteligencia, correspondía al bello, corazón, á la noble indole, del distinguido escritor, que tantas vicisi­tudes sufriera durante su variada existencia. Ni su retrato se escapó de los vaivenes de la suerte y de la inconstancia de los tiempos: estuvo muchos años en el salón de actos, de la Universidad, en donde lo conocimos; pasó después, todavía con honores académicos, si se puede decir así, á la Biblioteca Nacional; lo trasladaron en seguida (junto con los retratos de Crespo Suárez, y del ilustre señor Ma­rroquí n, que habían donado $ 50.000 á la Universidad) á la Tesorería que hoy es de las Facultades Superiores (10). Allí estuvo por varios años,hasta que levantóse una especie de cruzada contra todos los cuadros que representaban á los bienhechores del primer establecimiento literario de la América Central, y que no habían tenido más culpa que nacer antes que nosotros (;qué crimen!). Algunos de ellos regalaron dinero para la Universidad, y otros fueron, como Goyena, sabios modestos, ilustrados catedráticos, literatosU 0 ]. E l d ía 7 de n o v ie m b re de l año 1803 se p u b licó la s ig u ie n te ta r je ta D. M ig u e l G onzález Saravia, D . Jua n M ig u e l B e ltra n e n a y L la n o , L -José L u is íru n g a ra y y B usto , I ) . Juan B a u tis ta Solares y P ineda y I) . A n ­to n io Cañas y Q u in ta n illa , recuerdan á G uatem ala los ilu s tre s nom bres de l Sr. D. F rancisco M a rro,q u ín y d e l C ap itán D . Pedro Crespo Suárez. á cuya lib e ra lid a d y p a trio tis m o se debe e l e s tab lec im ien to ún ico de estud ios ge­nerales que h a y en este R ey no : y en obsequio de ta n generosos señores •dem ostrarán, ba jo la d ire cc ió n d e l Sr. X). José A n to n io A leayaga y L a m - buru , los prob lem as y teorem as de A r itm é tic a que se con tie ne n en la obra de Tosca y los que tra e de G eom etría D . Teodoro A lm e id a , y los tra tad os ■d e M e cá n ica y E s tá tica de D . A n to n io M a lv in de M ontazet.» 4n BIOGRAFIAdistinguidos; en una palabra, fíguras históricas. ¡Quién lo creyera! Maltrecho y empolvado recogióse ese retrato, y después de restaurarlo, se envió al Instituto Nacional.¿En dónde estará el retrato de fray José Antonio de Liendo y Goicoechea, que tantas veces vimos, durante diez años, en la Sociedad Económica de Amigos del País? ¿Qué se hicieron otras pinturas que nos permitían conocer á su- jetos importantes que han figurado en nuestra patria his­toria?Ya era tiempo de formar una galería de los personajes que entre nosotros se han hecho notar. Nada importan, para ese caso, las ideas que cada cual tuviera; el bando á que se haya afiliado; los muchos males que hubiese he­cho—según unos,—y los inmensos bienes,—según otros—: la historia registrará los nombres de todos, sea para ejem­plo y alabanza ó para escarnio y vituperio. Ai lado de los bustos de Nerón y Caligula, contémplanse en los museos ro­manos los bajos relieves de Savonarola y Garibaldi. En París, ála par de los retratos de los Luises, están los deMarat, Ro- bespierre y madama Rolland. En la “Torre de Londres” existe la estatua ecuestre de Enrique VIII, y las prendas de la infeliz Ana Bolena. En España se ven las figuras de todos los reyes, desde los visigodos, hasta Alfonso XII. En el salón principal del Departamento de Estado, se exhiben en Washington los retratos de los principales ministros de relaciones exteriores, que han dirigido la política americana por varios derroteros, bogando siempre hacia la estrella de la libertad que luce sobre su soberbia frente la Gran Repú­blica del Norte. Decimos todo ésto, porque creemos que tales ideas responden á las inspiraciones de un criterio im­parcial, y al anhelo de que cuanto concierne á la historia, patria, se aproveche y se conserve, toda vez que no es po­sible torcer el rumbo al pasado, ni variar la naturaleza de los sucesos acaecidos en el tiempo y en el espacio.Aun en materia de documentos antiguos, se ha perdido, mucho. En vano hemos buscado algunos referentes al doc­tor Goyena, para consignar más detalles en estas apunta-DEL DE. D. RAFAEL GARCÍA G OYEN A. 28clones, deseosos de pecar de prolijos y no de ligeros. Ni en la Biblioteca Nacional, se encuentran ya las “Fá­bulas y Poesías Varias,” que el autor de estas..líneas bojeó liaee.algunos años, cuando hizo el catálogo de todas las obras, entre las cuales figuraba ese precioso librito. (11) Trabajo, y no poco, cuesta hoy adquirir la edición del año 1859, y la de París de 1836, que son las mejores de los versos de García Goyena.Lo que sí consta en un legajo antiguo, es que en. la céle­bre causa de Belén,—como han querido llamar á una espe­cie de asonada, que proyectaron en esta capital varios' pa­triotas, que ocultamente se reunían allá por los meses de julio y agosto de 1818, á fin de ponerse de acuerdo con los insurgentes de México—tuvo parte García Goyena, no por cierto como un conspirador, sino como letrado que figura en el proceso. Aparece que el capitán general, señor Bus- tamante, descubrió el complot, como sucede casi siempre, por boca de algunos de los mismos comprometidos. El 21 de diciembre de dicho año, el capitán don Antonio del Vi­llar, acompañado del ayudante de órdenes don Francisco Cáscara, redujo á prisión á la mayor parte de los que fra­guaron el plan de independencia, entre quienes se hallaba el licenciado señor don Venancio López, que fué aprehendi­do en la noche del 15 de enero de 1814. El proceso lo. instruía el mismo Villar, con el escribano don Francisco Vigil; pero no creyendo el integérrimo señor López que pa­ra el caso fuera competente la autoridad militar, ocurrió al alcalde 1. ° don José -Antonio Aqueche, pidiéndole se avo­cara el conocimiento del asunto é inhibiese al Capitán Gene­ral. Este sostuvo, por medio de su auditor, licenciado Iba-(11) Muchos libros se perderían en las innecesarias traslaciones que ha su­frido la Biblioteca.24 BIOGRAFÍAfies, ser déla competencia de la guerra dicha causa. En tal conflicto, se asesoró el alcalde del doctor Goyena, quien por medio de luminoso y enérgico dictamen, contradijo las pre­tensiones de la autoridad militar, no obstante lo cual nin­gún percance le sobrevino; tampoco dicen las crónicas que al distinguido jurisconsulto López le hubieran molestado en la prisión, á causa de oponerse á que el fuero marcial continuara conociendo del proceso. Por el contrario, mien­tras la competencia se elevó en consulta al rey de España, quedó excarcelado don Venancio bajo la fianza de un señor Melón. A fines del año 1819, pidió el fiscal militar la pena de muerte para casi todos los procesados y la de diez años de presidio en Africa para los menos comprometidos. . . ¡ Así son los delitos politicos: crímenes horrendos, si no tienen éxito; peldaños del templo de la gloria, si alcanzan buen suceso! La verdad es que la asonada de Belén, se asemeja mucho, aunque en posteriores tiempos, á la de Gramuset y de Berney en Chile. Aquellos conspiradores, del carácter de don Venancio López, “más que. estrellas brillantes que se adelantaron al crepúsculo matutino, para anunciar la aurora de la independencia, fueron sólo fuegos fátuos que cruzaron por la noche de la colonia, asustando á la gente supersticiosa.” Estaba muy mal fraguada la conspiración del año 1813, y carecía de recursos. No hizo otra cosa sino* t«provocar un escándalo jurídico, menos á virtud de la fa­mosa competencia sostenida por Goyena, que con motivo del dictamen del fiscal, que pedía la pena del último supli­cio para aquellas buenas gentes, metidas á conspirar, acaso por seguir hasta en eso el prurito de ser imitadoras de cuan­to pasaba en Méjico. Nunca presumieron que el sonto Bus- tamante (como le decían al Capitán General, por faltarle li­na oreja) iba á saberlo todo, y á desplegar el lujo de fuerza, a- costumbrado en tales casos. El 13 de diciembre de 1819 alcan­zaron los s ind icados del delito de rebelión el indulto concedi­do por el rey en 12 de mayo de 1817, según aparece en el pro­ceso original, que registra entre sus páginas la respuesta del doctor García Goyena, de que hemos hecho mérito, y que25DEL DR. J). RAFAEL GARCIA G0YEXA.revela en él carácter independiente, corazón magnánimo y sentimientos generosos.Con razón nos refiere el historiador Marure, “que, natu­ralmente dulce y sensible, sabia el fabulista dar á sus accio­nes esa amabilidad que tanto recomienda al que ha recibido presente tan inestimable de la naturaleza, aun cuando no está acompañado de los dones del entendimiento, pero que adornado con éstos, derrama mil encantos en el comercio íntimo y familiar de la vida. Con efecto, el trato de Goye- na era sumamente agradable, y tanto más apetecido cuanto que se notaban hermanadas en su persona, con la dulzura y apacibilidad de los modales, la actividad y viveza de un ge­nio despejado y jovial. Ameno y espiritual en sus expresio­nes, original y pronto en sus ocurrencias, cuanto decía era interesante y animado; y en su conversación se gustaban todas las gracias de una fantasía feliz y las agudezas de un espíritu festivo. A estas prendas, que en algunos no son más que un adorno engañoso, Goyena reunía las que nacen de un carácter franco, abierto siempre á los sentimientos de la benevolencia. Humano. é indulgente, él se mostraba siempre dispuesto á compadecer los errores,y los defectos' ajenos; justo apreciador del mérito, él era primero en reco­nocerlo y elogiarlo en los demás: las pasiones que engendra la envidiad el espíritu de partido en las. almas pequeñas, jamás se albergaron en su corazón. En cnanto á sus princi­pios religiosos, nada tenemos que decir: sus obras los dan bastante á conocer. Concluyamos, pues, de todo, que nues­tro ilustre compatriota ha sido uno de esos pocos hombres- superiores que se hacen perdonar su mérito, y que, desnu­dos de vanidad y presunción, legan á su patria un nom­bre de q.uepuede justamente envanecerse.”Hasta en algunas de las poesías de aquel notable escritor revélanse los sentimientos generosos del que en su hogar concentraba los más tiernos y caros afectos. Buen padre de familia, era en el seno de los suyos modelo de ternura y de amor, que convertía en venerable santuario su humilde casa, de todos querida y respetada. Los seis hijos que so-26 BIOGRAFÍAbrevivieron al doctor Goyena, dejaron numerosa descen­dencia, que con razón venera la simpática memoria de su i- lustre progenitor (12).Ya es tiempo de entrar á hacer el estudio de las produc­ciones literarias del distinguido filósofo y poeta, que tan gratos recuerdos nos dejara.III.Es un hecho reconocido en la historia de la literatura que, si bien el apólogo pertenece á todos los hombres, á to­das las naciones y á todos los tiempos, ha florecido más en las épocas de servidumbre y despotismo, y en los países que, como los del Oriente, son la tierra clásica de la leyen­da, del mito y de la fábula; porque ésta no es sólo un me­dio ingenioso de expresar agradablemente pensamientos morales, sino á menudo el arma oculta que esgrime el débil y el oprimido, para corregir los vicios de los grandes y las miserias de los pueblos degradados.hio será, en tal concepto, fuera de propósito, sino por el contrario, absolutamente indispensable para juzgar del mé­rito, oportunidad y tendencias de las 'fábulas de Goyena, examinar antes, siquiera á grandes rasgos, la época en que le cupo en suerte figurar en la escena del mundo; el estado en que se hallaba la literatura entonces; y los obstáculos que tenía que arrostrar el que se decidía á recorrer el espinoso campo de las letras.Cuando nació don Rafael García Goyena, aún estaba la América española bajo el gobierno colonial, que como resultado de la conquista, no podía dar por consecuencia(12). Los h ijos á que se a lude eran R afael, C a lix to , Sebastián, F rancisca -M argarita y B envenuta .DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 27sino el establecimiento de los absurdos sistemas y del régi­men que estaban en boga entonces. Los monarcas españo­les, allende el Océano, con las'creencias de la época y la ru­deza de los pasados siglos, ¿qué política hablan de establecer que no fuese de absolutismo, de aislamiento y de ignorancia? Con razón el famoso Quintana, en líricas estrofas, calificó de crimen de aquellos tiempos la atroz codicia y la incle­mente saña de que fueron víctimas las feraces tierras con­quistadas por los aventureros españoles. Sabido es que desde Carlos V y Felipe II, que ordenaron la censura de toda obra por las Audiencias de Valladolid y Granada, y los arzobispos de Toledo, Sevilla y Burgos, hasta Carlos IV y Fernando VII, que prohibieron, para evitar trabajo á los censores, cualquier libro que contuviera versos, y todo pe­riódico que no fuese el *‘Diario de Madrid, ” lejos de haber protección á las letras, se impedía su ensanche y desarrollo. ¿Quién ignora que, desde el primer grito de ¡t ie r ra ! ¡t ie r ra ! lanzado por Colón, hasta el postrer suspiro de los monarcas iberos, al ver que se hacía independiente el Nuevo Mundo, se pretendió amoldar el espíritu de sus pobladores,así como, á fuerza de comprimirlo, al fin se amolda el cráneo deíindio, por el duro mecapal que lleva sobre su frente (13). Pero, ¿quién no sabe que en aquellos siglos, no sólo sobre Es­paña, que era por cierto la más adelantada de las naciones, y cuyas memorables hazañas y estupendo poderío llenaron de gloria las páginas de sus proceres, sino sobre el mundo todo, pesaban la intolerancia, el fanatismo y la autocracia, como la losa de una tumba pesa sobre los yertos despojos de una momia? ¿Quién no sabe que los pueblos coloniza-[1 3 ] “ P o r m andado de los reyes de España, se p ro h ib ió ba jo las penas más severas, que los colonos de A m é rica leyesen lo que se d ió en lla m a r l i ­bros de ficc ión , poesías, novelas, dram as, etc. N o h a b ía m ed io e n tre nos­otros de de le ita rse con la le c tu ra de la obra m aestra de l genio de C ervantes no se pod ía le e r n i á Lope de Vega, n i á Quevedo, n i á M ore to , etc.» [M e ­d in a — H is to r ia de la L ite ra tu ra co lo n ia l de C h ile . Tom o I , página X X V I . ]28 BIOGRAFÍAdores, casi siempre lian extirpado las razas conquistadas,, mientras que España trató de dar á sus posesiones en Amé­rica cuanto ella tenía de más caro: su religión, su lengua, y sus costumbres? No se crea, pues, que cuando lamenta­mos los errores de la Madre Patria y el atraso y obscuri­dad de las colonias, hay en nuestros juicios torcidas inten­ciones patrioteras^ ni en nuestras palabras són alguno de- vituperio; porque harto comprendemos que no se puede- con ligereza citar al pasado k guisa de reo ante el tribunal del presente, ni juzgar del espíritu de otra época por las- ideas actuales.liase dicho siempre que la familia es en pequeño lo que­ia sociedad en donde se forma y crece; por lo que no debe ex­trañarse que fuera el hogar en aquellos tiempos, sin liber­tad y sin expansión, algo como un monástico asilo, en el que la torva mirada y el ceño adusto del padre, infundían más que reverencial amor en el hijo, ese miedo que aleja instintivamente y que repele; esa hipócrita sumisión que- íalsea el carácter y tuerce las naturales inclinaciones del, niño y del adolescente. Los hijos muchas veces no dispo­nían de los sentimientos de su corazón para casarse, ni me­nos participaban de las tiernas y cariñosas confidencias de sus padres. La joven que no contraía matrimonio, iba al claustro por regla general. ‘‘Nuestros abuelos, hartos de los discreteos, latines y tiquis-miquis de las damas de Cal­derón, dice don Juan Valera, condenaron el saber en las- mujeres, denigraron á las sabias con los apodos de licurgas y marisabidillas, y pusieron el ideal femenino en la más- crasa ignorancia.”La esposa misma del doctor Goyena, que deseaba algu­nas veces usar atildado lenguaje; pero que por falta de es­tudios gramaticales, echaba á cada paso un gazafatón, de­cía que su marido era un juez muy severo, á lo cual con­testaba él irónicamente: ¡hija, yo no soy más que tu fe de­erratas!A España le sucedió, con sus posesiones americanas, que- incurría en el error, contrariando las leyes de la naturale-DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA GOVENA. 29za, de cohibirlo todo. A los padres les pasaba, por lo gene­ral, que juzgando cosa hacedera extirpar las pasiones, en vez de guiarlas y conducirlas, no había conato que no aca­llasen, ni expansión que no tratasen de comprimir. Cabe amor filial, sin gazmoñería; libertad, sin desenfreno; y auto­ridad paterna, sin ciegas imposiciones.En todo caso, al célebre escritor, cuya vida bosque­jamos, tocóle en lo político, el sistema colonial; y en lo doméstico, el de la patria potestad romana, que erafu e rz a y au to rid ad , según la definición del emperador Justiniano.En cuanto á lo literario, siempre siguieron estos países,en menor escala, los mismos pasos de España: culteranismo ó gongorismo, en el siglo XVII; deplorable decadencia hasta mediados del XVIII; y algún renacimiento, desde los pos­treros años de la última centuria. Ya entrado el sigh> XVIII, todavía continuó la decadencia de aquella literatu­ra, antes tan original, tan independiente, tan vigorosa y llena de soberbias galas. El purismo acabó por dar muerte al buen gusto; las,musas imitadoras perdieron su gentilezaV donaire, convirtiéndose en serviles farsantes de sentí-V /mientos adulterados y bastardos; y la literatura castellana trocóse, de apuesta dama que era, en tísica ensimismada,, cubierta de harapos ajenos. Las ciencias no andaban me­jor paradas por entonces, y todavía en los buenos tiempos, de Feijó y Mayans (14), las universidades de Salamanca y Alcalá se negaron á reformar el plan de estudios, sin querer abandonar el peripato, con todo y su cortejo de futilidades y absurdos, que traían oasi siempre reñidos á los crio llo s con los chapetones, pues los primeros eran “v ir tu a lis ta s y los segundos “ tom istas ,” según el lenguaje de las escue­las (15).Sería de ver uno de aquellos raros certámenes, como el[1 4 ] . «Teatro C rítico» y «Cartas L ite ra ria s .»[1 5 ] . E nsayo sobre la h is to r ia de la lite ra tu ra ecuatoriana: pág ina 17.BO BIOGRAFÍAque, con el nombre ó título de “Am orosa contienda de F ra n c ia , I t a lia y E sp a ñ a , sobre la augusta persona del señor don Carlos 111, se celebró él año 1761.” Se acostum­braba hacer una vistosa procesión, precedida de gran núme­ro de atabaleros; seguían muchos estudiantes en cabalga­duras, después los caballetas principales de la ciudad, mez­clados con la mitad de los doctores, montando mulas ó ca­ballos ricamente enjaezados; concurrían también funciona­rios públicos, y comisiones de las comunidades religiosas. Cerraba la procesión un sujeto distinguido, en magnífico caballo, llevando un cartel en forma de estandarte, donde se anunciaba el certamen. Dicho cartel se adornaba primo­rosamente con pinturas alegóricas. Al lado de la persona que lo conducía, caminaba el fiscal y el secretario, se­guidos de sus criados que lucían de costosas libreas. Iban por último algunos soldados de guardia para .conser­var el orden, entre la gran multitud que asistía á aquellas fiestas, en coche, á caballo y á pié. La comitiva salía de la casa del que llevaba el estandarte, y terminaba en la Uni­versidad, donde era recibida -por algunos doctores prece­didos del rector. En la Aula el secretario recitaba una com­posición poética y exponía los asuntos del certamen” (16). En seguida entraban en elucubraciones metafísicas, teoló­gicas, históricas; pero escasas de sustancia y en embrollado latín. Concluía el acto con un refresco, que costeaba el por­ta cartel, á guisa de prominente persona en el baturrillo doctoral, ó como dirían hoy, en la ve lada lir ic o - lite ra r ia , pues hay que advertir que también en aquella función ha­bía música, y que no falta quienes ignoran que la s ve la­das no pueden verificarse de día.En Guatem ala no hubo por entonces m ás que una im ­prenta, y e n ella se publicaba “La Gaceta Oficial,” el alm a-[1 6 ]. H is to r ia c rític a de la L ite ra tu ra y de las C iencias en M éxico , p o r I>. F rancisco P im e n te l; página 362.DEL DR. D. EAFAEL QARCÍA GOYEJSTA. 81naque, alguna novena, y como cosa extraordinaria, el “Re­glamento de la Bula y de los Diezmos,” ó “La Jura del muy amado y deseado Fernando VII.” Se daban á luz al­gunas crónicas, y varios libros raros permanecieron inédi­tos. Tenían escasas obras del extranjero y se vigilaba con ojo suspicaz cualquier impreso, si era español; porque los franceses, ingleses y de otras nacionalidades no fran­queaban las aduanas. Las reuniones literarias, los círculos académicos y las sociedades científicas, eran muy escasos por entonces (17).Y no se diga que en 1782 publicóse en Bolonia el poema didascálico del jesuita Landívar, natural de la Antigua Guatemala; y que también había figurado el poeta Juan de Meztanza, porque fuerza es confesar que el aparecimiento de aquellos versos latinos, tan justamente celebrados, ar­guye más bien la poca atención, si no desprecio, con que nuestra lengua se miraba; y del poeta, revelado por el in­mortal Miguel de Cervantes Saavedra (18), cuyas i-noduc dones son hoy desconocidas, podría decírselo que con jus­ticia se ha dicho del mismo G-oyena, que fué una rara ex­cepción; que sobrepujó á su tiempo; que era un genio pri­vilegiado; que se formó por si mismo, y que rectificó los vi­cios y defectos de la educación que había recibido.No es tarea que cuadre, por cierto, á nuestra natural in-[1 7 ] . P o r e l año 1772, la im p re n ta que e x is tía era la de don A n to n io Sán­chez C ub illas, en la A n tig u a G uatem ala, fre n te d e l e d ific io de correos; im ­p ren ta que se tras ladó á esta ca p ita l. E n e lla func ionaban , e l año 1791, la de don Ig n a c io B ete ta , y en 1799 la de la v iu d a de don Sebastián de A ré ­va lo .[1 8 ] . «Llegó Juan de M eztanza, c ifra y sum a De ta n ta e ru d ic ió n , d o n a ire y gala,Que no h a y m uerte n i edad que le consum a:A p o lo le a rrancó de G uatim a la ,Y le tru jo en su ayuda para ofensa De la canalla , en todo e x tre m o m ala.{V ia je a l Parnaso. C anto V I L ]32 BIOGRAFÍAclinación, esa de empequeñecer lo propio, y menos en ma­terias literarias, que de suyo enardecen el patriotismo. Siempre exclamaremos, á fuer de amantes de esta tierra, con el autor del “ R u s t ic a tio M ex icana“¡Salve, cara Parens,Salve Guathimala, salve!Pero no nos es dado desconocer las épocas, ni borrar los fastos de la historia, ni dejar de pintar, siquiera sea con pálidos colores, el atraso y la decadencia; decadencia y atraso que no eran peculiares al istmo centro-americano, sino que se extendían desde el río Grande hasta el rio Ne­gro, desde Nueva España hasta la tierra de las pampas; por más que no faltasen notabilidades, como la famosa “monja mejicana,” el ajusticiado Caldas, el sabio Mutis, cuyas obras fueron arrojadas á las llamas, el épico cantor de la Araucana, el incorrecto Juan de Castellanos, el dramatur­go Alarcón y pocos ingenios más, cuyas prominentes figu­ras aparecen alumbradas por los fulgores siniestros de las hogueras inquisitoriales, como para probar que jamás se puede extinguir del todo el germen de las ciencias y de las letras: hasta del árida y requemada roca brotan' á las veces algunas florecillas que esmaltan el estéril musgo y el ama­rillo jaramago.Tocóle á Goyena la época de la tormenta revolucionaria que estalló en los últimos años del siglo anterior, conmo­viendo á las sociedades hasta en sus más sólidos cimientos; tocóle también presenciar el comienzo del siglo presente, cuando el genio de la guerra, Napoleón, “sale como de una nube, semejante á un misterio; lanza su caballo á galope á través de la Europa; marcha á la casualidad envuelto en humo; abre ante sí, con la espada, paso á la revolución; deshace la historia á cañonazos; borra los límites geográ­ficos; mezcla el mundo como una madeja. Caila uno de sus. pasos es un ruido de hundimiento. Parece el consumatum, est del destino. Pálido sacrificado.!*, en pié á la entrada deDEL DR. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 33la centuria actual, celebra sobre la innumerable hecatombe del campo de batalla la pascua de una nueva humanidad.” (19) Tócole, por último, á nuestro poeta ser contemporáneo de-aquellas innobles escenas de humillación, de debilidad y de vergüenza que atestiguó el palacio real de Madrid, cuando Fernando "VIX subió al trono de sus abuelos, diciendo: “.Aborrezco y detesto el despotismo; empeño mi palabra de gobernar con la ley,” y luego ¡quién creyera!, como dice el historiador Lafuente, no tardó en agre­gar la ingratitud al engaño; y el que aborrecía y detestaba el despotismo hizo enarbolar de nuevo el negro pendón in­quisitorial abatido en Cádiz, y lanzó á los más ilustrados españoles á las áridas rocas del Africa, á los mortíferos presidios. En vano volvían entonces los peninsulares sus patrióticas miradas al lábaro de 1812; clamaban por la li­bertad; y no se detenían á reflexionar si aquella Constitu­ción era adecuada, ni si las circunstancias de los tiempos le eran,propicias. Por la liberal enseña expiraron en terribles calabozos y fueron al cadalso preclaros varones. Al fin juró con los labios el veleidoso monarca la misma Constitución que había empapado antes con la sangre de mártires ino­centes; y aquella memorable farsa se celebró con inusitado, inconsciente regocijo, como siempre celebran los pueblos medrosos é ignorantes cuanto se desprende del poder, por más que no alcancen á entenderlo; por más que lleve en el fondo perfidia, doblez y alevosía (20).[1 9 ] . P e lle tá n— L a P ro fesión de Fe de l s ig lo X I X . P á g in a 397.[2 0 ] - E x is te un curioso lib ro de 166 páginas, con fin ís im o s grabados de J. C asildo España, que lle v a p o r t ítu lo “ G uatem ala p o r F e rnando V I I , el d ía 12 de d ic ie m b re de 1808.» A l l í se re la c io n a con cuánta pom pa se celebró en este re in o la ju ra de aquel m onarca. Es d ig n o de recordarse aquí, p o r lo que concierne á la lite ra tu ra , que en e l ta b la d o que se e rig ió en la p laza m ayor? y que con ten ía buenas p in tu ra s d e l m aestro M a ria n o Pontaza, José M u ñ o z y D io n is io C ontreras, de la escuela de D . Ju a n J . R osales, se fig u ró u n e d if i­c io que s im bo lizaba e l te m p lo de l h o n o r. “ A un lado de su p ó rtico , que o fre c ía franca entrada, se ve ía la h is to ria s ig n ifica d a en una herm osa n in fa , escri-34 BIOGRAFÍAEn la plenitud de su vida se hallaba el doctor Goyena cuando las ráfa*gas revolucionarias llegaron á las colonias españolas, que muy pronto iban á aparcer, entre celajes de oro, formando soberbia pléyada de independientes repú­blicas. El aura de la libertad convertíase al tocar las cres­tas de los Andes, en rudo torbellino, que conmovió tam­bién, aunque sin bélico fragor, á los vecinos pacíficos de la capital del reino de Guatemala, que con júbilo patriótico declararon nuestra autonomía nacional el 15 de septiembre de 1821. El célebre poeta, ya pobre y enfermo, alcanzó á ver la esplendorosa aurora de aquel día memorable; fué contemporáneo de los revueltos sucesos que, por los miste­riosos senderos de la historia, condujeron á los monarcas españoles á perder para siempre el cetro americano.Entre las densas sombras que ofrece aquel triste cuadro de la Madre Patria, marchitos sus laureles, y casi sin per­fume la guirnalda de sus gayas flores, se destaca del en­vejecido lienzo la interesante figura del filósofo y poeta que representa en nuestros fastos literarios la transición deb iendo sus anales. E l tie m p o aunque decrép ito , to d a v ía robusto y p lacente­ro , te n d id o sobre e l suelo, y apoyado en una co lum na, sostenía en las es­paldas el g ran lib ro de la h is to ria . E n su co n to rn o estaban varias obras de autores regnícolas, ó escritas ó im presas en G uatem ala, respetadas de su fa ­ta l segur que las guardaba, y en la pos ic ión que las te n ía , in d ica b a n estar exentas de sus filo s destructores. Tales eran las crónicas de Vázquez y Re- mesal, la h is to ria de B e rn a l D íaz, los lib ro s de P a d illa , O viedo y L a n d ív a r. Cercano a l p ó rtico se re tra tó a l Sr. D . F rancisco A n to n io de Fuentes y Guz- m án, re g id o r y c ro n is ta de esta ca p ita l, que con e l u n ifo rm e de su cuerpo o frec ía á la n in fa su « H is to ria de G uatem ala»; y así com o e l tie m p o recog ía y conservaba nuestros lib ro s pub licados, e lla sepu ltaba los in é d ito s . A l l í se ve ía la h is to ria n a tu ra l de D, B las de P ineda y Polanco, las obras p o lé m i­cas de l deán D. F e lip e R u íz de C o rra l, las h is to ria s de G onzalo A lvaradO j. y F rancisco Tomás del V a lle , la a s tro n o m ía de C alderón de la Barca, los p re ­ciosos apun tam ien tos de D . Jua n Torres y D . Ju a n M acario , d é la sangre re a l de G uatem ala, é h ijo s de su re y C h ig u a v in c e llú , los d e l cacique D . F ra n ­cisco Gómez y o tros muchos.»— ¡L á s tim a que no se h u b ie ra n im preso tales: obras, de las cuales ya lio quedan más que los nom bres!DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA G0YENA, 35la colonia á la república, y que habría podido exclamar, co­mo Núñez de Arce lo hizo en posteriores años:♦“He visto tronos volcados,Instituciones caídas,✓Y tras recias sacudidas Pueblos y reyes cansados.Propios y ajenos cuidados Muévenme continua guerra,Y mi espíritu se aterraCuando, perdida la calma,Siento rugir en el almaLa tempestad de la tierra.”*No es sin embargo el caso de divagamos en filosóficas con­sideraciones. Cumple á nuestro propósito' hacer ver aquí que, en medio de las borrascas políticas figuró el doctor Groyena, y que esta circunstancia fue más bien favorable para inspirar su alma con variadas impresiones y sucesivos contrastes. Liríase que así se despertó en su espíritu, ob­servador y analítico la sed de ciencia, que era el fecundo origen de sus elucubraciones tan profundas en el fondo co­mo sencillas en la forma. Veráse más adelante cómo, sin acudir á ejemplos de lejanos tiempos, pudo nuestro fabu­lista explotar algunos de los graves sucesos de su épo­ca, cual rico venero de provechosas lecciones morales y políticas, que revistieron la forma del apólogo, disfraz que mejor convenía al carácter de aquella sociedad.. Hubo de arrostrar el poeta, con la fe que inspira al ge­nio, todos los obstáculos que entonces se oponían al que tuviera vocación para las letras. Ni era fácil tarea la de instruirse; ni se prodigaban los medios de penetrar en el santuario de las ciencias; ni se recogía por el crítico otro agasajo que el desprecio que acarrea la emulación, y el odio que provoca en el magnate y en el malvado'revelar al mun­do la existencia de sus Grímenes, vicios ó defectos; porque rara vez alcanza el aplauso de los contemporáneos quien36 BIOGRAFÍAfué superior á ellos. Triste es confesarlo, sólo la losa del sepulcro pone coto á ciertas pasiones rastreras, cuando no traspasa el linde de la tumba el áspid venenoso de la ruin­dad y de la envidia, cuya miserable cabeza aplasta al fin el tiempo con su planta, al caminar independiente y sereno por el campo de la historia.Pasma, ála verdad, que Goyena lograra alcanzar en aque­llos tiempos la profunda y variada instrucción que sus es­critos revelan. ¿Cómo pudo reunir el caudal de conocimien­tos que indudablemente poseía? Dado es afirmar, á nuestro entender, que fuera de los ramos de su profesión, hizo el poeta, por si solo, extensos estudios como humanista y li­terato; toda vez que no basta el talento, ni la imaginación, para escribir poemas tan perfectos como los que nos ha dejado, y en los cuales revela conocimientos históricos, filo­sóficos, políticos, zoológicos y de bellas letras. Tuvo maes­tros, como Moliére, el gran pintor de la humanidad; Iriarte, con sus fábulas literarias; Samaniego, con sus apólogos, de­dicados á espíritus juveniles; Florián, con sus primorosos pensamientos; y el poeta del pueblo, La Fontaine. Tenía nuestro literato algún libro de retórica, como el de Colonia, que comienza por cierto preguntando ¿qu id est fa b u la ? ; y se deja ver además, por las notas de las poesías del mismo doctor Goyena, que leyó mucho á Rollin, Bossuet, Poppe, Buffon y Linneo. Debe de haber contribuido también á que adquiriera nuestro Fedro americano conocimientos ex­tensos en las ciencias naturales, el establecimiento del mu­seo que fundó en esta capital, el 9 de diciembre de 1796 don Joseph Longinos Martínez, con el patriótico auxilio de per­sonas notables, que como el padre de don Rafael García Goyena, hicieron donativos pecuniarios para la creación de un gabinete de zoología, mineralogía y antigüedades, y de un jardín botánico (22) que gozó de merecida fama. Pero,(22) Véase la “ N o tic ia del e s ta b le c im ie n to d e l M useo en esta c a p ita l de la Nueva G uatem,ala, y exe rc ic ios p ú b lico s que lia n te n id o en la Sála de es-DEL DE. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 37más queT maestros y que libros, tenía Goyena ante sus ojos una naturaleza tan rica como la de estas comarcas; y lleva­ba él en su mente el destello divino del genio y en su cora­zón las delicadas fibras del sentimiento. Tenia penetración finísima, fuerza de análisis, imaginación creadora, y una gracia inimitable;“ L a grñee, p lu s belle encore que la beaute✓Si se considera, pues, que—á pesar del leve aliento que, en algunos ramos, se permitía al saber—la tendencia de la época que alcanzó el autor de las “Fábulas y Poesías va­rias,” y la educación que entonces se impartiera, de consu­no conspiraban á formar entes rutinarios, dados á soportar inspiraciones tradicionales y dogmáticos preceptos; no po­dría negarse que aquel escritor se adelantó en mucho á su tiempo y conservó siempre indemne la independencia de su carácter. Con. razón se ha dicho que “el genio es una planta espontánea, y que si la mano de Dios deja caer su semilla entre los matorrales del desierto, allí se desarrolla y pros­pera por sí misma, sin necesidad de esmero ni de cultivo; mientras que si el hombre se empeña en producirla á fuer­za de preparaciones y de desvelos, trabajará en vano, por­que el hombre no puede producir una chispa de la divini­dad.” Muchos años han pasado sobre las cenizas de nues­tro literato, que se guardan en desconocido mausoleo; pero los frutos de su numen, vivirán siempre y cada vez se apre­ciarán mejor. JSTo sólo existen diversas ediciones délas fábu­las, sino que algunas de ellas figuran como joyas preciosas en el “Parnaso Ecuatoriano,” en la “América Literaria,” de Buenos Aires, en la “Galería Poética Centro-America-tu d io de d ich o M useo los b a ch ille re s don Pascasio O rtíz de Le tona y don M ariano A n to n io de Larrabe.»— Im p reso en la o fic in a de la v iu d a de don Sebastián de A ré va lo . A fio 1797.ñ38 BIOGRAFÍAna,” en los “Libros de Lectura,” de Mantilla, y en otrascolecciones de poetas del Continente.Cada vez que se leen esos apólogos, tan originales «orno instructivos, agradan más, por su estilo sencillo y por lo jirofundo de las enseñanzas que contienen. Pero se necesi­tan dotes, de que, por desgracia carecemos, para aquila­tar en crítico análisis todo su valor; porque así como es fácil llenarse de admiración ante uno délos cuadros de Rafael ó de Miguel Angel, que extasían hasta á los más profanos; es muy difícil juzgar, desde el punto de vista es­tético, la corrección de las líneas, la maravillosa armonía de las formas, lo delicado de las sombras y lo admirable de launidad artística del conjunto.¡Ojalá que al estudiar las primorosas composiciones de Gfoyena, no nos suceda lo que suele acontecer al que se acerca al objeto de sus amores, que después de tener en la mente tánto que decirle, puede apenas con pálidas frases expresar la pasión que le inspira! En todo caso, repetire­mos las palabras con que comienza el discurso que nuestro laborioso compatriota don Alejandro Marure escribió acer­ca de las fábulas que vamos á analizar: “El sabio no nece­sita de elogios, sus obras son su mejor panegírico.”r s r .Cuando la mitología pagana nos refiere que el oráculo de Lelíos aconsejó á Esopo que difundiese verdades importan­tes, por medio de sencillos ejemplos, nos revela en cuánto aprecio tendrían aquellos apólogos, los que, en su fogosa imaginación forjaban dioses, y poblaban de seres ideales las esferas del arte; pero dedúcese del consejo mismo del augur, cuán difícil será, por medio de un sencillo poema, en que bajo la piel ó la pluma de los animales, se retrata á los hombres, enseñar máximas que, á lo profundo y moral, reúnan el atractivo de la sinceridad y de la gracia.DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 39Para que esas pinturas logren el fin que deben proponer­se, no basta bosquejar en fáciles versos, de correcta expre­sión y cortes académicos, una verdad útil. Se hace preciso disfrazarla con el ropaje déla alegoría, dándole risueño co­lorido, por medio de apropiadas imágenes, y haciendo que á la variedad del relato, y á la rapidez y riqueza de la pin­tura, se una la discreción del autor, á fin de ocultar el arti­ficio del poema. Para reunir todas estas condiciones en la práctica, se requiere genio poético especial, que es dón del cielo. En esa misma simplicidad que aparentan los anima­dos diálogos de las bestias; en esa naturalidad de caracte­res; en esa fidelidad de pinturas, hay un artetan difícil que no es dado sino á muy pocos encontrar colores eñ su paleta para cuadros tan finos. “Mucha sal ática, un estilo elegan­te, la más profunda filosofía, raro buen sentido, y saeta de dorada punta, se necesitan para seguir las huellas de Pil- pay ó de Fedro: necesítase la ingenuidad de La Fontaine, la simplicidad de Ratisbonne, la agradable enseñanza de Hartzenbusch.” En efecto, las fábulas son como esos espe- jos portátiles que, por pequeños, deben ser de riquísimo cristal, para que tengan valía; son como esas miniaturas de mérito irreprochable, que se examinan de cerca y hasta con lente, una vez que de otro modo ninguno las aprecia; son copias animadas de escenas que nos parece ver, al través del velo de la ficción, como sucede tomando al acaso cual­quiera de las de Goyena. Por ejemplo:El J in e te y el P o tro .Trátase de domar un fuerte potro,Se ofrece un guapo y dice con viveza: “Yo lo voy á montar, no ha de ser otro.”Mientras aquél se ensilla y adereza,Se prepara también el guapetón Para la grande, peligrosa empresa.B IO G R A F ÍAAjusta las espuelas al talón,Y acomoda en la mano la zurriaga;Pero uno dice allí por compasión:—¿Quieres que ese animal pedazos te haga Si con esos estímulos se irrita?Cuidado con el potro que no amaga.Deja el azote, las espuelas quita,El agarrarse bien y fuertemente,Es lo único que aquí se necesita.—Pero risueño el domador valiente Tiene por excusada, necia y tonta La advertencia de aquel impertinente.Y con resolución confiada y pronta,De juicio y de temor no menos falto,Con un brinco ligero el potro monta.Este puesto en dos piés sube tan alto Sacudiendo la carga no consueta,Con uno-y otro furibundo salto.Las piernas contra el bruto el otro aprieta Por más seguridad cual se requiere Para sentarse bien á la jineta.La esjjuela entonces con sus rayos hiere Al potro que sintiendo la aspereza,Con la furia tragarse al mundo quiere.Ya mete entre las manos la cabeza,? obre ellas elevando el cuerpo entero,Da las coces á pares con franqueza.Ya en los piés apoyándose ligero,Sobre su pecho con furor bracea,Como luchando con el aire fiero.DELDR. D. RAFAEL GARCÍA G05TENA. 41Con vibratorio impulso coreobea, Arrojando la boca espuma blanca, Mientras tanto el jinete balancea:De la silla, que ocupa ya lo arranca,Ya lo postra de bruces sobre el cuello,Ya de espaldas lo tiende sobre el anca.Agitado no alcanza ni resuello;Con todo eso, le pega un zurriagazo__¿Pero, qué ha sucedido? ¿qué es aquéllo?¡Qué desgracia! ¡Infeliz, pobre guapazo, Cómo sin alas por el aire vuelas!¡Qué golpe tan terrible, qué porrazo!Estimular con látigo y espuelas A un indómito potro cimarrón,Es avivar la juvenil pasión Con versos amorosos y novelas.La enseñanza moral se deriva de ese símil tan apropiado como bien desenvuelto. No huelga nada en el relato, ni se nota el menor esfuerzo en la conclusión. Allí la juventud, con su ardoroso frenesí de goces é impresiones, aseméjase al potro idómito que no soporta acicates. Como le lasti­man y excitan, así también esas novelas procaces y esos versos eróticos y libres corrompen, y vician los inexpertos corazones. Cuando Goyena escribió aquella fábula, apenas se conocían en Guatemala libros de imaginación, como el Qui­jote, Pr. Gerundio de Campazas, Gil Blas de Santillana, el Diablo Coj uelo, y otros que llegaban á la América de con­trabando.,Aún no había sobrevenido el lurte de novelas que inundan hoy las bibliotecas, y que, si no carecen de mérito literario, exhiben á la luz del sol lo más impúdico, lo más inmoral, lo más libidinoso de ese naturalismo co-42 BIOGRAFIArrompido y corruptor; de esa nauseabunda escuela, que desgraciadamente tiene en sus filas genios como Gauthier, Zola, 1 laudet, y el imitador López Bago. La huella que en almas juveniles tal lectura marca, es más sangrienta, es más profunda, que la que imprime la acerada espuela en el be­litre, indómito corcel. Esas historietas, tan bien escritas como impúdicas; tan llenas de atractivos como peligrosas; producen en el corazón impresionable de una joven el mismo efecto que causa el hielo en la mañana de las flores: las de­ja como petrificadas, sin vida, sin brillo, sin perfume. Po­dría decirse de ese naturalismo, que apadrina el crimen y la prostitución, lo que Virgilio dijo de las Arpías:4 4Con tactuque om nia f cedant. ’5Tal vez estas ideas no cuadren bien á la desenvoltura de ciertas gentes que, con sonrisa irónica, hallarán en nuestro modo de pensar algo como la estrechez de miras de un ce­nobita ó los nimios escrúpulos de una monja.—¡Que dijera todo aquéllo el fabulista del siglo pasado,—exclamará al­gún mozuelo de naciente bozo y de libres tendencias—sea en buena hora; pero que, en pleno siglo XIX, se declame así contra la libertad de leer, es anacrónica persistencia, es re­troceso!—ISTo sabemos que será, ni si los calificativos que quisieran dar á nuestro humilde juicio fueran justos; porque no es raro ver que los epítetos significan á menudo lo con­trario de lo que las palabras valen en su verdadero y ge­nuino sentido. Sólo nos será lícito observar que Goyena no fue dado á hipócritas arterías, ridiculas exigencias, ni risi­bles trabas; y que por lo demás, no hace mucho tiempo que en Berlín el director general de policía decomisó diezioeho mil volúmenes de esa clase de obras, existentes á la sazón en venta pública. En países como Inglaterra y los Estados Unidos, que disfrutan de libertad bien entendida, han pro­hibido el tráfico de tales libros; porque creen que, así como la libertad de cultos no alcanza á tolerar los sacrificios de víctimas humanas, tampoco la libertad de escribir llegahasta sacrificar en plazas y calles, con criminal cinismo, el pudor, la moral y la decencia. La libertad, esa diosa tute­lar, no soporta maridaje con el mal.Por lo que respecta al fondo de los poemas alegóricos que estamos examinando, cabe asegurar que reinan en to­dos ellos la moral más pura, los consejos más saludables y las indicaciones más sanas. Bien sabía el autor que el apó­logo es algo divino que no debe prostituirse. En los tiem­pos antiguos atribuyóse á Sócrates; como que era, según el criterio de la época, el mortal que más se acercaba á los dioses, y que originó la filosofía más elevada, Si alguna epístola-, y los apólogos “Los Gatos en Brama” y “El Pre­lado y su Discretorio,” pudieran dar margen á censura ó reproche, son á la verdad pequeños lunares que no afectan el fondo general de la poesía gnómica del doctor Goyena, Previó con clarísimo talento, que el escepticismo y la in­credulidad de los enciclopedistas serían para nuestro siglo una fuente de desastres; y compuso, bajo el influjo de tales impresiones, una de sus fábulas más originales, de animado diálogo, de versificación suelta y de intención profunda. Hela aquí:La A ra ñ a y la O ruga.DEL DE. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 43Bajo un vaso cristalinoSuelo encerrar las orugas,Para saber cuándo y cómoEn mariposas se mudan.*Este insecto, per instinto, Para la muerte acostumbra Disponerse en un retiro Lejos del comercio y bulla.En abstinencia perpetua, Y con vigilancia suma,Sus postrimeros instantes Toda su atención ocupan.BIOGRAFÍAá4De cierto humor glutinoso Que de sus entrañas purga Con delgados hilos teje Las fatales ligaduras.Contra lo terso del vaso Repetidas hebras cruza,Y sobre ellas sus cenizas,*Y las esperanzas funda.Allí con impulso propio La antigua piel se desnuda,Y bajo el nombre de ninfa, Una bolsa lo sepulta.Pasados algunos días,En que el calor la fecunda, Ya mariposa brillante Sale volando de la urna.Observando este portento Una vez, como otras muchas, Vi en un pequeño resquicio Que estaba una araña oculta.Entre el vaso y la pared Extendió su tela, astuta,Con cuyo doloso arbitrio,Su efímera vida busca.Atiabando cautelosa A un gusano en su clausura, Entre dientes murmuraba, Haciéndole mofa y burla.“;Q.ué raro tema, decía,El que á este bicho preocupa! .No come, bebe, ni duerme, Pensando sólo en la tumba.DEL BE. D. RAFAEL GARCÍA GOYENÀ.¡Pobre diablo! con qué empeño, Con qué calor, y qué furia Ha tomado por oficio Labrarse la sepultura.Las entrañas se devana,Y para morir madruga,De las delicias se priva,Y basta el pellejo renuncia.Yo también me desentraño, Pero por la causa justa De procurarme la vidaY placeres que la endulzan.Al solo nombre de muerte El cuerpo se me espeluza,Su más remoto peligro Me hace guardar esta gruta.”Oyólo todo el gusanoY con su voz moribunda Le dijo: “Los dos tenemos Razón en nuestra conducta.Tú, que otra vida no esperas Más que la presente, gusta De sus placeres, ̂y teme Que la muerte los destruya.Yo voy alegre al sepulcroY aun lo prevengo de industria, Porque la muerte es el medio De mejorar mi fortuna.Ahora soy gusano humilde Que rae arrastro con angustiaY mañana ave del cielo Volaré por las alturas.40 BIOGRAFÍALo mismo decir pudiera Un fraile de la cartuja,Contestándole á Yol taire Los sarcasmos y las zumbas.Siglo que ilustrado llaman Las arañas de que abundas,Aprovecha las lecciones Con que un gusano te alumbra.En esa composición, como en otras varías del autor, cam­pean la armonía, ligereza y naturalidad, con lo sencillo de las descripciones y lo bien escogido del asunto. Cuando Gro- yena pinta los objetos, por medio de versos que parece bro­taran de su pluma sin trabajo alguno, nos los presenta de bulto, como para que un dibujante los trasladara con fide­lidad á un lienzo.¿Quién pudiera describir, con tal destreza, el porte y ga­llardía de un corcel, queEl diestro jinete pone Su docilidad en prueba,Y él corresponde obediente Al manejo de la rienda.Ya sofrenado reprime Contra el pecho la cabeza,Eormando del cuello un arco I)e largas, lustrosas cerdas.Tasca el espumoso freno:Las manos con pausa alterna,Todo el cuerpo equilibrado Sobre las partes traseras,Bufa y la hinchada nariz Con el resoplido suena:Su larga tendida cola En el movimiento ondea.Ya soltándole la brida,Y aplicándole la espuela,DEL DE. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 47Tiende el cuerpo, y se dispone A la rápida carrera.Con ambas manos á un tiempo El suelo Mere, y con ellas,Y los pies horizontales,Describe una línea recta.Esa fábula, que por extensa no hemos insertado íntegra, demuestra una verdad que, aunque palmaria, no ha sido generalmente acatada en estos países de origen español, que sin curarse de la educación política del pueblo, han consumido su juventud en infecundos ensayos casi siempre, y en estériles luchas fratricidas. La educaciones la base de la libertad:El hombre, sin las costumbres Que la educación engendra,En lo político toca A la clase de las bestias.Mientras no existan en la masa social de la América lati­na la educación cívica y la moral cristiana, como en los Es­tados Unidos, seguirán los cancros de la teocracia, ó del mi­litarismo, devorando las entrañas de la más bella porción del Nuevo Mundo.En el apólogo “La Cocinera, las Gallinas y las Palomas,” se contiene en salientes y breves rasgos, una lección elo­cuentísima desentrañada de un caso, como dice el mismo poeta,Que, aunque común y trivial,Bajo un político aspecto Tiene algo de novedad.Yí á la vieja cocinera .Acercarse al palomar,Y á los pichones sin sustoA vista del gavilánCogió,de ellos los precisos48 BIOGRAFÍAPara el gasto, familiar,Y pasóse al gallinero Que allí colindante está.Quiso coger una polla,Y al hacer el ademán,El gallo puso los gritos En el cielo y más allá.Las gallinas lo siguieron Todas de conformidad, Cacareando en varios tonos Sin concierto ni compás.La vieja quedó aturdida Con el grito general,Y, apretando entre las manos La cabeza, volvió atrás;Cerróse trás sí la puerta Del bullicioso corral,Y viéndose afuera, dijo: “Dios me libre, nunca más:Reniego de las gallinasY su mucho cacarear;No se puede coger una Sin que griten las demás.9Aténgome á mis palomas Que con gran sosiego y paz, Metidas en sus casitas,Las cojo de par en par.Ciudadanos españoles,Los que en Gruatemala estáis, Las gallinas os enseñan Cual es la acción popu la r.Quien agravia al individuo Ofende á la sociedad,D E L D R . D . R A F A E L G A R C ÍA G O Y E N A . 4 9« • .Y da motivo á la quejaY clamor universal.Muy largo fuera, aunque agradable siempre, ir examinan­do cada fábula de la preciosa colección que en este momen­to tenemos á la vista. ¿Cuál merecerá entre todas la prima­cía? Difícil es indicarlo, cuando hay en unas colorido tan peculiar de costumbres nacionales, que todo es nuéstro, has­ta las aves que en ellas figuran; hasta los nombres provincia­les que no desdeña el poeta, como sucede en la de “Los Sa­nates y el Loro,” “El Zopilote con Golilla,” “Los Sanates y el Burro.” En otras, se encuentra inimitable belleza descrip­tiva, como en “El Venado, la Serpiente y la Paloma,” que aduna lo ingenioso de Esopo á lo hábil de Fedro, y espiri­tual y profundo de La Fontaine. En todas se ostenta la flexibilidad, si se puede decir así, del alma del escritor, que sigue perfectamente cuanto movimiento ejecuta el sujeto que analiza. En ninguna se echa de menos la unidad de plan, lo sobrio del relato, lo animado de la descripción, lo ameno de la trama y lo elegante del ritmo de la lengua de Castilla. No es-dable, pues, atreverse, con candorosa sufi­ciencia, á escoger la mejor fábula de Goyena, así como es­coge con satisfacción, en uno de esos variados y suntuosos almacenes, un abanico ó un ramo de flores, la fastuosa y presumida coqueta; vale más en tal casô ser como el niño inocente que, ante el brillante surtido de juguetes, que al- hagan su imaginación y deslumbran su infantil deseo, per­manece por momentos indeciso, y quisiera después abar­carlos juntos con sus torpes manecitas. No podemos, sin embargo, resistir á la tentación de copiar el acabado apólo­go que se intitula.El M a s tín y la R a ta .En la opulenta vivienda De un ricote, estaba echado50 biografíaUn grande mastín cebado De éstos que guardan la hacienda. Una rata reverenda Mirando el paso seguro,Dejó el subterráneo obscuro En que tiene domicilio Para pedirle su auxilio En un gravísimo apuro.✓Llega con modestia grata,Ante el perro te se humillaY en tales términos chilla La humilde y tímida rata:“Si entre los hombres se trata De excitar la humanidad,YA tengo necesidad,En mis crecidos tormentos,De implorar los sentimientos De,vuestra animalidad.Soy una misera viuda,Que á seis hijitos mantengo,Y bajo del sol no tengoUna alma que esté en mi ayuda. Me ha jurado guerra cruda Un gatazo fementido Que acabó con mi marido,Con mi madre, con mi abuela,Y á toda mi parentela Tiene un odio envejecido.No vivo libre un momento De continuos sobresaltos, Recelando los asaltos De este enemigo sangriento. Cuando busco el alimento Necesario á mis menores,i Con qué sustos y temores,Y qué precauciones gasto Para no servir de pastoA sus dientes trinchadores!Aunque es tan cruel y terrible Para nosotros, con todo,Se conduce de otro modo Ante tu aspecto terrible.A sólo tu vista horrible Se eriza todo el gatazo,Pone en arco el espinazo Cola y orejas encogeY en algún rincón se acoge,Temiéndose algún fracaso.Siendo, pues, tan superior Por tu fuerza y valentíaY tanta la cobardía Del tirano mi opresor;Será para tu valorMuy pequeña esta victoria,Pero eclipsará la gloria De toda la gatomaquia,Y desde Lempa al Valaquia (28)Celebrarán tu memoria.A esta infeliz patrocina,Tu noble esfuerzo me valga,No permitas que se salga Esta fiera con mi ruina.A tu cólera canina No puede hacer resistencia;DEL DB.' D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 51(23) E l Le m p a es u n r ío de la re p ú b lica de E l Salvador. E l V a la q u ia es o tro r ío de C h ile . *52 BIOGRAFÍALíbrame de la violencia De su famélica saña,Y liarás con solo esta hazaña Segura nuestra existencia.”El mastinazo tenía Sobre las manos cruzadas Descansando Jas quijadas,Y al soslayo la veía. Contestándole, decía4A la rata dolorida:• “Lleve en paciencia, querida,Sus temores y disgustos,Que á cambio de tales sustos Se nos concede la vida.Ningún mortal se sustrajo De pagar ese tributo,Desde el león monarca bruto,Al humilde escarabajo.Está en regla su trabajo,Según cierto colegial,Pues tanto el bien como el mal, El descanso y la fatiga,Entran en el plan, amiga,Del sistema universal.”En esta sazón gritó El amo, porque enfadado Le daba voces á un criado,Y luego el perro ladró.Al punto se levantó Diciendo: “voy en ayudaDel pobre hombre, que sin duda En algún peligro está,Y tal vez extrañaráQue á su defensa no acuda.”DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA G O YEN A. 53De esta suerte se despide,Y ladrando el perro corre Hacia el hombre á quien socorre Sin que nadie lo convide.Pero á la rata que pide Con necesidad extrema,La deja que gima y tema, Añadiendo el desconsuelo De que su pena y su duelo Esté en orden del sistema.Aliviamos al pudiente En sus penas moderadas,Y en las suyas reagravadas Dejamos al indigente.Bien sabes, lector prudente, Que es fábula lo que escribo; Pero si eres reflexivo,Y de memoria no escaso,Te acordarás de algún caso Idéntico v efectivo.“¡Qué cuadro de costumbres tan bien acabado! (Exclama nuestro distinguido literato don José Milla.) ¡Qué toques tan felices! ¡Qué versificación tan fácil y correcta! El con­traste de la fuerza, la superioridad, el orgullo y el egoísmo con la debilidad, la pequenez de ánimo, el abatimiento y la necesidad del ajeno amparo, están perfectamente dise­ñados en el mastín y en la rata. El diálogo es animado; nos olvidamos de que hablan animales; creemos oir seres huma­nos, ver una escena de la vida real. La indolencia medio filosófica y medio desdeñosa del mastín contrasta con el afán servil que muestra, apenas cree que lo necesita el po­deroso. Esa fábula da idea de que el que la escribió era un verdadero poeta. Hartzenbusch la habría escrito igual; pe­ro no'tal vez mejor.”654 BIOGKAFÍAAsi como en los renombrados apólogos de Florián, se en­cuentra mucho del tinte revolucionario del año 1789, nos descubre Groyena en sus fábulas políticas que aquellas ideas francesas hablan franqueado ya la inmensa valla que les oponían las aguas del Océano. El pensamiento, como laelectricidad, salva todas las distancias., *Hombre de talento, de corazón y de perspicacia, no era nuestro literato partidario del absolutismo^ ni se forjaba ilusiones con efímeras promesas de partido, ni corría desa­tentado tras novedades imprudentes y desastrosas. Muchos de los acaecimientos de su tiempo fueron previstos por él, y otros tan fielmente bosquejados, que hasta hoy leense con gusto aquellas producciones. García Goyena no era adorador del tradicionalismo ciego, ni tampoco fué partida­rio del bochinche, de la desmoralización, y de ese incom­prensible desvarío“Que cubre nuestras almas con un velo, Como el sepulcro, impenetrable y frío; De ese insensato pensamiento impío Que destituye á Dios, despuebla el cielo Y precipita el mundo en el vacío.”Por el contrario, recordaba que, hasta los más grandes hombres han caído en exageraciones, y que si Milton repre­sentó el celo intolerante de los puritanos, también Calde­rón hubo de inspirarse,en la sombría piedad de Felipe II. El filósofo, cuyas obras analizamos, acababa de ver que, en nombre de la libertad, se degolló á un pueblo entero; y que, bajo el peso del absolutismo, fueron al cadalso Padilla, Riego y los otros mártires de España. Por eso, en varias de las letrillas y en algunas de las fábulas de Goyena, en­contramos profunda intención política.“La fábula de “ Lo s Sanates en Consejo,” es un remedo ingenioso de lo que pasa muchas veces en los Congresos hu-manos. La que tiene por título “ L o s A n im a le s congrega­dos en Cortes,” y cuyo argumento, como el de la primera, está tomado de un hecho histórico, nos reproduce fielmente en el fingido lenguaje de las fieras que claman libertad, el mismo idioma que usan, de ordinario, esos espíritus turbu­lentos que descuellan en los tiempos de revueltas.DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 50Libertad grita el Tigre, en todo caso Para que por las plazas y las calles Me pueda yo pasear sin embarazo. Libertad absoluta sin detalles,Al mismo tiempo reclamaba el Oso Para rugir por montes y por valles. Repite libertad el cauteloso Jacal, poniendo su mirar ferino En el Conejo débil y medroso. Tengamos libertad dice el dañino Lobo, para dejar la obscura gruta,Y salir á las claras al camino. Demanda libertad la Zorra astutaY que mueran el Hombre y el Mastín, Para que pueda ser más absoluta. Nuestro Gato montés y el Tacuazín Son de la libertad declamadores;Y todos piden libertad al fin.No era posible haber representado más al vivo, algunas de las escenas de que debíamos ser testigos, en medio de la conflagración que iba á abrasarnos, durante un largo perio­do de licencia y anarquía. Así era como Goyena, ocultando la verdad entre los velos de la ficción y usando de la Fábu­la como de una institución política, ponía delante de nues­tros ojos la imagen de nuestros extravíos; así era como da­ba lecciones de prudencia á sus conciudadanos, al borde yaBIOGRAFÍA56de una transición peligrosa, y les mostraba el abismo en que pudiera hundirnos una regeneración súbita.” (24)Los rasgos tan breves como filosóficos que caracterizan las fábulas guatemaltecas, revelan que el autor conocía á fondo el corazón humano. Léase la que lleva por título “El Piojo, la Pulga y la Nigua,” y severa lo que son los amigos, consecuentes en los tiempos de bonanza y desleales en la ad- versidad-y en el infortunio. La de “Las Palomas y los Sana- tes nidificando” tiene mucho sabor patrio, y retrata con mano maestra, los goces de la fidelidad conyugal y los pe­ligros del libertinaje. La de “Las Hormigas y la Lombriz,” demuestra que cabe la entonación épica en el humilde apó­logo; y la de “El Pavo Real, el Guarda y el Loro,” á la par que envuelve amarga crítica, revela una espontaneidad y soltura admirables y un lenguaje ajeno á toda presun­ción y artificio.No pueden recorrerse las composiciones de Goyena sin tropezar á cada paso con riquísimas joyas engarzadas en el más preciado metal. ¿Quién no admira, en aquel poema ale­górico de “Los Animales congregados en Cortes,” descrip­ciones como ésta? •Aquí la maliciosa Zorra dijo:Oigan al charlatán, oigan al Mono,Cómo quiere con gestos y parola Imponernos la ley y dar el tono;Pensará que sólo él ha dado en bola,Y que sabe pensar como la gente,Sin mirar por detrás su. larga cola.Como muestra de originalidad y de toques soberbios, en que con tintes locales y hasta con voces propias de estas comarcas, se describe la alegría y bullicio infantiles, y la[2 4 ] D iscurso do don A le ja n d ro M aru re , p ron un c iad o el 7 de agosto de 1S34, en la “ A cadem ia de E stud io s .'’DEL DR D. RAFAEL GARCÍA GOYENA. 57hipócrita explotación que de los principios religiosos, á tí­tulo de piedad y de misticismo, suelen hacer los santulones y las beatas; va ahí ese modelo:Los M uchachos, los S a n a te s y el Loro.En un naranjal su nido Un sanate construía,Y en el pico conducía El material escogido./Con algún conocimiento De reglas de arquitectura,De la más gruesa basura Usaba para el cimiento.Un bejuco, el desperdicio, Una piltrafa, un andrajo,De mecate un estropajo, Fundaban el ediñcio.Con más ligero y más fino Material, después trabaja: Cerdas, hojarasca y paja, Retales de lana y lino;Al fin el nido se acaba,Y en pelillos delicados Yacen los huevos pintados Que la madre fomentaba.Quiso la desgracia un día, Que un muchacho juguetón Yió que del nido un cordón De san Francisco pendía.í>8 BIOGRAFÍAA otros compañeros llama, Sube al árbol en un vuelo,Da con el nido en el suelo Desprendido de la rama.Juntos todos con gran prisa Proceden al inventario: “¡Miren un escapulario!Gritó uno, muerto de risa;Otro dice: “aquí hay retazosDe patentes ó de bulas__¡La medida de Esquipulas! ¡Jesús! ¡qué picaronazos!Dice'otro: “si ámás no viene,Este ramo está bendito__Miren este rosarito__Sólo dos misterios tiene.......A ver, á ver la estam pita,Es de san Pedro y san Pablo De la cruzada . . . ¡qué diablo De sanata tan maldita!”El examen satisfecho De los andrajos devotos, Dejaron los huevos rotos,Y el nido todo deshecho.Mientras tanto, amotinados Los sanates, daban gritos Diciéndoles: “¡ah, malditos, Herejes, excomulgados!¡Oh! ¡qué horrendo sacrilegio! Lo más sacrosanto y píoDELDR. D. RAFAEL GARCÍA GOYEjSTA. 59Cómo lo ridiculizan!Las plumas se nos erizan,¡No hiciera más un judío!¡Qué juegos tan execrables! ¡Qué chacotas tan punibles! ¡Hacer objetos risibles Las reliquias venerables!Pero, el Cielo que es testigo Le tanta profanación,Lará á vuestra irreligión Correspondiente castigo.”Oyendo estos disparates, Dizque un loro muy ladino De un licenciado vecino Dijo, hablando á los sana tes:“La profanación, hermanos, Y a la hizo quien de estas cosas, Sagradas y religiosas,Se sirve en usos profanos.A los cintos y cordones,Por su bendito instituto,No conviene el atributo De empollar y criar pichones.Ese celo tan extraño Que mostráis por su respeto, Sólo tiene por objeto Evitar el propio daño.”La defensa muchas veces De la religión hacemos, €uando de acuerdo lavemos €on los propios intereses.60 BIOGRAFÍALa religión soberana Y sn divino derecho, Conforme á nuestro provecho, Se consagra ó se profana.Al acabar de leer tan original apólogo, no podemos me­nos de admirar el talento creador, la viveza del estilo, 3a energía de los conceptos, y la enseñanza moral que exhibe un cuadro tan bien delineado, como lleno de saludables aplicaciones. No hay duda de que Goyena., profundo ana­lizador, comprendió que el poeta latino-americano debe ins­pirarse en asuntos locales, y por eso fué en sus escritos eminentemente nacional. Se ha dicho que es preciso leer á Corneille bajo un arco de triunfo, y á Hacine en los jardines de Versalles; pues bien, á Goyena es preciso admirarlo en medio de esta naturaleza animada y llena de atractivos, con que plugo á Dios dotar á nuestra patria. Hasta los pro­vincialismos que aparecen en los versos, danles gracia es­pecial, y ese perfume que sólo tienen las silvestres flores de nuestro suelo. Bien hizo el fabulista en no ir á mendigar asuntos extraños, ni á rebuscar palabras de relumbrón. El talento se ostenta mejor y luce más, al lado déla naturali­dad y de la sencillez. ¿Por qué son tan bellas, si nó, tan tiernas, tan seductoras, las estrofas de Gutiérrez González, de Milanés, de Acuña? Porque parécenos ver en ellas la ñor de bata tilla, tal como es, con sus preciosas galas; la tórtola de los montes, con su selvático canto; el santuario del amor, con sus lámparas y sus altares.En cuanto á la corrección del lenguaje, preciso es con­venir en que, si algunas pequeñas faltas se notan en las fábulas que examinamos, deben atribuirse á la preste­za con que escribía y á los malos tiempos que su autor alcanzó. Ni todo puede ser irreprochable, ni el célebre va­te dejó de rendir tributo á ciertas aberraciones de su épo­ca.,Hay algo de conceptuoso, nimio y rastrero en las “Poe­sías varias,’5 y mucho de trivial y de alambicado en aque-DEL DE. D. RAFAEL GARCIA GOYENA. 61lias insignificantes cuartetas y redondillas; en aquellos pe­destres versitos congratulatorios, que fueron simplemente de circunstancias. Entendemos que algunas de esas compo­siciones serian escritas sin ánimo de darlas á la estampa, y aun se afirma generalmente que la desgraciada fábula de “Las Golondrinas y los Barqueros” no es del doctor Goye- na, por más que figure en todas las ediciones que de sus versos se han liecho.Entre las composiciones satíricas se encuentran algunas que, aunque hacen relación á sucesos antiguos, no carecen de chiste y donaire; por ejemplo, la que lleva el estribillo del tema de una desjuiciada, que á principios del siglo re­corría las calles de esta ciudad, haciendo confesión de sus culpas al Santo Oficio. Esa epístola es como sigue:Una loca ex comunal Se ha puesto muy de mañana, Debajo de mi ventana Con un tema original:En la cabeza un guaca l Tiene á modo de morrión,Y ensarta una relación Tan larga como un proceso, Que empieza: Yo me confieso, A la San ta In qu is ic ió n .Por este accidente ingrato,Al escribir las noticias,Que tánto, amigo, codicias,Me interrumpo cada rato.Este clamor inmediato De su molesta canción Me arrebata la atención,Y pierdo el hilo y el seso, Oyendo el: Yo me confieso, etc.62 BIOGRAFÍATe escribo así finalmente,Y tú allá, como entendido Darás á lo interrumpido, Inteligencia suplente;Sabrás que ya está en corriente La nueva Constitución,Y según la observación Que se tiene, buen suceso Promete: Yo me confieso, etc.Considera ya desiertas Las lóbregas bartolinas,Que á las prisiones dañinas Se cerraron ya las puertas;Mas yo las quisiera abiertas,Pues cerrada una prisión Indica la presunción De que contiene algún preso Adentro: Yo me confieso, etc.Ya se oyen los soberanos Derechos de la igualdad,Y de la gran sociedad Todos somos ciudadanos;Excepto los africanos,Cuya servil condición,Ha sido un negro borrón Que apenas lo quita el yesoMás blanco__ Yo me confieso, etc.%Hubo juntas parroquiales,Y según los votos varios,Salieron compromisarios Para las electorales:Merecen estos vocales Toda nuestra aprobación Por ser de la aceptaciónDEL DJB. D. RAFAEL GARCÍA G0TENA. 63Y consentimiento expresoDel pueb lo___Yo m e confieso, etc.Puestos ya los electores En su respectivo asiento,Proceden al nombramiento De alcaldes y regidores.Ante los espectadores Hicieron la votación,Sin fraude ni colusión,Ni otro ilegítimo exceso D oloso. . . . Yo m e confieso, etc.En el tiempo convenido Hubo misa, v asistencia7 VDel Cabildo y de la Audiencia,Con un concurso lucido,El Señor os ha elegido,Dijo el padre del sermón;La evangélica lección,Era de aquel texto expreso,‘ ‘N esc io v o s ___Yo m e confieso, etc.P o r las noticias de Europa, (Amigo, Gaceta canta)De España la causa santa Navega con viento en popa.Se creerá que hay una tropa De gente tan sin razón Que todo lo hace cuestión,A un lo que se m ira impreso De m olde .. .Y o m e confieso, etc.Se dice que un belem ita Contra un fraile franciscano,De quien lo supo un fulano,A quien un mengano cita:64 BIOGRAFÍAQue p o ru ñ a carta escrita De Pekín , se da razón Que al pérfido Napoleón Le torcieron el pescuezo En París — Yo m e confieso, etc.N uestra coronada villa La reconquistó el inglés,Y no se encuentra un francés En una ni otra Castilla.Evacuada ya Sevilla,La N avarra y Aragón Tendrán pronta evacuación;El mal gálico con eso P u rgarán___Yo m e confieso , etc.N uestro ilustrado gobierno P idió al claustro que le informe Del método más conforme De estudio antiguo y moderno, Al punto se cría un terno De sabia diputación,P ara que haya una instrucción: Ahora sí que harán progreso Las le tra s . . . . Yo m e confieso , etc.Guatem ala está de modo Que ninguno lo comprende,Y aquél que más lo pretende Es el que lo ignora todo:Por eso yo me acomodo A la vida del ratón,Que labró su habitación En aquel famoso queso F lam enco___Yo m e confieso , etc.DEL DR. D. RAFAEL GARCÍA GOYENA.______________ / ______ __________________________________________ __________________ ______________________________Amigo, se me sofoca La cabeza con el ruido Monótono y sostenido Le mi penitente loca.Por lo que á. mi afecto toca, Jamás tendrá variación,Siendo esta la confesión Que en mi juicio y exprofeso Lebo hacer: Yo me confieso,A la San ta In qu is ic ión .Aquí deberíamos terminar el rápido análisis de las poe­sías del doctor Groyena, si no fuera que ha querido nuestra buena suerte que, entre antiguos y apolillados papeles, dié­ramos con varias producciones del fabulista, que no figuran ni en la primera colección que de sus versos se publicó, en 1825, en esta capital; ni en la que salió á luz en París, .once años después; ni en la impresa por la tipografía de “La Concordia,” en 1859; ni menos en la última, dada á la es­tampa hace dos años, en la imprenta del señor Silva. Aque­llas producciones se encuentran confundidas, en las gacetas guatemaltecas de principios del siglo, con los bandos del señor Mollinedo y Saravia, para evitar que se robasen las losas de las aceras, y á efecto de que no pulularan por las calles de esta leal y noble ciudad tantos perros como debe de haber habido, á juzgar por las enérgicas disposiciones contra la raza canina. (25) En ese periódico oficial, que se im‘ primía con tipos fundidos en el país, aparecen de vez en cuando, con el anagrama de los apellidos, que en sus mo­cedades usaba el festivo poeta, algunas fábulas, varias ana-[25} El primer 'bando es de 15 de agosto, y el segundo de 21 de febrero de1803.66 BIOGRAFÍAcreóntieas, y picantes epigramas, que sum inistran variedad y sirven de ornamento á aquel dim inuto periódico, único que por entonces circulaba, y que si intrínsecam ente carece de importancia, la tiene hoy, y m uy grande, desde el pun­to de vista de nuestra historia. No vamos á reproducir to ­das aquellas composiciones que pudim os exhum ar, ya que la extensión de este nuestro trabajo viene excediendo los lím ites dentro de los cuales ha de contenerse. Que nos sea dado, no obstante, engalanar sus páginas con una ú o tra de esas joyas que han permanecido olvidadas en polvoriento y descolorido estuche; pero que brillan hoy con los mismos cambiantes que les diera la diestra mano que tantos años hace cortó sus primorosas facetas. Puede el tiempo con pérfida guadaña segar de las eras la más preciada miés, hasta dejar el campo sin espigas, cubierto tan sólo de esté­riles abrojos; mas queda siem pre oculta la sim iente que conserva el germ en de la vida, como guardaron los granos de trigo, depositados en las P irám ides por los Faraones, el misterioso elemento de la reproducción que desarrollara cuando Bonaparte los volvió á la madre tierra, después de cuarenta siglos. Las generaciones se suceden rápidam ente u n a sá las otras; los hombres pasan por el haz del mundo, como pasa en el m ar la huella que la procelaria deja al ro­zar con sus alas las encrespadas olas; pero sobrenadan en la torm enta de la existencia las obras de los ingenios, á la luz del faro de la historia. No im porta que envueltas en el sudario del olvido yazgan por luengos años; al fin se en­carga el destino de arrebatarlas á las im pías garras de la m uerte. Que vuelvan, pues, al lado de sus compañeras, á vivir con sus herm anas, esas composiciones alegóricas tan llenas de jovialidad y lozanía, que no tienen trazas de haber dormido durante cerca de una centuria el sueño de la ind i­ferencia. He ahí, entre otras de aquellas fábulas, la que re ­vela moral enseñanza á los inexpertos que ceden á volup­tuosos y torpes alhagos de las F rinés que venden por vil precio sus caricias. Ese apólogo se in titu,la :DEL DR. IX RAFAEL GARCÍA G0YENA.EL LORITO.Como las perdices Son tan agraciadas, Con aquel piquito De color de grana,Su pintada pluma,La mucha elegancia De su hermoso pecho,Y toda la gracia De aquellas patitas Tan recoloradas;Un lorito míoSe huyó de la jaula,Y fuese trás ellas Por esas montañas.Presentóse el mozo Con toda la gala De sus coloridos,Y ellas muy pagadas De su bizarría,Le acogen y halagan Con grandes cariciasY finezas raras.Una le pedía,Para hacerse galas, Plumas amarillas; Otra coloradas;Otra quiere verdes;Y él, por agradarlas, Fué tan boquirrubio Que en pocas semanas Quedó desplumado,68 BIOGRAFÍASin que le dejaran Más que los cañones, Y aún eso de gracia.Cuando lo pararon Tan de mala data, Huyéronle todas,Y tornó á la jaula Lleno de ignominia. Inquiero la causa De su desventura,Y él que nada calla, Me lo dijo todo;Y al ver su ignorancia Le dije: “Lorito,Dale al cielo gracias, Porque esas perdices Eran de montaña;Que si lias tropezado Con otras que andan Por las poblaciones, Ellas te dejaranTan descañonado,Que no pelecharas.”Vuélvese á ver en esas pinceladas, dibujado á grandes y salientes rasgos, un acabado boceto, de aquellos que, con característico primor, hacía el inmortal Goyena. No ha me­nester de análisis esa descripción délas provocativas per­dices y del incauto loro: es un poema perfecto en su géne­ro. ¡Cuántos en el humano linaje habrán quedado tan mal­trechos, como el avechucho de la fábula, merced á las arti­mañas de palomas de vuelo bajo!No carece tampoco de gracia otra composición desconoci­da, de esas que en calma sepulcral guardaba uL a Gazeta de G o a t h e m a la y que vamos á insertar con gusto, por-DEL DR. I). RAFAEL GARCÍA GOYENA. 69o de un indio de los Altos ó de la Yerapaz y lo comparamos con un ciu­dadano educado de Boston, tendremos el punto de donde partimos y aquél á que queremos llegar: la base y la cima de la montaña. Transformemos á los que de luz y de edu­cación necesitan y habremos dado un paso hacia la cúspi­de; aboguemos por la libertad, el derecho y la justicia, sin lisonjear al poderoso, ni alardear de filántropos, ni saquear miserablemente, á título de sueldo, subvención, regalo ó precio, los fondos del erario. Los pensamientos, los senti­mientos y la honra no tienen su estimación en dinero. El escritor, el poeta y el ciudadano no son viles rameras, pron­tas á satisfacer los caprichos del que alarga su mano para arrojar, con despreciativo desdén, unas monedas.” ¿Cómo habla de explotar vergonzosamente sus talentos de escritor diestro y de hablista fácil quien tal pensó y tal dijo á sus104 BIOGRAFÍAconciudadanos, quién tal sintiera y tal se mostrara ante el mundo cultorY en verdad que no podria afirmarse cuál situación es más triste; si la de una vil mujer que, por miserable paga, ofrenda al libertino sus caricias, mintiéndole sonrisas para estimularle á torpes goces, 6 la del hombre infeliz que, por una paga, siquiera sea pingiie—que no por eso de­ja de llevar deshonra y de argüir villanía—traiciona sus convicciones, pone á escote su cerebro, y con falsos atavíos, se ostenta ante el público endiosando deslices y provocan­do desafueros. ISTo sabríamos quizá á qué atribuirlo, ni tal vez de qué manera explicarlo; pero es lo cierto que, así co­mo en el porte y en ef traje se distingue la liviana mere­triz, de la respetable matrona, también se diferencian, por el estilo y por el modo de ser, los escritos que se inspiran en pasiones rastreras, de los que rinden parias al pundonor y á la dignidad.Pero, volvamos á ocuparnos en mencionar—ya que ana­lizarlos sería tarea superior á nuestra competencia—'otros de los muchos trabajos,del escritor que tan justo re­nombre obtuvo en el campo de las letras y de.las cien­cias.Tratando de “La Epopeya,” decía: “Patrimonio de la fe y del catolicismo fué la “Divina Comedia” del Dante, ad­mirable poema épico de la Italia de la Edad Media. Su ver­dadera heroína, mitad recuerdo, mitad símbolo, es Beatriz Portinari. No es una mujer como la Briseida de Homero ó la Eva de Mil ton: es la Teología, que el poeta personifica en una mujer perfecta de cuerpo y de espíritu. Para Dan­te Alighieri, Beatriz fué nada para la vida real; fué todo imra los vuelos de la poesía.”Con respecto á “La Araucana,” opina nuestro compa­triota que “los españoles no han hecho hasta ahora de la obra de Ercilla el aprecio que merece. Martínez de la Rosa, ^n su Arte Poética, y más aún en el prólogo de sus poesías, publicadas en 1836, es el único crítico español que ha he­cho alguna justicia á las sobresalientes prendas que ador105. DEL DR. D. IGNACIO GÓMEZ._____ - __________ . _______ . .nan ‘‘La Araucana.” En pago, los escritores de Chile han vengado á Ercilla. El pueblo chileno es el único de los pue­blos modernos cuya fundación haya sido inmortalizada por un poema épico. El lo considera como la Eneida de Chile, y lo ha elogiado profusamente. También la posteridad em­pieza á ser justa con la obra del poeta castellano.”En el curioso artículo “El teatro y el circo entre los an­tiguos,” hacía notar con oportanidad y gracia: “que uno délos que más han declamado contra la costumbre que exis­te en España de exponer á un hombre á las astas de un to­ro, decía mas tarde que, al principio le había chocado tan bárbaro espectáculo; pero que, poco á poco, se había ido acostumbrando á él, hasta el punto de ser el último en sa­lir del circo. Y es porque hay en la vista del peligro ó ensu sufrimiento un atractivo irresistible__ La naturalezamaterial es muy inferior á la naturaleza moral, sea para go­zar, sea para sufrir. El alma en sus dolores es paciente y variada, porque es inmortal, mientras el cuerpo, una vez que sufrió, no sabe más que morir. Esta es la única peripe­cia de sus dolores. . . ”Según puede notarse por estos pequeños fragmentos, el estilo del Sr. Gómez, conforme ya lo insinuamos, es natu­ral, culto y sencillo. No hay en él defecto alguno, ni falsos oropeles, ni chillones colores. Su lenguaje, sin embargo, es vivo y animado: jamás languidece: nunca decae. Y si á formar tal juicio nos conducen estos escritos, fruto de su ingenio fecundo, cuando ya su vigor intelectual declinaba á causa del malestar físico bajo cuya influencia se sentía abrumado, sin exageración podemos asegurar que, en sus buenos tiempos, á sú habitual prontitud en concebir y dic­tar, unía un brillante colorido, hermanado siempre con la sencillez de la forma, que le era característica, y lo sosteni­do y fundamental del pensamiento.Hallándose en Lima, escribió una serie de artículos sobre el Perú, que fueron publicados en un periódico de El Sal­vador, y que llamaron, con justicia, la atención de los inte­ligentes. Residiendo en Nueva York en 1869, se encargó deBIOGRAFÍA106dirigir la edición de la importante obra que, con el título “Relaciones de los Virreyes del nuevo reino de Grana­da,” dió á la estampa el ilustrado peruano Lr. D. José An­tonio García y García, amigo íntimo y apreciador sincero de los méritos de nuestro compatriota.Como editor, encabezó aquel volumen con un importantí­simo discurso preliminar, del cual tomamos los siguientes pasajes:‘ ‘Gracias al desinteresado servicio que viene á prestar á la América española la compilación, de estos documentos, se conservarán á la posteridad los que se refieren á una in­teresante época del régimen colonial en una de las más di­latadas circunscripciones que abrazaba en el Nuevo Mundo. En la obscuridad en que yacían, expuestos á sensibles mu­tilaciones, acaso á pérdidas irreparables, eran poco menos que inaccesibles al estudio de los que en ellos pudieran en­contrar noticias de importancia, hechos desconocidos, ó personajes injustamente olvidados. El darlos á la prensa esclarece el horizonte de la historia americana en una de sus más interesantes manifestaciones.‘ Que, á pesar de su carácter y de la correcta redacción de algunas de ellas, no para todos tengan atractivo estas Memorias, se concibe. Los documentos de su índole no pueden cautivar la atención y menos ofrecer el interés de un relato histórico, ataviado de todas las gracias de la dic­ción. ¿Quién no leería las encantadas páginas de Thiers ó de Macaulay, ó las narraciones de Quintana ó Lamartine, ó cualquiera de los cuadros que hoy están saliendo del pin­cel alemán de Luisa Mülbach, por ejemplo, con más gusto que un informe oficial ó cualquiera otro de los materiales que han servido para escribir la historia de Inglaterra, de Francia, de España ó Alemania? Sin embargo, lo que los documentos antiguos pierden por su locución ú otros mo­tivos, lo ganan por más de un concepto, y ningún lector de observación y de sentido dejará de reconocer cuánto valen para fijar la autenticidad de los sucesos. La incultura y el desaliño se pierden de vista cuando pueden tan ventajosa-DEL DR. D. IGNACIO GÓMEZ. 107Tnente compensarse. Y, como observa uno de los más apre­ciados cronistas de la antigua España, más que de los ac­cidentes de la historia conviene hacer caudal de su substan­cia y de su esencia (1).“Pero notólo bajo el aspecto de su importancia para las letras hay que contemplar la publicación de estos docu­mentos. Yeamos ligeramente el interés que desde otro pun­to de vista ofrecen.“En ellos se encuentran nuestras tradiciones: ¿podremos dejar que desaparezcan? ¿Es lícito prescindir de aquellos antecedentes, que no pueden menos de ejercer, querámos­lo ó no, una necesaria influencia en el desarrollo de nuestro porvenir? Nosotros no somos hijos de los Indios del conti­nente: descendientes del pueblo conquistador, por más que deploremos las violencias de la conquista ó los vicios y los errores del régimen colonial, no está á nuestro alcance bo­rrar la huella que dejó trazada la planta de nuestros padres en el suelo en que nacimos.“Aunqueliija del tiempo y de las circunstancias, mal po­día la suerte que durante tres siglos cupo á la América ser defendida en la actualidad por uno desús hijos. Pero ¿implica, por ventura, la santificación de los crímenes del militarismo conquistador, ó la defensa del absolutismo déla casa de Austria ó de los Reyes de Borbón; el apreciar cum­plidamente los elementos .civilizadores, cualesquiera que fuesen, que con la colonia se fueron formando?“Lo que en su existencia pretérita ha sido la nación, co­mo lo que ha sido el individuo, forma una condición in­declinable de su personalidad. ¿Cómo, pues, sin tomar en cuenta el modo de ser que ha creado el pasado, y sin seguir, •en el lento curso de los tiempos, el progresivo desarrollo de la sociedad colonial, podrían formularse sin peligro nuestras nuevas instituciones de administración pública ó 1[1 ] Yepes, C rón ica de la O rden de San B e n ito , 1605<: apéndice a l to m o l?108 BIOGRAFÍAde justicia civil y penal? No basta erigiren principios de legislación, en doctrinas de gobierno ó en axiomas de dere­cho las teorías especulativas de la filosofía, que frecuente­mente confunde, con los fantasmas, las realidades de las cosas. Sobre cimientos más conocidamente sólidos ha de levantarse el edificio de nuestra regeneración política.”Quienquiera que examine, no más sea ligeramente, las producciones intelectuales de D. Ignacio, descubrirá el espí­ritu del buen liberal, que en todas se trasluce y las tenden­cias generosas del ciudadano patriota y progresista, cuya madurez de juicio resalta con especialidad en todo lo que escribió cuando, libre ya del calor propio de la edad juve­nil, supo resolver primero y analizar después, de un modo l^ráctico, los intrincados problemas que se dilucidan en la ciencia del gobierno y,de la política.Partidario ardiente de los • principios fundamentales en que descansan las modernas civilizaciones, tenia que ser liberal, porque el liberalismo sensato y probo trajo y trae* sin cesar vida y aliento al mundo civilizado. Convencido de que la garantía más preciosa de la libertad estriba en la ponderación recíproca de los poderes del Estado y en su respectiva limitación constitucional, estudió con afán estas, materias, las discutió con empeño digno de su objeto, y las trató, por fin, con verdadero acierto.En cuanto á los tribunales, era para él un dogma la in­dependencia con que deben sostenerse, y la vida propia con que han de funcionar, porque el liberalismo, que constitu­yó su credo, busca siempre, para mostrarse consecuente con sus dictados, elementos de resistencia y de equilibrio,, que aseguren la estabilidad de las instituciones, y al mis­mo tiempo afiancen las garantías del hombre en cada una de las colectividades sociales. Por esa causa, á la vez que admite, como necesaria, la discusión de los negocios de in­terés común, propende con energía á que, por una parte,, se hagan más y más amplios los derechos políticos, y sea efectivo, por otra, el que á todos los ciudadanos asiste para participar, directa ó indirectamente al menos, en el gobier-109DEL DK. D. IGNACIO GÓMEZ.no de los pueblos. La facultad de intervenir en los negocios, públicos, que corresponde á quienes reúnen las aptitudes al efecto precisas, era para el Sr. Gómez un principio incon­trovertible de orden y de justicia, ya que tan valiosa atri­bución nunca puede ser privativa de pequeños grupos, ni constituir un privilegio en favor de individuos interesados en adueñarse de la influencia, de los empleos y del presu­puesto.A su regreso de Europa, en 1851, se le encomendó el dis­curso oficial del 15 de septiembre. En ese documento, de carácter altamente significativo, fiel espejo de sus tenden­cias y aspiraciones en la mejor época de su vida intelectual y moral, expuso muchas de sus ideas sobre política y ad­ministración. Como.-una prueba de esta verdad, vamos á reproducir algunos de los más interesantes pasajes.A“La independencia— dijo—está justificada en los princi­pios del derecho y de la justicia, en las doctrinas de la fi­losofía y de la historia. Inútil es fundarla en las reminis­cencias de la conquista y en los errores de la administra­ción colonial: polémica deplorable, que durante aciagos años, alimentó los rencores y las acriminaciones entre los hijos de una patria común, copartícipes de la lengua, las tradiciones y la gloria de las letras y de las armas de Cas­tilla.“Rota la coyunda de la . dependencia, sucedió lo que es natural que suceda en todos los países que pasan de un extremo á otro en la escala política. El cambio debía pro­ducir la exageración de las ideas; las teorías apoderarse de­una ilimitada confianza. Descompusiéronse así todos los. resortes políticos, trastornáronse las leyes y las tradiciones, y se dejó á la sociedad privada de centros de agregación y de elementos de reconstrucción social.“¡Conciudadanos! Hay principios inmutables de gobier­no, que pueden ser desconocidos en tiempos de convulsión y de facciones, pero que ruedan á tr avés de los siglos y en­tre los fragmentos de los imperios. Necesario es sentar so^110 BIOGRAFÍAbre ellos la sociedad desquiciada por las tempestades de la revolución.“La primera necesidad de los pueblos es el reposo, y no puede haber reposo sino en las instituciones permanentes. Nuestras disensiones intestinas son á un tiempo la explica­ción de nuestras desgracias y de nuestro descrédito. Cuan­do llega al extranjero el eco de alguno de esos frecuentes movimientos revolucionarios, á que nos hemos habituado en toda la extensión del continente americano, nadie se cuida de discutir (yo lo he visto con pena) cuál de las par­cialidades contendientes, cuál de las causas que se sostie­nen, es la más justificada. ¿Queréis oír lo único que se di­ce? Qite todavía estamos m uy d istantes de la c iv iliz a c ió n de aque lla sociedad en que la d iscus ión p a c if ic a es el sólo medio adm itido de convicción , la ú n ic a a rm a reputada po r legitim a.“No confundamos los bienes de la civilización con susabusos, pero tampoco desconozcamos esa ley providencia], que impele constantemente á la humanidad hacia adelan­te; porque el orden público solamente se conserva cuando los gobiernos tienen la suficiente flexibilidad para amoldar­se á las legítimas exigencias de la opinión.“Sin volver, pues, á prematuras innovaciones, ni quedar­nos cortos en las reformas graduales que reclame el adelan­to del país, busquemos, entre los fueros de la tradición y las exigencias de la novedad, el equilibrio en que afirmar la base de nuestro programa administrativo.”No pensaba el Sr. Gómez que, para que el hombre, pase por liberal en la América española, le sea preciso odiar á España; por el contrario, consideraba, y con razón, muy compatible con el liberalismo y con la democracia, el cari­ño y el respeto á la nación heroica que descubrió y civilizó estos países. Escuchemos, sino, el expresivo apostrofe con­tenido en aquel discurso; dice así:“jOh España, tierra hidalga y generosa! Si discordias de familia, si deplorables acaecimientos y sucesivos errores cortaron, con daño teomún, intimas y sagradas relaciones,.DEL DR. D; IGNACIO GÓMEZ. 111que, aun con la emancipación politica, debieron conservarse para recíproco provecho, ya los vínculos de la sangre y los sentimientos de la naturaleza han ahogado la irritación de mutuas quejas. Hoy, en medio del cansancio de una pro­longada crisis y del desengaño y los peligros de las rela­ciones de otros gobiernos, acudiremos á buscar, en las sim­patías que nos unen y en la vecindad de tus estaciones na­vales y tus fortalezas en nuestros mares, aquella alianza natural que debe engrandecer á ambos pueblos, y la in­fluencia que neutralice los peligros de que está preñado. nuestro porvenir.”Si, como notable pensador, tuvo bien ganado su puesto en el escenario de las letras centro-americanas; como poeta, no se hallaba á la misma altura, aunque escribió buenos versos, merced á lo mucho que había leído y analizado las obras de los bardos españoles, ingleses, franceses é italia­nos; pero, preciso es confesarlo, no concede el cielo todos sus dones á un mortal, al decir del poeta latino, y es muy raro que un literato sea, según era Bello, prosista, poeta, jurisconsulto, lingüista, historiador, filólogo y diplomático, todo de primer orden. La mejor de las composiciones poé­ticas salidas de la pluma de nuestro compatriota, es la tra­ducción que hizo de la famosa oda de Gray ‘ ‘E n u n Cemen­t e r i o que va, de estrofa en estrofa de castizos y sonoros versos, siguiendo el original del vate inglés, sin incurrir el traductor en ripios ni en amplificaciones, qué tan comunes son en los que trasladan del conciso idioma británico algún escrito, sobre todo rimado, á la esplendorosa y abundante lengua de Calderón, de Feijoo y de Castelar. Conocemos varias versiones de los clásicos versos del controversista in­glés qne comentó á Shakespeare y nos dejó, en melancólico y sombrío estilo, acabadas poesías; pero la mejor traduc­ción de aquella oda sublime, puede asegurarse que es la del Dr. Gómez, quien, si no ostentaba la inspiración robusta de Olmedo, ni el sentimiento de Plácido, ni la espontanei­dad de Acuña, dejaba ver que era maestro en el arte del bien decir y fiel observador de los preceptos de la métrica.Hay pensamientos delicados y algo del tinte meridional de Andalucía en los versos que nuestro escritor dedicó á una señora de Granada; mas siempre sobrepuja, en mucho, la tersa, animada y castiza prosa del literato á las composi­ciones poéticas que de él conocemos.112 BIOGRAFIAEra tal la viveza de imaginación y la asiduidad en el es­tudio de aquel pensador, que hallándose en Santiago de Chile, á,fines de 1870, le sobrevino, á consecuencia del pic­tórico estado de su constitución, un ataque apoplético. Al levantarse del asien to donde se encontraba en su escritorio, con el propósito de tajar una pluma de ave, cayó sin senti­do. Lo sangraron sin piedad, y desde entonces quedó su mente amortecida, su juicio débil, y su memoria escasa. Diríase de aquel astro que, recorrida su brillante órbita, descendía lentamente á su ocaso, cuando súbita nube ocul­tó su disco fulgurante á la contemplación de sus admirado­res. Desde entonces se apoderó de Gómez profunda triste­za. Volvió á su patria, y dividía su tiempo entre la lectura y el ejercicio á pié. Tomaba baños fríos, todas las noches, y aun así dormía poco. Pero ¡quién creyera que en tal es­tado de opacidad de mente y turbación de ánimo, todavía escribiese con envidiable facilidad brillantes artículos! Ahí estánen “La Revista de la Universidad” los que redactó sobre literatura hispano-americana, economía política, ins­tituciones adecuadas, inmigración, poesía, escritores ex­tranjeros, etc.A semejanza del millonario que derrocha su caudal, y cuando vuelve la vista atrás, ya se creé relativamente po­bre, pero puede satisfacer hasta sus extravagancias y ca­prichos, podía el Dr. Gómez, enfermo y desmemoriado, ha­cer lucir su pulcra dicción y caudal de ideas y de citas. Así como las últimas llamaradas de un volcán, próximo áDEL DR. D. IGNACIO GÓMEZ. 1 1 8extinguirse, lucen en el firmamento, lo iluminan y proyec­tan su clarísimo fulgor por circunferencia extensísima,-es dado al sabio despedir de su inteligencia, anublada si se quiere, chispas de genio, y lampos de luz, al borde de la, tumba. , * íPugna la hoja por caer de la rama que le presta nutriV mentó, y lucha desesperada con el huracán que la sacude?' remisa la lágrima de una madre, apenas se atreve á caer- sobre el rostro exánime de la hija de sus amores, para de­cirle el adiós postrero: forceja la luz del crepúsculo de la tarde por no ceder el paso á las sombras de la noche; y el escritor galano y fácil, que con indefinible tristeza veía avanzar en fúnebre cortejo las últimas horas de su vida in­telectual, por más que el débil cuerpo aun no hubiera muer­to, hacia esfuerzos por que sus ideas quedasen consignadas en sus magníficos escritos.Aquella excitación que en vago anhelo lo abrasaba, debía tener un término, no diremos que para que se extinguiese el genio, porque elinmortal espíritu, despojado de corporales ligaduras, había de volar con libertad á la mansión celeste; y su memoria servirnos de enseñanza y de justo envaneci­miento al través de los tiempos; sino para que aquel hom­bre célebre descansase de las fatigas mundanales.El I)r. D. Ignacio Gómez expiró cristianamente el 5 de junio de 1879.Sus restos se encuentran sepultados en la antecapilla del antiguo cementerio.La prensa del país vistió luto.Los diarios de Lima, haciéndose eco de tan dolorosa no­ticia, tributaron á la memoria del ilustre literato y diplo­mático merecidas alabanzas.Guatemala: 30 de enero de 1889.ir l « iE L LIC . D. MAN Eu ^1 Tppj E Y O L A V E R R Y . ( i )■+*4-Un sentimiento de tierna compasión se apodera de mi ánimo cuando fijo mis recuerdos en la vida de los poetas, de esos sentidores que conmueven porque sufren mucho, y que, las más veces, cantan llorando duelos íntimos de su alma, desolémonos tristísimas é irremediables pesares. El dolor es patrimonio de la humanidad, pero desigualmente repartido. La mayor parte de sufrimientos tócales á los poetas que, en la apariencia, son felices porque parece que moran en el cielo purísimo de bellas ilusiones, y que, en el fondo, son los más desventurados porque poseen en grado sumo la facultad del sentimiento, porque al formar y expresar sus impresiones, sus afectos, hieren profunda­mente las delicadas fibras de su propio corazón, ora se enamoren de ideales que causan el tormento de su vida, ora[1 j C reo de m i deber dec la ra r que la A cadem ia G uatem alteca no es res­ponsable p o r los ju ic io s que, sobre m aterias sociales y p o lítica s , contiene este escrito b iog rá fico . X a re spo nsa b ilida d que lia y a será exc lus ivam ente m ia, abso lu tam ente persona l.1 0116 BIOGRAFÍAse duelan de las prosaicas y punzado ras realidades de la humana existencia.Si fuera dado á los hombres elegir su organismo, su tem­peramento, y el carácter que determina, sus vocaciones, creo que muy pocos, reflexionándolo, elegirán el delicado orga­nismo, el temperamento nervioso, la inflamada fantasía, y el corazón sensible de los poetas. Por ley conservadora de la vida, los vivientes huyen del dolor. ¿Quién puede querer sufrir? ¿Quién puede querer las condiciones de existencia que ocasionan, de continuo, melancólicos recuerdos, do­lorosas contemplaciones de lo ideal, y que hacen sen­tir, mil y mil veces, el más horrible de todos los vacíos, el vacío del espíritu que corre en pos de ilusiones tan hermosas como mentidas? Si dado fuera á los hom­bres optar por su modo de ser orgánico y moral, á buen seguro que casi todos, pomo decir todos, escogerían facul­tades que los alejasen del sufrimiento, y que les diesen ha­bilidad para gozar materialmente.de las pocas satisfacciones de que disfrutar podemos durante los breves días que, co­mo viajeros descaminados, pasamos en la tierra. Pero la sabia naturaleza forma cada individuo sin consultarle, sin pedirle parecer sobre los atributos y aptitudes constituyen­tes de su personalidad; y así se explica que hace nacer y vivir, sin duda para consuelo de la humanidad, sin duda para endulzar sus penas, á los grandes sentidores, á los poetas que más saben de ideales y de lágrimas que de con­veniencias y sonrisas; á esos seres privilegiados, quién sabe si en su daño, que, como el Héctor de Homero, vienen por lo común, á los eriales del mundo con la predestinación de tristísimos destinos!Un grande y memorable ejemplo-de tan triste predestina­ción, voy á tomar empeño en presentarlo, aunque de im­perfecta manera, recordando la vida, vicisitudes y produc­ciones del malogrado D. Manuel Diéguez Olaverry, uno de nuestros poetas más inspirados y conmovedores, y tal vez el más infortunado de nuestros poetas nacionales. ¡Qué suma de crueles sufrimientos, de negras tristezas y de ho­DBL LIC. D . MANUEL DIÉGUEZ Y OI AVERRY. 117rribles desengaños importó su corta vida; y qué de notas, y qué de expresiones sentidísimas arrancadas dolorosamen­te á su alma, revelan lo que fué y hubiera podido ser aquel bardo espontáneo del corazón! ¡Quiera mi suerte ser tan buena que, al escribir sobre su vida y sus obras, ya que no pueda tener inspiración para seguir, en alas de la poesía, el vuelo de sus inspiraciones, tenga siempre recti­tud de juicio y ternura de sentimiento para juzgar con acierto de su carácter y de sus cantos, y para compadecer y lamentar sus grandes é inenarrables desventuras!En una relación genealógica, formada en 1. ° de enero de 1778, consta que D. Matías Diéguez, natural de los reinos de Extremadura y de la ciudad de Badajoz, vino al Anti­guo Reino de Guatemala, el año de 1640, en unión d« su tío el Lie. Martín Diéguez, Fiscal que fué de la Real Au­diencia: que contrajo matrimonio con Doña María de Agui­lera, vecina de la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala; y que de tal enlace ha provenido la familia Diéguez que se ramificó en la antigua, capital del reino, y que ya numerosa, después de la ruina de la ciudad de San­tiago, ocurrida el día de Santa Marta, 29 de julio de 1773. se trasladó á la nueva Guatemala, llamada en sus comien­zos C iu d ad p ro v is io n a l de la E rm ita . Uno de los descen­dientes de familia tan antigua fué el jurisconsulto y litera­to D. Domingo Diéguez, que se unió en matrimonio á la Señorita Josefa Olaverry. Estos fueron los padres del poe­ta D. Manuel Diéguez, nacido en esta capital, el 21 de ma­yo de 1821, año de constante recordación,en nuestra histo­ria, por haberse declarado en él la independencia nacional délas provincias que compusieron el Antiguo Reino de Guatemala. (2)[2 ] L a re lac ión genealógica á que hago re ferencia en el te x to tie n e este encabezam iento: “ A p u n te breve d e l p r in c ip io de la generación de los D ié . guez en este R ey no de G uatem ala, hecho en la fecha de este presente año. E nero p rim e ro de m il setecientos setenta y ocho.» L a expresada re lación la conserva o rig in a l el L ie . D . M anue l D iéguez, h ijo d e l poeta cuya B io g ra ­fía escribo.l i s BIOGRAFÍAEfectuada la independencia, á pesar délos sacudimientos sociales y de las revueltas políticas que han hecho que se malogren muchos de los mejores frutos de aquella gran trans­formación nacional, se trabajó, como era de esperarse, en beneficio de la instrucción de la juventud, tan desatendida por la mayoría de los peninsulares, durante las tres centu­rias en que nuestros pueblos estuvieron sujetos al régimen colonial sostenido por la Madre Patria. Como resultado de los trabajos del Gobierno guatemalteco, encaminados á or­ganizar y desarrollar una instrucción amplia y científica, se fundó en esta capital el L iceo de Centro-Am erica, que dirigió el sevillano D. Manuel Domínguez, Ingeniero Ci­vil muy entendido en su profesión, á la par que en varios idiomas, y en el difícil arte de enseñar. En aquel estableci­miento en que alboreaba la vida moderna, y que ha dejado gratos y perdurables recuerdos, el joven Diéguez, después de obtener una incompleta instrucción primaria, hizo sus rudimentales estudios científicos y literarios. Al profesor Domínguez, positivista por su instrucción y libre-pensador por su conciencia, debió Diéguez la base de sus conocimien­tos en las lenguas latina y francesa, la urdimbre de sus ideas filosóficas, y . los impulsos de escuela que le movieran al cultivo de las*bellas letras.El alumno del Liceo de Centro-América, desde temprano presentó un modo de ser y un aspecto particulares por su ín­dole, por su complexión y por sus sentimientos. Su carácter firme, enérgico y fuertemente apasionado, cuadraba perfec­tamente con su cuerpo mediano y macizo, cargado de espal­das, con las protuberancias de su ancha frente, y con la ex­presión intensa y vivaz de sus grandes ojos garzos. En sus sen­timientos había un fondo de tristeza y de amargura, que ya se deja ver en sus primeras composiciones, y en su predilección por los poetas y críticos martirizados por el desencanto y el hastío. Aparte de Byron y de Espronceda, leía de prefe­rencia las obras de Fígaro; y tal vez por uno de esos cam­bios misteriosos, pero efectivos que se operan en la vida moral, Mariano José de Larra dio al imberbe alumno queDEL LIC. D. MANUEL DIEGUEZ Y 0LAVERRY. 119le rendía homenaje, mucho del frió escepticismo, de la in­quietud tormentosa y de la negra melancolía que acibara­ron el alma, y causaron el prematuro y desastroso fin de aquel hombre extraordinario, cuyo talento crítico puede ser tenido como el más robusto de la España moderna. A la muerte de Larra, en 1837, su admirador Diéguez que contaba diez y seis años, dedicó una oda intitulada ¡D es­cansa en P a z ! Esta composición que es casi desconocida, y que es un imperfecto ensayo, revela en mi sentir el ca­rácter del hombre y del poeta. Apostrofando á Larra de­cíale:Si desde la morada de los justos Donde al presente estás, una mirada Diriges por acaso á este mezquino Atomo despreciable que habitamos;Si en ese incomprensible y exquisito Vivir que ahora disfrutas, las pasiones Las ideas, la opinión misma conservan Los mortales que un tiempo entre nosotros Tuvieron y mostraron.. . nunca Larra Dejes de interceder por los que fieles,De la razón y la justicia al grito, Constantes luchan por lograr el triunfo De santa libertad y tolerancia.Puede notarse en los versos libres que preceden, lo mis­mo que en los demás que componen la oda, que hubo en Diéguez el desarrollo precoz de un espíritu independiente y filosófico, y en sus primeros acentos, una entonación re­veladora de un verdadero poeta.Los tiempos en que Diéguez comenzó á hacer ensayos en la gaya ciencia, fueron tiempos de agitaciones sociales y de luchas políticas. El fuerte choque de ideas y de pre­tensiones enemigas ejerce, en particular, sobre las almas120 BIOGRAFÍAjóvenes una grande y trascendental influencia, que á veces decide de toda una vida. Diéguez formó sus ideas y opi­niones en un colegio de filosófica enseñanza, y al calor de las públicas contiendas de la época de su juventud. El partido liberal estaba profundamente dividido: una frac­ción encabezada por D. José Francisco Barrundia aspiraba á todos los ideales republicanos, y luchaba con brío, pero sin buen acuerdo, por su inmediata realización en el Esta­do: otra parcialidad que dirigia el sesudo Jefe de Guate­mala, Dr I). Mariano Gal vez, representaba, con rectitud de juicio, la autoridad del poder, y daba valimiento á los intereses positivos y á las reformas graduales de las institu­ciones de la República. El partido conservador, por su par­te, aprovechaba hábilmente tan desgraciadas divisiones, y representaba, á todo trance, los principios de orden y de es­tabilidad, manifestándose inclinado á las tradiciones y á las conveniencias del régimen colonial. Diéguez movido por aspiraciones generosas, tan propias de la edad primera, y alentado por su carácter independiente, no pudo menos de dedicar sus simpatías y sus votos al partido liberal, al que más tarde se afilió tan inconsideradamente, que hubo de te­ner por ello grandes contratiempos y dilatadas penali­dades. Por su índole, por su sentimentalismo, por las en­señanzas de su escuela, y por su vocación poética, no pudo someterse á la fuerte disciplina, ni ver con buenos ojos, la asiática inacción y la estrechez de miras del partido con­servador de su patria; pero á buen seguro que si hubiese vivido algunos años más, tampoco habría aceptado, y mu­cho menos aplaudido, los deplorables extravíos políticos que, en novísimos tiempos, han puesto en descrédito el hermoso programa del partido liberal de Centro-América.Errores lamentables y oposiciones irreflexivas del parti­do liberal, y manejos hábiles y ataques rudos del conser­vador, para desgracia nuestra, dieron en tierra, en 1838, con el Gobierno del Dr. Gálvez que, en mi concepto, ha sido el más sensato é ilustrado que ha tenido Guatema­la. Tras la caída del Jefe Gálvez se anularon sus leyes ex­DEL LIC. D. MAN IT EL DIBUUEZ Y OLÀVERRY. 121celen tes sobre instrucción pública; y por el rigor de la dia­léctica inflexible de las revoluciones, se aniquiló la más bella creación de aquel hombre de Estado: L a Academ ia de E stud io s . A esta causa fué debido que Manuel Diéguez no recibiese la fecunda enseñanza, ya acorde con las nece­sidades y adelantos del siglo, que supo dar la malograda Academia á Juan Diéguez, á José Miguel Saravia, á Ma­nuel Ubico, á Francisco Dueñas, á José María Saravia, á Manuel Joaquín Dardón, á Doroteo José de Arrióla, á An­tonio Ortiz Umtela, á. Manuel Echeverría, á Cayetano Ba- tres, á Ignacio Gómez, á Mariano Padilla, á Raimundo Arroyo, á Manuel Rivera Cabezas, á Buenaventura Mejía, á Luis Molina, y á otros distinguidos centro americanos que han figurado, en primera línea, respectivamente, en el campo de la política-, de la magistratura, de la diplo­macia, de las ciencias y de las letras. La supresión de la Academia obligó á Diéguez á pasar del Liceo, que también corrió adversa suerte, á la Real y Pontificia Uni­versidad de San Carlos, en donde en 23 de octubre de 1840, obtuvo con lucimiento el grado de Bachiller en Filosofía, equivalente al bachillerato que hoy se adquiere en Cien­cias y Letras. (3)Las inclinaciones y gustos de Diéguez mal podían ar­monizarse non los estudios jurídicos. Alma nacida para sentir profundamente, y para vagar libre por los etéreos,espacios de la poesía, nó estaba predispuesta á fijarse en el árido terreno de la jurisprudencia, y menos de la juris­prudencia del tiempo en que estudió, en que la Curia Fi­lípica de Juan de Hevía Bolaños era para el estudiante y para el jurisperito una especie de libro principalísimo y[3 ] L a R eal y P o n tific ia U n iv e rs id a d de San C arlos B orrom eo, re g id a p o l ­las C on stitu c ion es que le d ió D . C arlos I I e l H ech izado , fué restab lecida po r decre to nú m e ro 111 de 28 de octubre de 1840; pero puede decirse que de he- ■cho se operó su re s ta b le c im ie n to desde que te rm in ó L a A cadem ia de E s tu ­d ios.122 BIOGRAFÍAsagrado, como el Koran para los mahometanos, ó la Biblia para los católicos; libró, por cierto, de mucha sustancia ju­rídica, pero del qaé conservo el recuerdo que las vícti­mas del Tribunal de la Fe debieron tener de los instrumen­tos del suplicio. A la verdad, á Hevía Bolaños, por su pesado estilo y por su lenguaje escabroso, le considero capaz de abatir á los espíritus más esforzados, y de agotar los jugos de las imaginaciones juveniles más ricas y lozanas. Sin embargo, Diéguez tuvo que pasar por la^especie de ordalías de semejantes estudios. Su familia era numerosa, y su hacienda escasísima: no podía, como Antonio José de Iri- sarri ó Antonio Ortiz Urruela, dedicarse, con holgura, á pro­fundos y recreativos estudios literarios: tenía necesidad de una profesión productiva, y vióse forzado á optar por la del Foro. Entre nosotros las letras no han sido, ni serán por mucho tiempo, una verdadera profesión idónea para Satisfacer las diarias necesidades de la vida. Cediendo, pues, no á la vocación, sino á la conveniencia, Diéguez co­menzó á estudiar leyes en la Universidad, en el año de 1811, y ganados sus cursos, bajo la dirección de los juris­consultos D. Venancio López y D. José Mariano González, en 3 de abril de 1845, recibió el grado de Bachiller en dere­cho civil. (4)[4 ] Para d a r á conocer los té rm in o s y fo rm a en que la P o n tific ia U n iv e r­s idad de San C arlos exped ía , en la tín , los títu lo s de B a c h ille r, re p ro du zca ín teg ram en te el que fué otorgado á M a n u e l D iéguez. Dice así: I n D e i N o­m ine . P er hoc p u b licu m in s tru m e n tu m cu n ctis pateat, quod anno D o m in i m ille s im o octingen tes im o cuadragésim o q u in to d ie vero te r t ia m ensis A p r i­lis coram m e Baccalaureatus gradum in ju r i C iv il i adeptus fu it, Em m anueT D iéguez postquam ju x ta h u ju s U n iv e rs ita tis s ta tu ta cursus necessarios pere­g it; quos D. R ecto r a p p ro b a v it, sub d ire c tio n e D. L . Joseph V e n a n tii López ejusdem Cathedrae m odera to ris , cu jus [p roesid io actus Baccalaureatus p u ­b lice s u s tin u it, proestitoque so lito ju ra m e n to , se sem per e t u b iq u e defenso­ru m B eatissim am V irg e n e m M a ria m , in p rim o suae C onception is in s ta n ti omniae prorsus o rig in a lis culpaelabe caruise: de ip s iu s D . R ecto ris consensu "C athedram ascendit.E t quon iam prcem issa om n ia , la tiu s constant, ex in s tru m e n tis quoe in .DEL LIO. D. MANNEL DIÉGUEZ Y OLAVERRY. 123De manera acerba debió contrariar la severa y respetable Themis las geniales aspiraciones del hijo de Apolo lla­mado por la naturaleza á vivir, rebosando de inspiración, en las alturas del Parnaso.Derrocado el Gobierno del Dr. G-álvez, disuelto el Pacto Federal de Centro-América, y muerto en el patíbulo su más esforzado sostenedor, General D. Francisco Morazán, Rafael Carrera que apareció, como guerrillero, en las fac­ciones del año de 87, se apoderó del Gobierno del país, sir­viéndole para ello su natural astucia y su valor incontesta­ble, y las facilidades, y el apoyo que le dieran los pueriles«»desaciertos de los liberales, los trabajos del clero y de los conservadores, y-el cansancio de la sociedad fatigada ya de prolongadas luchas y de penosas conmociones. La ma­yoría de la juventud ilustrada de entonces, habituada á un gobierno civil, y llena de fe en el planteamiento de un régimen genuinamente liberal, no era posible que simpati­zara con el militarismo indiano-teocrático que trajo la do­minación del General Carrera. Se pensó, como acontece siempre que un cambio es brusco y violento, en operar una radical contra-revolución. Juan y Manuel Diéguez, Ata- nasio Muñoz, Manuel y Ramón Rengoechea, Antonio y José María davala, Ignacio Irigoyen, Félix Solano, José Moráles y .Vidaurre, Juan Oliver, Cieto Peralta, Dionisio Gatica, Eugenio Solís y otros jóvenes, y aun personas deA rc h iv io h u ju s U n iv e rs ita tis se rva n tu r, ad quce m e re fe ro e t de quo fid e m facio E g o L ic Joseph M a ria G avarre te , P o n tific ice G uatim a lensis S tatus U n i­ve rs ita tis Secretarius, de m anda to seproedicti D . R ecto ris , e t ad p e titio n e m p ro sd ic ti B acca laure i; hoc p u b lic u m in s tru m e n tu m m eo m o m in e , e t s igno s o litis subscripsi, e t s ig na v i, d ie , m ense, e t anno supra d ic tis .*Deus v e rita s est.Lie. J. M. G a v a r r e t e .124 BIOGRAFÍAedad provecta, diéronse á conspirar bajo la dirección de Juan Diéguez; trabajaron con ahínco y esperaron, con la confianza ciega de los revolucionarios noveles, que se pre­sentase una oportunidad propicia para asestar sus golpes á Carrera, deshacerse de él, y cambiar por completo el mo­do de ser politico de la nación.Era el día 26 de junio del año de 1846. Los restos mor­tales del Arzobispo Fray Ramón Casaus y Torres, que ha­bía sido desterrado en 1829, fueron traidos de la Habana á Guatemala para inhumarlos en el Convento de Santa Tere­sa, en virtud de la última voluntad del Metropolitano, y para hacerle, como á príncipe de la iglesia, solemnes exe­quias que en esplendor correspondiesen á la alteza de su jerarquía eclesiástica. Había llegado el momento de esa manifestación de ultra-tumba:, en la que, por motivos po­líticos y religiosos, tuvieron inusitado empeño el Gobierno, el clero y las gentes dadas á piadosas prácticas. La iglesia catedral estaba ornada, con profusión, de suntuosas col­gaduras de luto; las campanas, desde las altas torres, con sus metálicas lenguas, hacían oír sus fúnebres clamores; los restos del Arzobispo estaban colocados en artístico y lujoso túmulo circuido de blandones que, entre chisporro­teos y espirales de humo sutil, despedían pálidas y mor­tecinas luces; numerosa concurrencia ocupaba las espa­ciosas naves del templo, llenas de las armonías del órgá- no, acompañado de grande orquesta; el Protector de la-igle­sia, el general Carrera, de uniforme de gala, estaba bajo su dosel presidencia], rodeado de autoridades civiles y milita­res y de personas muy principales de la ciudad; y el culto y noble canónigo, Hr. J D . José María Castilla, ocupaba la cátedra sagrada, y bajo las blancas alas de la paloma sim­bólica, con la elocuencia propia de su gran talento y de su gran corazón, hacía el elogio de las virtudes y de los méri­tos del arzobispo Casaus, muerto en el destierro, y que había mandado á su adoptiva tierra sus despojos, como testimo­nio de su amor entrañable y de sus últimos recuerdos. Tal aspecto presentaba la festividad religiosa cuando, de im­DEL LIO. D. MANUEL DIÉOUEZ Y OLAVERHY. 125proviso, con extrañeza y aun con asombro de las gentes que discurrían por el templó, calles y plazas, se situaron guardias en las puertas de la iglesia, se formó en son de guerra, una fuerza armada frente á frente del templo, y se vió á un oficial ayudante, atendido Artemidón que, des­pués de decirle algunas palabras, entregó al Presiden­te un par. de pistolas. Carrera las guardó con toda'im­pasibilidad, continuó presenciando las exequias, y marchó sereno con la procesión que, á eso de las tres de la tarde, dejó los restos del Arzobispo en la iglesia de Santa Teresa,,su última morada. La conspiración estaba descubierta, y los conjurados que se proponían aprisionará Carrera en el templo, y aún darle muerte en caso necesario, no tuvieron más que ocultarse ó apelar á la fuga. Así se frustró aque­lla tentativa revolucionaria que, aunque determinada por móviles puramente políticos, pudo haber producido un ase­sinato premeditado, un crimen que, con justicia, hoy ten­dría que condenar la historia. (5)La conspiración frustrada no pudo menos de tener con­secuencias aflictivas para las personas comprometidas en ella. El Gobierno, con toda actividad, hizo sus pesquisas, capturó álos conjurados que pudo haber, y persiguió á los que habían podido emprender la fuga. Manuel Diéguez hu­yó, y logró refugiarse en la hacienda de Saltán, propiedad del Presbítero J. Mariano Ocaña. Novicio en el arte de conspirar, como en tomar oportunas precauciones para sal­varse, fué descubierto y capturado en la hacienda por un oficial de Carrera llamado Ruperto Montoya, y por apodo, C h u p in a , quien gozaba de la no envidiable fama de ser un esbirro avezado á cometer escandalosos desafueros. El a-(5) Para el re la to de lo o cu rrid o en la fe s tiv id a d d e l d ía 26 de ju n io me he a ten ido á la na rac ión que m e h a n hechotestigos presencíales que, p o r su buen ju ic io y su im p a rc ia lid a d , m e m erecen en te ro c re d ito . "V éase sobre el p a rtic u la r la «Reseña H is tó rica » del D r. D . Lo renzo M o n i u fa r, lib ro " V I I I , C a p ítu lo I , Secciones X I y X I I .12G BIOGRAFÍAprehensor, sin forma ni figura de juicio, económicamente, como se ha dado en decir, dispuso pasar por las armas al desventurado preso que, inerme y resignado, estaba sujeto á los procedimientos de la fuerza bruta; pero el Presbítero Ci­ca,ña afeó la acción del sicario, y fingió que Diéguez le debía una gruesa suma de dinero, manifestando que para su reem­bolso haría responsable, ante Dios y ante los hombres, al matador del preso. La enérgica oposición y los ardides de Ocaña tuvieron buen éxito: el sacerdote hizo uso exce­lente de su posición, de su habilidad y de su influencia ecle­siástica que mucho pesaba en el ánimo de los secuaces de Carrera. Diéguez que abatido creyó ver llegada su última hora, salvó su vida, pero no su libertad:. íué traído á esta capital en donde tuvo por cárcel el histórico Castillo de San José, que era por aquel tiempo una prisión de Estado, y al que con propiedad un compatriota nuestro ha dado el calificativo de B a s t i l la Guatemalteca.Erizada de dificultades estaba la situación del joven con­jurado. En el primer año de su práctica forense, veía in­terrumpida su carrera: las hermosas ilusiones que se for­jara en política estaban desvanecidas, y lo que es peor, contrastadas por crueles realidades: sus recursos para sub­sistir eran pocos, y menguaban de día en día, y sobre todo, pesaba sobre él y sus cómplices un proceso criminal, cuyo resultado cualquiera que fuese, debía acarrearles dolorosas consecuencias. -El proceso instruido por el nicaragüense, Pedro León Velázquez, Corregidor de Guatemala, siguió su curso, y Diéguez lo mismo que algunos de sus cómplices, confesó con noble entereza su culpabilidad. Dijo que se ha­bían propuesto llevar á cabo un cambio político, establecer un gobierno sujeto al imperio de las instituciones, y paraello, en caso de resistencia ó de necesidad, quitar la vida al Jefe del Estado. (6) Tal vez animados de clásicos recuerdos,[6] La causa original seguida por Velázquez, que era el Mr. Chacal de Ca­rrera, contra los conspiradores del 46, obra en poder del Lie. D. Manuel Dié­guez.DEL LIO. D. MANUEL DIÉGUEZ Y OLAVERRY. 127sugeridos por las lecturas del clásico Diéguez, los inexpertos conjurados guatemaltecos se propusieron dar de puñaladas, en Catedral, al pié de un prebisterio, á un César indiano, a ejemplo de Bruto, Casio y Casca que en el Senado, y al pié de la estatua de Pompeyo, apuñalaron al inmortal César romano. ¡Pero qué diferencia de tiempos y de civilizacio­nes, y qué diferencia entre los modos de ser de Roma, la Señora del mundo, y Guatemala, mi cara patria, ¡ay! con­vertida en envilecido Cacicazgo..........Descubierta la verdad, en parte por la franqueza de los . conjurados, y en parte por las curiales habilidades de Yeláz- quez, Carrera procedió con moderación y hasta con genero­sidad, dados sus tiempos, sus antécedentes, su educación y la clase de ataques de sus implacables enemigos. Hizo manifestar á los convictos y confesos conjurados, á quie­nes no maltrató personalmente, que optasen por salir del país, ó por aceptar las resultas del juicio criminal instau­rado. Esta resolución fue honrosa á Carrera, v favorable á los enjuiciados. A Carrera, hombre extraordinario por su atrevimiento, por su constancia, por su persi>icacia y por su don de mando, y cuya causa política me ha sido y me es antipática, no siempre se ha hecho justicia cuando se ha tratado de su carácter y de sus procedimientos. Si se reflexiona con el espíritu sereno que exige la historia debe notarse que aquel guerrillero cLe origen oscurísimo, de crasa ignorancia, y que en los comienzos de su vida pública dis­tinguióse por actos de crueldad, progresó intelectual y mo­ralmente, modificando sus malos instintos, á medida que el tiempo, la práctica del gobierno y el trato con las gentes educadas iban indicándole lo qué valen los deberes indivi­duales, los respetos sociales, los procedimientos generosos y las consideraciones que demandan la dignidad del hom­bre y el decoro de la nación. En nuestros pequeños países de Centro-América que, aunque parezca paradoja decirlo, se constituyen menos á medida que se dan más Constitu­ciones, no importa de principal manera, que un hombre, que por un golpe de audacia ó de fortuna se apodera del128 BIOGRAFÍApoder, tenga origen indiano ó instintos de salvaje: lo que más importa es que morigere sns costumbres, que modifi­que sus instintos, merced á los antagonistas de la educa­ción y del deber; en suma, que se civilice para garantía de los asociados, para provecho del país, para honra de la patria, y parabién y consuelo de la humanidad.Habiéndose sobreseido, de hecho, en la causa, pues noaparece en ella auto de sobreseimiento, los conjurados toma­ron el camino del destierro. Diéguez y su hermano D. Juan se dirigieron á C o mitán, Estado de Chiapas, en otro tiempo perteneciente á Centro-América. Mi distinguido maestro el respetable jurisconsulto D. Manuel Joaquín Dardón, y el Lie. D. Manuel Cruz, padre del Director de la Academ ia Guatemalteca, les hicieron compañía á su sa­lida de la capital. Era tanta la tristeza de los desterrados, y tanto el interés que mostraron porque se prolongase el acompañamiento de sus bondadosos amigos, que estos lle­garon hasta Chimaltenango en donde pasaron la primera noche del viaje. Al día siguiente los acompañantes, para evitar las impresiones penosas que produce un último adiós, reservaron sus intenciones, y al encontrar un recodo del camino, dejaron adelantarse á los Diéguez, y volviendo grupas, apresuradamente, regresaron á la capital. Los po­bres proscritos siguieron solos la vía dolorosa de su destie­rro, abrumados por tristes recuerdos y por funestos presen­timientos, y ya sin que viniesen en su ayuda la solicitud y los consuelos de la amistad. Desde aquel día empeza­ron á experimentar los síntomas de esa cruel enfermedad que no se localiza, que se apodera de todo el organismo y de toda el alma, que se llama nostalgia, y que solo tiene remedio, cuando volvemos á ver, paljútantes de emoción, aunque sea entre brumas, un pedazo del cielo hermoso de la patria; cuando nuestros ojos entristecidos se animan por un rayo de la luz que ilumina el suelo en que vinimos á la vida; cuando volvemos á aspirar las emana­ciones, particulares para el sentido, de la tierra que empe­zó á nutrirnos con sus maternales jugos; cuando volvemos,DEL LIO. I). MANUEL DIÉGUEZ Y OLAVERRY. 129á ver ]a vieja casa en que se meció nuestra cuna, y las ca­lles y plazas en que nos solazábamos en juegos infantiles; cuando volvemos á contemplar los montes que limitaban nuestro horizonte visihle, último término del universo mun­do, según los juicios ilusorios de nuestra cándida niñez; cuando volvemos á oír el tañer, que siempre resuena en nues­tro oido, de las campanas del nativo pueblo, que ora convi­dan á las alegres tiestas, ora á la piadosa oración, ora á la ple­garia por los que dejaron la escena de la vida; cuando vol­vemos á errar, nutridos de dulces y melancólicos recuer­dos, por las montañas, bosques, prados y jardines, donde sentimos las primeras amorosas palpitaciones del corazón, é hicimos votos.purísimos de eterno amor á la mujer de nuestra predilección, de nuestros ensueños y de nuestras esperanzas; cuando volvemos á ver con santa veneración los verdes sauces que en silencioso cementerio parece que se inclinan llorosos sobre las tumbas de nuestros padres, de nuestros hermanos y de nuestros amigos; y cuando vol­vemos á experimentar, en el seno amado de la familia y de la antigua amistad, el más conplejo é indefinible de los sentimientos, el que todo lo comprende, sensaciones, re­cuerdos, penas, alegrías, aspiraciones, ideales y esperan­zas; el granóe, el sagrado sentimiento de la Patria 1 Después de largos días de camino los proscritos llegaron á la ciudad de Comitán, en donde fijaron su residencia. Las impresiones de viaje que cambian hora por hora, y hasta momento por momento, habían distraído algún tan­to el ánimo de Diéguez; pero cuando se vió ya establecido, de provisional manera, en el comiteco pueblo, sintió la pe­na más acerba y llegó á los extremos de la desesperación. Chocábanle los usos y costumbres, chocábanle los mo­dismos chiapaneeos; casi todo le repugnaba. Su hermano D. Juan bien pronto dedicó sus atenciones amorosas á una virtuosa joven del lugar, á la que después se unió en ma­trimonio; y hasta esta circunstancia contribuyó á aumen­tar la amargura y el desconsuelo de Diéguez. Amaba con pasión á D. Juan: su alma, á modo de vástago ingerido en130 BIOGRAFÍAla rama que le da vivificante savia, solo podia vivir con la vida del alma de su hermano; así es que resentimientos y crueles celos causábanle las inclinaciones y propósitos de su compañero de destierro. Dado al amor por su carácter apa­sionado, sea por seguir impulsos de su corazón, sea por bus­car un pasatiempo, sea por hallar un consuelo, entregóse á los halagos de una tierna afección; pero su vida era irre­gular, de devaneos y de inmoderados goces, de forma que la señora de sus pensamientos, á su pesar, tuvo que rehusarle sus favores. Todo esto exacerbaba la enfermedad moral de Diéguez que, pobre, triste y proscrito, llevaba á la prácti­ca, poeta infeliz, aquello de Esproneeda:*Dadme vino; en él se ahoguen Mis recuerdos; aturdida Sin sentir huya la vida,Paz me traiga el ataúd. (7)D. Juan que era reflexivo, viendo el estado moral de su hermano, y atento á procurar su bien, contra­riando sus sentimientos cariñosos, se empeñó en que se trasladase á la República del Salvador para que estuviese más cerca de la patria, y así recobrase algo de calma y algo de ilusión, y para que pudiese continuar sus estudios de abogado interrumpidos por la frustrada conspiración, y por el ostracismo de ella proveniente. Diéguez no rebelde á los consejos de su M entor sensible, como llamaba á su herma­no, por excusados caminos, y dejando á D. Juan pedazos de su corazón, se dirigió triste y desesperado, al Salvador, á donde llegó en principios de. 18^7. El Salvador no podía, salvar á aquella alma enferma; mas para los hombres que[7 ] Los datos re la tivo s á .la v id a de D iéguez en C o n fita n , los he re c ib id o de u n a respetable persona que v iv ía en aque lla c iudad cuando los D iéguez re s id ía n en e lla , y tu v o ocasión de tra ta rlo s ba jo los auspicios de una am is­tosa confianza.DEL LIO. D. MANUEL DIÉGUEZ Y OLAVERRY. 131tienen por patrimonio el sufrimiento, cambiar de dolores es encontrar alivio. Esta verdad se vé demostrada por la Pato­logía, en lo físico, y confirmada por la Psicología en lo mo­ral.En el Salvador recibió Diéguez bondadosa hospitalidad. Difícil era su situación en cuanto á recursos pecuniarios; pero en D. Esteban Castro encontró, á la par que un buen amigo, un generoso protector. Diéguez recordó siempre con gratitud el nombre de aquel estimable caballero que desin­teresadamente le prodigó su cariño y le favoreció con sus servicios. A poco de haber llegado al Salvador reanudó sus estudios jurídicos. Vivía á la sazón en la capital de aquella República el Lie. D. Tomás Ayón, de quien tengo gratos y amistosos recuerdos, y á quien se deben importantes traba­jos en materias de legislación, y dos tomos interesantísi­mos, por los datos, de la Historia particular de Nicaragua. .En el estudio de tan notable jurisconsulto, Diéguez conti­nuó su práctica forense dando testimonios de inteligencia y de aprovechamiento. Tuvo con su maestro Ayón una sin­cera amistad que cultivó aún años después de efectuado su regreso á Guatemala.Las diarias ocupaciones que Diéguez tenía, en calidad de pasante, no fueron bastantes á distraer su espíritu, á liber­tarle de su habitual tristeza, y á alejarle de galantes aven­turas. Erraba pensativo y dolorido, por lo común, á orillas de Azelguate; todo lo veía sombrío, y entre suspiros y lá­grimas, pensaba en la patria y recordaba á su hermano au­sente. Cuánto sentimiento, cuánta ternura hay en estos ver­sos que le dirigió el 11 de agosto de 1847, y que hasta ahora .no he visto publicados:Desde este triste suelo Donde mi herido corazón palpita,En frió desconsuelo,Que mi temprana juventud marchita,Vuela canción doliente,Lleva mis ayes á un hermano ausente. 11132 BIOGRAFÍAAI que surcó cou migoDel infortunio el piélago terrible,Al hermano, al amigo,Al compañero, á mi Mentor sensible Cuyos sabios consejos,Agora extraño cuando me hallo lejos.Lejos ¡ay! de su lado,Al rededor de mi todo es vacío;Sin galas miro el prado,Turbio y funesto de Azelguate el río;Pura linfa del Coro, (8)Di, ¿cuántas veces te empañó mi lloro?Di, ¿porqué no me viste Pensativo volver á tu corriente?Porque un recuerdo triste Ella me trajo de otra clara fuente,De Chichimá (9) lejano,Donde iba un tiempo con mi caro hermano..Hoy lejos de él me miro,Errante y solo con mi interna pena,Que me arranca un suspiroQue acompañado de su nombre suenaEn el peñasco huecoDonde tan solo me responde el eco.¿Por qué, mi dulce amigo,Nos separamos, di, ¿por qué la suerteNo quisiste conmigoUnido resistir hasta la muerte?Ya que no me seguiste,¿Porqué á tu lado no me retuviste?[8 ] C oro: uno de los más herm osos baños de San Salvador.[9 ] C h ich im á : no m b re de u n m a n a n tia l en las cercanías de C o m itá n ,[te ­r r ito r io de Chiapas.¡Oh. cuántas noches largas Desvelado en el lecho yo he pasado,En memorias amargas,Que destrozan mi pecho apasionado!¡Cuántas veces te llamo!Pero ninguno atiende á mi reclamo.Cuántas otras dormidoYo me he visto en tu grata compañía,Y del sueño creído,Al asomar la luz del claro día,Con tierno desvarío,He buscado tu lecho junto al mió.Y tú no estás, hermano,Y yo entonces soñar solo deseo;Ya que aunque en sueño vano .Al fin un rato junto á mi te veo:Que al que infeliz suspiraHalaga aún de la dicha la mentira..........Pero la pena agudaQue nuestro triste apartamiento causaYa mi garganta anuda,Y á mi canción el llanto impone pausa;;Yen hermano á enjugarlo,O conmigo, por siempre, á derramarlo!.........A esta tierna poesía que parece que hace oír las palpita­ciones del corazón y los entrecortados sollozos de Diéguez, contestó D. Juan, desde Chiapas, en el mismo metro, con los siguientes versos que rivalizan con los de sil hermano, por el ingenuo sentimiento,y por la espontánea inspiración:DEL LIC. D. MANUEL DIÉGUEZ Y OLAVEREY. 138134 BIOGRAFÍAa m iresp o n d ien d o á u n a can c ió n que, en el m ism o m e ­t ro , m e d irig ió desde San Salvador.¡Quién entonar pudiera, Acompañado al son de blanda lira, Endecha lastimera,Tan dulce como el cantó en que suspira Mi ausente amigo amado,Orillas de Azelguate afortunado!¡Oh tú, mi caro amigo,Que das tanta dulzura á tu lamento!Si competir contigo JNTo es dable en la armonía del acento, En que eres tú el primero,Mi pecho en el sentir no es el postrero.Tus notas imitando Yo exhalaré mis ayes doloridos,Y al céfiro más blando Rogaré que los lleve á tus oídos, Respondiendo á tu canto,Que desde aquí acompaño con mi llanto.Cual suele la inocente Avecilla en la noche mas serena Orillas de la fuente Remedar á la dulce Filomena,\ 7Yo tu canción remedo,Y es cuanto de mi acento esperar puedo.DEL LIC. D. MANUEL DIEGÜEZ Y OLAVERRY. IBSSi en el peñasco hueco,De las ardientes playas de Azelguate, Responde solo el eco A los suspiros de mi tierno Vate,Otro eco más sentidoResponde aquí detrás del Ande erguido. (10)#Aquí en la Chiapa ignota,Donde mi mente aun verte se imagina,Donde mana y se agota . De C h ich im á la linfa cristalina,En cuya fresca fuente No más de que te fuiste hundo mi frente.Sabes cuánto yo amara Los risueños paisajes de natura,Y cuánto me encantara,Ora de las campiñas la verdura,Ora el monte sombrío,Ora el murmullo de adormido río.Ora el hondo desierto De paz asilo y de beldad santuario,Ora el valle encubierto,De Flora perfumado relicario,Ora mansa lagunaQue inmóvil duerme al rayo de la luna.Mas luego que partiste,Para este corazón, para estos ojos,Ningún encanto existe:Del destierro los ásperos abrojos,Por tu mano apartados,Cubren de nuevo los ajenos prados.[1 0 ] A n d e : la s ie rra que queda e n tre los te rr ito r io s de G uatem ala y C h ia pas, p ro lo n g a c ió n de la c o rd ille ra de los A ndes; los C uchum atañes.Un día, te diré,Queden los herbosos valles de Tzimol (11) Recrearme intenté,Al trasmontarse ya el ardiente sol;t/ 'Y en el brazo el fusil,Seguí del río los recodos mil.136 , BIOGRAFÍAGuarnecen sus riberas (Te acuerdas?) de sabinos colosales Dos tortuosas hileras,.Cuyo verdor, cubriendo los cristales, Serpea en la llanura Cual monstruosa serpiente de verdura.Mi mente pesarosa No vagó en aquel bosque corpulento,Ni á la queja amorosa Que el pájaro en las ramas daba al viento Sensible fué mi oído,Ni al del agua mansísimo rindo.La caza despreciando,Mi marcha á la aventura dirigía,For la.margen vagando,Yr volaba mi inquieta fantasíaTras mi hermano, tan solo,Errante entonce en peligroso polo.De tu suerte i a dudaEl pecho con angustia me apretaba: Aquella pena crudaMi alma, como ahora, entonces embargaba: Y allá entre mi decía:“¡Bajo este árbol tal vez él estaría!”[11] Tzimol: un valle distante deComitán cuatro leguas al Occidente.DEL DIC. D. MÀMUEL DIEGKJEZ Y OLÁVERRY. 137En tanta acerba pena Que á este mi triste corazón circunda.Solo tu dulce avena,Tu cara voz que de ternura inunda Aquesta alma oprimida,Préstame nuevo aliento, nueva vida.Permita un día el cielo,(Solo al pensarlo el corazón me late)Que allá en el patrio suelo,- O siquiera en la margen de Azelguate, (12) Demos á un mismo viento,Bajo un mismo palmero, nuestro acento.No tus lágrimas solas,En s ilenc io sa soledad vertidas,* /Irán más á las olas A sepultarse en e llas confund idas:Que á la linfa del Coro Con el mió también irá tu lloro!Ju a n Bi'eguez.Comitan.—1846. (13)En una de sus excursiones, por los departamentos del Salvador, llegó Diéguez á la rica ciudad de Santa Ana en.12] A zelguate: r ío de San S alvador.'13) L a b e llís im a com posición que precede, ta n to en «El Museo G uate­malteco» com o en una colección de poesías fo rm ad a p o r e l laborioso G arcía Salas, aparece firm a d a p o r D . Juan en 1846; pero este es u n e rro r de fecha: he le íd o e l o rig in a l, de puño y le tra de D . M a nu e l, escrito en San S alvador ■en 11 de agosto¡de 1847, y absurdo sería creer que le contestase su hé rm ano j desde C om it án, en el año 1846. P or demás está hacer observaciones sobre •el p a rtic u la r.138 BIOGRAFÍAdonde conoció á una joven llamada Lola......que á los en­cantos de la juventud unía las gracias cautivadoras de una morena nacida á orillas del Guadalquivir ó á las márgenes del Rimac. Olvidó su pasantía en la facultad de derecho, y dióse á pasar, entregado en cuerpo y alma á la bella y es­piritual san faneca, en la amorosa escuela en que se hacen tiernos reclamos y sentidas declaraciones del alma, en que de día se escriben apasionadas esquelas, y se forman lindos y decidores ramilletes, y de noche se hacen rondas llevan­do el laúd bajo el brazo, el canto en los labios, el fuego en la mirada, y las protestas de un amor eterno en el pal­pitante corazón. Lola fué para Diéguez la gran pasión de su vida: fué lo que Beatriz para el Dante, Laura para el Petrarca, Eloísa para Abelardo, Teresa para Espronceda y Rosario para Acuña: fué el alma de su alma, el amor de sus amores, el divino soplo, el aliento inmortal de sus más grandes inspiraciones. Afecto tan vehemente, amor tan acendrado, adoración tan sincera, no pudieron menos de ejercer poderosa influencia en la suerte del poeta. Lola, sin quererlo, con su rendido amor, debía contribuir al comple­to desequilibrio de las facultades del vate que supo can­tarla y llorarla, con infinita ternura, y que cual cisne de la poesía, al exhalar sus tristísimas endechas,, por el objeto amado, dió en sus cantos el presagio del fin prematuro de su triste vida!Aquejado por los dolores de la nostalgia, y necesitado de dar nuevas impresiones á su inquieto espíritu, Diéguez hi­zo el arresto de volver á Guatemala, en 1848, no obstante estar en vigor el decreto de su proscripción; mas atrope­llando por todo, vino clandestinamente, en la amorosa compañía de Lola, á ocultarse en la hacienda del “Carri­zal” propiedad de su familia. Su hermano Jorge se había hecho cargo de la administración de la finca, y al ver llegar á Diéguez con hermosa dama, que no era su Señora, ce­diendo á las exigencias de sus ideas sobre moral, se mos­tró adusto, severísimo, y rehusó recibir en la casa solariega al proscrito hermano y á su enamorada compañera. La in~DEL L1C. D. MANUEL DIEG-UEZ Y OLAVERRY. 139feliz pareja, tan rica en amor como falta de recursos, sufrió- crueles desdenes, y fuése á alojar en miserable barraca, indiana, en donde permaneció oculta durante largos meses. No perseguía á Diéguez el espionaje oficial, que tanto se ha perfeccionado en tiempos posteriores, pues ni del Salva­dor ni de Guatemala dieron aviso á Carrera de que el poeta había quebrantado la ley de proscripción; pero dolíale el profundo desprecio de su hermano, y sentía los apremios del hambre que enflaquecían su robusta organización, y que, para inmenso dolor de su alma, tornaban en demacra­das y pálidas las mejillas de Lola, antes coloreadas por la rica sangre de la juventud que no sufre, y acariciadas por el aleteo de puras y juveniles ilusiones, distantes ¡ay! de los ásperos reclamos de la horrible miseria. En carta di­rigida á su' familia, desde su pobre rancho, hablándole de su angustiosa situación, le decía: “Hoy he tenido que ven­der mi eslabón para comer.” (14) Infeliz poeta, con Lola tenía un cielo en rsu alma, y con las exigencias del estó­mago, un infierno en su miseria!La madre de Diéguez lo sabía todo. Sabía que era el hijo pródigo, una especie de oveja descarriada. Pero el corazón de una madre tiene un manantial inagotable de bondad y de ternura. Se interesó por su hijo, y trató de hacerle todo bien. ¡Bendita sea la maternidad que es 3o más respetable y santo que hay sobre la tierra! Qué de veces algunos de,mis estudios científicos, inesperadas ingratitudes de los hombres, y amarguras por infortunios no procurados, me han hecho vacilar é inclinarme á caer en los abismos del ateísmo; pero la bondad y sacrificios de mi madre, y la bon­dad y sacrificios de la. madre de mis hijos, me han hecho asirme á la consoladora idf a de Dios. Más me enseñan con[1 4 ] L a ve n ta de l eslabón in d ic i lo ap rem ian te de las necesidades d e Diéguez, pues en aquel tie m p o en que e l uso de los fósforos no se h a b ía ge­nera lizado, el eslabón era u n m ueble p rec iad ís im o, p a rtic u la rm e n te para los. fum adores.140 BIOGRAFÍAsu desinterés, con su amor, con su ternura y con su resigna­ción, la pobre anciana que me dió el ser, y la compañera dé mi vida, que se desvela al rededor de las camitas de sus tiernos hijos, que todos los libros que he leído de historia­dores y filósofos antiguos y modernos. La madre es una Providencia, aquí en la tierra, y es la más grande y sagra­da revelación de Dios.Doña Josefa Olaverry aprovechó diligente sus buenas y numerosas relaciones para influir en el ánimo del general Carrera, con el fin de que revocase la orden de destierro que pesaba sobre Diéguez. Carrera atendió á los ruegos de la madre y á la solicitud de sus amigos, y el poeta pudo salir del desmantelado rancho en que estaba oculto. Reco­brada su libertad vino á esta capital en donde continuó sus estudios de abogado. Distribuía su tiempo dedicando algu­nas horas á su instrucción jurídica, y las más departiendo ■ ó solazándose con sus amigos, entre quienes figuraban los JBengoecheas, y el ilustrado literato D. Ignacio Gómez, á quien, (lo mismo que á su hermano Juan,) por sus consejos é indicaciones, debió- mucho de su saber literario. (15)Pocos meses después de verse libre y de disfrutar de los goces que proporcionan el hogar paterno y las amistades de la juventud, un gran dolor vino á afligir su corazón, y á hacer más tristes y sombríos los días de su agitada vida.«/ OTrajo á Lola á la capital, pobre ave que escapada del tibio(15) E n la época á qne me re fie ro D iéguez empezó á hacer algunas tra ­ducciones de l francés, id io m a en que te n ía m u y apreciables conocim ientos. F ig u ra n e n tre sus p rin c ip a le s traducciones L a L á m p a ra , lin d ís im a poesía de A n d ré s C he n ie r, y R ico y Pobre, preciosa nove la de E m ilio Souvéstre. A p ro p ó s ito de esta novela , D iéguez cre ía e n co n tra r ana log ía e n tre su v id a y su carácte r con la v id a y el carácte r de l p ro ta go n is ta desgraciado de la nove la , A n to n io L a rry . C uando haga el ju ic io c rític o de las producciones de D iéguez expondré , aunque con te m o r de equivocarm e, e l concepto que m e merece com o tra d u c to r; mas desde luego a n tic ip o la idea de que me pa­rece m e jo r tra d u c to r de poetas que de prosistas. P o r lo que hace á su seme­ja n z a con L a rry tra ta ré de es tu d ia r, á fondo , la ob ra de Souvestre para d a r una o p in ió n , en lo pos ib le fundada , sobre e l expresado p u n to .DEL LIC. D. MANUEL DIEGUEZ Y OLAVERRY. 141nido del nativo pueblo, extinguidas sus fuerzas, ya por la dureza de las penas, ya por la intensidad de los goces, con­trajo mortal enfermedad; inclinó la cabeza, plegó sus alas, y triste y desolada, exbaló su postrimer aliento. No fueron liarte á detener la mano de la muerte la solicitud, los re­clamos y los fervientes votos del amor. El pesar de Bié- guez no tuvo límites. De ello da testimonio su pequeño enantoprecioso canto elegiaco titulado: L a s lá g r im a s m ias\ Léanlo con un profundo sentimiento de piedad todos aque­llos que, compasivos y conocedores de las desdichas de un corazón herido en lo más vivo, no rehúsen escuchar quejas, -oír sollozos y ver correr el llanto.EN- LA TUM BA L Ei Oh tumba que guardas las frías cenizas de aquella que fuera la luz de mi vida! pues tu me conservas tan caras reliquias, deja que te rieguen la s lá g rim as m ia s .No tengo en la tierra, desierta, vacía, sino esos despojos que tú depositas; despojos inertes que yo animaría, si vida les Rieran la s lá g r im a s m ias.142 BIOGRAFÍA¡Oh tumba! esos restos que encierras sin vida, de amor y de encanto llenaron la mía: en ellos, un alma sensible latía que en dichas tornara la s lá g rim as m ías.Sus ojos mi lumbre* su aliento mi vida, su voz mi consuelo, su amor fué mi dicha: ¡oh dicha fugace! tan presto perdida, bastante no os lloran la s lág rim as m i as.Pero ellas que rieguen au tumba sombría y el ciprés do cuelgue mi enlutada lira, cuando en pos volando de mi tierna amiga, á su lado cesen la s lág rim as m ias\Herido de muerte su corazón por la pérdida irreparable de la que fuera la lu z de su v ida , buscó en vano distracción y consuelo en nuevos afectos y en entretenimientos borras­cosos. Sus relaciones amorosas, en tiempo anterior, ha- biánle dado por fruto á su hija primogénita Guadalupe, á la que, en la época á que me reñero, entre el arrepentimiento por la culpa, y entre la ternura que inspirábale, dedica estos versos en que tal vez se vean manchadas las blancasDEL LIC. D. MANUEL DIEGUEZ Y OLAVERRY. 143talas del ángel de la inocencia por el cieno arrojado por la impureza de las pasiones:A MI H IJA ."Vastago tierno de mi triste vida,Hija infeliz de mi infeliz ternura;Si el fruto fuiste de una unión impura, Aquella culpa de tu padre olvida¿Qué importa á la azucena ser nacida Entre el pantano, el cieno ó la basura, Si conserva su nitida blancuraY alza sin mancha su corola erguida?Esa flor eres-tú, niña inocente;En nada empaña, no, tu nacimiento La virginal pureza de tu frente:Sea siempre tu pecho un aposento De pudor, de virtud y de recato,Y triunfarás de tu destino ingrato.Y por lo que hace á sus distracciones, pasatiempos y de­devaneos en que se ocupaba con algunos de sus amigos, ora descreído, ora triste, ora aturdido, ponía algunas veces en ejecución el programa de placeres que contienen los siguien­tes versos del trovador José Zorrilla:Reir, cantar, beber, corta es la vida;Qué en un festín espléndido y brillanteDuerme el pasado, el porvenir se olvida! . . .A la verdad, que en días de o rg ia y de lo cu ra pueden olvidarse, por momentos, dolores y pesares; pero ese olvido144 BIOGRAFÍAno indica el sentimiento del deber, ni corresponde al fin le­gítimo de la vida que consiste, para el hombre, en caminar sobre las malezas de la tierra, y rendir animoso la jornada, siendo bueno y morigerado, en el seno de la familia, traba­jador y útil, en el seno de la sociedad, y culto y ejemplar, en el seno de la patria.Á1 año siguiente de su regreso á Guatemala, el día 25 de mayo de 1849, se recibió de abogado. Nuevo campo le presentó su profesión para que ejerciese su actividad y diese á conocer sus talen tos.. Tuvo numerosos clientes que le confiaron sus negocios; de esta suerte la abogacía pro­porcionábale considerables ganancias. Sin embargo, el pre­supuesto de Diéguez siempre estaba desequilibrado; sus entradas no alcanzaban, ni con mucho, á cubrir sus in­moderados gastos; se divertía, aquí y allá, y echaba á rodo el dinero sin pensar en el mañana. El recuerdo de la pobre­za y de las privaciones que había sufrido no era bastante á retraerle del derroche. Diéguez no tenía idea del ahorro- que le hubiera salvado de la miseria, y que habría asegu­rado un patrimonio para su familia. Algunos de sus ami­gos, por una de esas galanterías interesadas y de mal géne­ro, llamábanle generoso por sus prodigalidades; y los su­yos, que querían su positivo bien, dolíanse de su conducta, llamábanle al orden, y dábanle los calificativos de in tru ­dente y manirroto; mas no hacían mella en él ni previsoras advertencias ni saludables consejos.Como abogado tuvo eminentes cualidades que ojalá res­plandecieran siempre en la,mayoría de los individuos que se dedican á la noble profesión del Foro. Se hacía cargo únicamente de aquellos litigios en que veía claro que sus clientes tenían de su parte la justicia; y con entereza de­fendía las causas que se le encomendaban, aunque tuviese en su contra intereses y pretensiones de las familias que se distinguían por su posisión social y por su influencia polí­tica, tan respetada y temida en nuestros pueblos de Cen­tro-América, dados á los medros de la empleomanía, y á condescendencias y contemplaciones en obsequio del po-DEL L1C. D. MANNEL DJÉGUÉZ Y ÜLAVJBRRY. 145der. Sierapie Diéguez patrocino á los desvalidos; nunca se doblegó ante indebidas exigencias, ni temió los manejo» y las iras de adversarios poderosos. Como orador forense era persuasivo y vehemente, pero á veces cruel, pues usaba, y abusaba de los más picantes epigramas que, en ocasiones- movían á risa, á expensas de los defectos del prógimo, á los severos y respetables Magistrados.' Diéguez heredó de su padre D. Domingo su’genio epigramático, y es digno de notarse el contraste que formaban los hirientes epigramas del abogado con la ternura de los cantos del poeta. Rico era el organismo de Diéguez en dotes y facultades, y da gri­ma que extravíos, no contenidos á tiempo, hiciesen malo­grarse las aptitudes de aquel talento, y morir en flor las ins­piraciones de aquel numen privilegiado por la naturaleza.Tras largos años de vicisitudes y aventuras, Diéguez de­bía llegar á ver, sijniedojiecirlo así, el lado serio de la vi­da. Aficionóse á la Señorita Rosalía Plores que contaba de 30 á 32 años. Muchos de sus familiares y amigos toma­ron interés en quedormase familia para que tuviese sosie­go aquella alma inquieta, y para, que labrase su bien y la felicidad de los suyos. En particular, el benévolo Arzobis­po de Guatemala, Francisco de Paula García Peláez, se apersonó en el asunto matrimonial, é influyó para que Dié­guez, á quien tenía cariño, uniese su suerte á la de la Seño­rita objeto de sus pretensiones. El matrimonio se efectuó en agosto de 1856, y vínculos indisolubles, y compromisos sagrados, y deberes indeclinables, debían ligar al poeta á la vida del hogar. Se esperaba que las fuertes cadenas de la familia retuvieran al cantor que, entre inquietudes juveniles y ardorosos devaneos, había roto muchas cade­nas de flores, formando y perdiendo ilusiones, inundando su alma de amargura, y agotando un rico manantial de lágrimas. 'Pero la luz de la mirada de una buena esposa, reflejada en las blancas cunas de sus tiernos hijos, no pu­do iluminar aquella alma que, sumida en la noche del in­fortunio, estaba ya muy cerca de los lindes del sepul­cro. . . .146 BIOGRAFÍAComo había sido y continuó siendo refractario á los há­bitos de orden y de economía, lo que produjo que malgasta­se su pequeño haber hereditario y los frutos de sus trabajos profesionales, bien pronto la pobreza con sus mil apremios, que desconciertan y afligen, vino á llamar á las puertas de su humilde hogar. Sus amigos, y particularmente su me­jor amigo D. Manuel Bengoechea, que tenía influencia en el Gobierno, se interesaron en que se le diese un buen em­pleo; y en febrero de 1858, en sustitución del Lie. D. Caye­tano Batres, fué nombrado, con beneplácito general, Au­ditor de Guerra.Poco tiempo ejerció el enunciado cargo que le daba ocu­pación y recursos, aunque pequeños, para subvenir á las necesidades de su familia. El General Manuel María Bo­lanos, á la sazón Comandante General de la República, tuvo para con él exigencias con motivo de algunos x̂ ro- cesos seguidos contra militares que • gozaban de la pri­vanza del General Carrera. Así las cosas, Diéguez nunca quiso comprometerse en transacciones en materia de ad­ministración de justicia, y renunció varias veces la Audi­toría, hasta que al fin le fué admitida su renuncia. Extra­ñados sus amigos de su resolución de dimitir un cargo que harto necesitaba, contestó á sus preguntas con estas palabras que ponen de manifiesto la integridad y la fir­meza de su carácter: Se me exigen cosas in deb id as , y no puedo con tin ua r , siendo honrado , desempeñando el em­pleo que tengo. En esto siguió los consejos que su noble padre dirigió á su hijo D. Juan, al ser este nombrado Juez de 1.83 Instancia de un Departamento, en carta que publicó un periódico literario de esta capital. (16) “El desinterés es el creador de la fortaleza que debe tener un Juez; virtud grande contra la venalidad y la eo-[1 6 ] “ E t M useo G uatem alteco,” n ú m e ro 41: m iérco les 2 de sep tie m bre de 1857.147DE Ti L·IC. D. MANUEL DlÉGÜEZ Y OLAVERRY.rrupción. No hablo precisamente de ese interés pecunia­rio que solo puede afectar á los corazones impuros y de­gradados; hablo de cualquier otro que pudiera excitar la sensibilidad en las nobles tendencias de la naturaleza. Nin­gún'atractivo, por seductor que aparezca, debe hallar en­trada en el pecho del Juez, ni hacerle doblegar en su admi­nistración.”Falto de medios para atender á sus obligaciones domés­ticas, acosado por una extrema pobreza, y desengañado de la sociedad y de los hombres, Diéguez solo encontraba al­gún lenitivo á sus x>enas, ora exhalando quejas como aque­llas que dirigió á una actriz europea:Partes y me aba adon a s ... .y mi ruego En vano quiere conmover el alma De la beldad que me robó el sosiego,Y de mi pecho arrebató la calma,Ora ocupándose en esparcimientos placenteros que lo alejaban del trabajo, que desgastaban su salud, y que es­taban contrapuestos á la energía y á la nobleza de su ca­rácter. Así, en poco tiempo, aquel organismo joven y vi­goroso experimentó una sensible perturbación. En el mes de abril de 1861 Diéguez perdió el uso de sus facultades in­telectuales; la locura vino á dar el golpe de gracia á aquel cerebro tan rico en ideas, á aquella fantasía tan llena de imágenes, á aquella alma nutrida de amarguísimos y pro­fundos pesares.Cuán desgarradoras y dignas de mover á compasión fue­ron las penas que, durante largos meses, dió á Diéguez su cruel enfermedad! Experimentaba sufrimientos horribles, que no por ser causados por fenómenos puramente imagi­nativos, propios de su estado patológico, dejaban de ser para el enfermo rudas y abrumadoras realidades. A veces se creía preso á causa de la conspiración del 46; se sentía cargado de prisiones, y veía la fatídica imagen de C h u p in a , rodeado de sayones, que duro é inflexible le condenaba á lar48 BIOGRAFÍAmuerte; y entonces el pobre loco, convulso, se agitaba de­sesperado, y gemía y quería huir, y era víctima de los má- grandes terrores. Otras veces, recordando su miseria, creía ver á sus tiernos hijos, huérfanos y desvalidos, expuestos á. la intemperie, echados sobre el duro suelo, y sin más am­paro que la sombra protectora de las ramas de un árbol. (17) - Tenía á veces horas de calma y de lucidez en sus ideas. El General Carrera que llegó á estimar y á querer á Diéguez, su antiguo enemigo político, fué una ocasión á visitarle y á darle sus consuelos. Durante la mayor parte de la visita el enfermo departió con el General mostrando en todo buentsentido. Carrera llegó á creer que estaba en el uso de su razón; pero al despedirse el paciente volvió á desvariar y á ser presa de su desesperación y de sus terrores. El Gene­ral comprendió entonces que la locura estaba arraigada, y que no había remedio para el poeta que había perdido la luz de la inteligencia, como para prepararse, entre tinie­blas, para sumergirse entre las sombras de la noche eterna de la muerte!La locura se exacerbó, después de algunos meses, con otra gravísima enfermedad. (18) Los Doctores, mi ma­logrado amigo D. Felipe Barraza, y D. Francisco Aguilar hicieron esfuerzos para combatirla. Todo fué en vano. El cerebro del poeta estaba trastornado, y su organismo de­bía descomponerse por el nuevo mal cuyos avances des­tructores la ciencia no pudo contener. Entre angustias inde-, cibles,,el día 21 de agosto de 1861, en la casa que está al fren­te déla puerta lateral de la iglesia "de Santa Teresa, falle­ció el poeta, dejando una viuda tan virtuosa como desvali­da, y dos hijos en la infancia, Juan el menor, que se ha de­dicado á trabajos agrícolas, y Manuel el mayor, que ha he-[17 ] E l á rbo l de que D iéguez h a b lab a en su m o no m an ía es e l que cono­cemos en C e n tro -A m é rica con e l nom bre de mcttasano, ó m atasanos.[1 8 ] D ise n te ríaDEL LIC. D. MANUEL DIÉGUEZ Y OLAVETJRY. 149redado los talentos de sn padre y de su abuelo, que es un bello ornamento de nuestro Foro, y que, en la esfera de las letras, lia introducido en nuestro país, con éxito feliz, el género de las trad ic iones escritas , por lo cual merece el honroso calificativo de R ica rd o R a im a guatemalteco. Si los muertos alguna vez volviesen á la tierra, Diéguez se consolaría, y olvidaría muchos de sus infortunios, viendo que su hijo, por su talento robusto y fecundo, es una de las más hermosas esperanzas de la patria. ¡Ojalá llegue á ser, como tenemos derecho á esperarlo, una verdadera glo­ria nacional!Intenso fué el dolor qué la familia y los pocos, pero since­ros amigos de Diéguez, tuvieron por su prematura muerte. (19) Sus restos, en pobre ataúd, con pequeño acompaña­miento, sin aparato, sin pompa, fueron conducidos al anti­guo cementerio de esta capital para ser depositados en[1 9 ] M i am igo, e l du lce poeta D. Francisco González Cam po, dedicó á la m em oria de Diéguez una se n tid a com posición de la que tom o los siguientes versos reproducidos po r el D r. D . Ram ón U ñ a rte en su ob ra «G alería P oé ti­ca C entro-A m ericana»:/D uerm e bardo in fe liz , duerm e en la tum ba;!ay! va le más su sem p ite rna calm a, que a rra s tra r la ex is tencia cuando el a lm a bajo el peso se abate del d o lo r.Si, va le más, in fo rtu n a d o bardo e l s ile n c io de l fé re tro p ro fu nd o , que v e re n to rn o in d ife re n te a l m undo desdeñando los ecos del can to r.Y ¿qué halago la v id a te o freciera en u n tie m p o de in fa n d o despotism o? la m ise ria , e l desprecio, e l ostracism o y e l h o rro r de una fé tid a p ris ió n .P or eso el s insabor y la tris te za sollozan en las cuerdas de tu lira , y en tu s notas d u lc ís im as re sp ira e l eco de tu am arga in s p ira c ió n .humilde nicho: después la piedad de su hijo mayor hizo trasladarlos al mausoleo que, con generosidad nobilísima, dedicó el Ilustre Colegio de Abogados de Guatemala al jurisconsulto D. Juan, hermano predilecto del poeta. Des­graciado Manuel Diéguez! En. tu muerte no tuviste ni propio sepulcro, como no tuviste seguro hogar en la vida; pero por una de esas justicias, que sabe hacer aún el desti­no más ingrato, descansas aliado del que fué tu hermano por la sangre, por el sentimiento, por el dolor, por la inspi­ración y por el arte. Tuviste el desequilibrio de facultades que tienen los grandes poetas del sentimiento. No supiste comprender el verdadero fin de la vida, que es perfeccionar, engrandecer y dilatar la personalidad, merced á las res­pectivas facultades, ya por trabajos mecánicos, ya por lu­cubraciones científicas, ya por la devoción purísima del arte; pero á falta de sentido práctico y de tendencias filosóficas y trascendentales, y de orden y de regularidad, tuviste el profundo sentimiento de la vida, aunque con in­termitencias, en lo que respecta á la contemplación de lo bello, al culto á los recuerdos dolorosos, al cultivo de los afectos íntimos, y al fantasear de la imaginación que, como por despecho, descontenta de las impurezas de la tierra, recorta y mancha sus alas, pero luego, como arrepentida, hace esfuerzos para volar, y al fin vuela, y se remonta al  poco antes, siempre con la más solícita exactitud. Era D.159Mariano bastante ilustrado para su época: había leído mu­cho y con bastante discernimiento: traducía y hablaba el francés, lo cual en aquellos tiempos era poco común: enten­día perfectamente de música, tocaba la guitarra y era muy aficionado á las artes y habilísimo en la mecánica. Ebanista y tornero muy diestro, tenía en su casa una gran pieza que llamaba el ta lle r , en donde para distraerse en sus horas de descanso trabajaba en herrería, platería, zapatería y reloje­ría. Decía á menudo que el hombre debe saber algo de todo, y que era útilísimo reunir á conocimientos profesionales ó literarios, el ejercicio de algún arte. Ojalá que esas ideas se hubieran generalizado entre nosotros, donde á la par que es tan incierto y tan precario el provecho de las carreras científicas y literarias, abunda tan extraordinariamente el número de los que á ellas consagran su actividad, dejando abandonados la agricultura y los oficios que de tantos obre­ros inteligentes necesitan y que aseguran tan holgadamentela vida y garantizan 3a tranquilidad y el porvenir déla\familia! Varios de sus hijos heredaron su afición á la mxi-. % 11sica. Doña Encarnación fué excelente pianista, y D. José sobresalía en el canto y llegó á ser el que mejor tocaba en su época la guitarra, así como también se distinguía en Ja fabricación de piezas primorosas en el torno. .Pero lo que heredó principalmente de su padre, fué la afición á la lec­tura, sus ideas caballerosas, sus principios de lealtad, de honor y de delicadeza, sus rasgos de generoso desprendi­miento y su' entrañable amor á la familia. Su madre fué Doña Mercedes Montúfar y Coronado, matrona distinguida por su notable inteligencia, por su afable trato, por la cla­ridad de sus ideas y la ternura de sus sentimientos y por un conjunto de prendas que la hacían modelo de buenas esposas y de amantes y cariñosas madres: el ángel del ho­gar y el genio del bien en la familia. Al separarse D. José Mariano Batres del empleo de Oficial real, se trasladó çon su esposa y sus hijos á Guatemala, á donde lo llamaban todas sus afecciones y donde tenía tantas amistades y tan­tos vínculos de parentesco. Por eso, y porque él y su fa-DEL POETA D. JOSÉ BATEES.milia se consideraron siempre de paso fuera de Guatemala, y siempre reputaron como su hogar el hogar que aquí te­nían, todos sus hijos se han considerado ellos mismos y por todos han sido considerados como guatemaltecos, a- pesar de la circunstancia accidental de que hubieran nacido en otro Estado ó Provincia. Por fortuna, entre Repúblicas de Centro-Amériea no puede haber lugar á cuestiones de origen ni á disputas de nacionalidad, porque nuestro es todo lo que es centro-americano. Si tales cuestiones cupieran, nosotros vindicaríamos áBatres como guatemalteco, porque Guatemala fué la patria de su familia y de sus afecciones, aquí corrieron sus mejores años, aquí pasaron sus juegos, aquí hizo sus estudios y se despertaron sus aficiones lite­rarias, aquí se abrió su inteligencia y brotó en su corazón el perfume del sentimiento, aquí escribió sus versos; éste fué el teatro de sus amores y de su ambición, de sus de­cepciones, de sus amarguras y desengaños; y ésta la tierra de sus lamentos y desús imprecaciones, por la que expuso su vida en los combates, y la que como madre. amorosa re­cibió después sus huesos para que se apagase la fiebre de aquel cerebro inflamado y para que dejara de sentir aquel ardiente corazón.No se sabe con quién hizo Batres sus primeros , estudios, pero sí que desde niño reveló su claro talento, su prodi­giosa memoria y las admirables dotes con que había nacido para la poesía. Cuéntase de una correspondencia en verso que sostuvo con su hermana Encarnación, y de muchos juguetes poéticos que constituían una de las principales distracciones de su tierna edad en que ya sorprendía á to­dos su ávida dedicación á la lectura. Esta y los años fueron perfeccionando después el inestimable don de la naturale­za; pero la fluidez y espontaneidad de todas sus obras, el perfume y la frescura que en todas ellas se respira, no dejan duda de que tenía mayor parte el talento nativo que el arte adquirido por el estudio, y que de ellas no hubiera podido decir Montaigne que despedían el olor de aceite de velado­ra lámpara. ¿Dónde aprendió Batres á hacer los versos ad-160 BIOGRAFÍADEL POETA D. JOSE BATEES. 161mirables que son el deleite de nuestra generación? ¿De dón­de tomó la esencia inmortal de su poesía? Aprendió donde aprende la flor á vestirse de colores inimitables y á saturar el aire con delicioso aroma, donde aprenden á cantar las aves, á suspirar dulcemente las brisas, á gemir el viento de la noche' en las alamedas de sauces melancólicos, á mugir las olas y á bramar el huracán y las tormentas. Tomó su poesía de donde toma el bosque sus esencias, la luna sus tibios resplandores, la noche sus vaguedades y armonías, y la creación toda ese encanto indefinible que en las horas de éxtasis y de abandono derrama sobre sus obras la natura­leza. Había en la familia de Batres una disposición natural, para la poesía: se había manifestado en.su hermana Encar­nación y se manifestó más clara y espontáneamente todavía en Manuela, otra de sus hermanas más queridas y que fue después esposa del,Sr. D. Manuel Arzú. Doña Manuela es autora de un gran número de delicadísimas composiciones escritas para la intimidad del hogar en que se aspira toda la fragancia de la ternura y de la sensibilidad, especie de ramillete de flores tan modestas y tan bellas que su esposo y sus hijas, á cuya bondad soy deudor de muchos de los datos de estos apuntamientos, y que sumidos hoy-en las tinieblas de la viudez y en el duelo de la orfandad lloran inconsolables la pérdida del numen tutelar de sus hogares, guardan con religioso cariño, temerosos de que se deshojen si las sacude el viento de la publicidad, ó de que se profa­nen si las toca otra mano que no sea la mano del amor filial, (a)[a ] Como m uestra de su ta le n to poético copio la s ig u ie n te com posición, dedicada á una am iga suya:4V ersos quieres, p iec iosa am iga m ia ,Y m e los p ides, porque no recuerdas Que no h a y Verso posib le s in poesía,S in ta le n to , s in a rte n i a rm o n ía ,.162 BIOGRAFÍAEsa disposición de familia que se reveló de manera extraordinaria en José Batres, se desarrolló y perfeccionó con el estudio y la reflexión, pero sin hacerle perder nunca ese aroma Ide novedad que no se recoge en los libros ni se adquiere con los años, y esa gala y suavidad que sólo se halla en la naturaleza. Batres tenía además una memoria felicísima, y siempre sacó mucho partido de esa preciosa facultad que lejos de ser como se ha dicho, el privilegio de los tontos, es tan envidiable que Chateaubriand escribió que es tal la vanidad de nuestra vida que ésta no es más que un reflejo de nuestra memoria, por lo que no ha sido exagerado afirmar que la ciencia sin memoria es una criba, el tonel sin fondo de las Danaides que no se llena jamás. Gracias á ella aprendió después con facilidad sorprendente el francés, el inglés, el italiano y más tarde el latín; y gustaba de ostentarla recitando largos fragmentos de poesías antiguas y modernas y jugando al ajedrez retirado del ta­blero, atendiendo sólo á la numeración de las casillas y sin ver las piezas que otro movía según las indicaciones que é daba para su dirección.Por los años dé 1824 á 1825 aparece el joven Batres con otros cuatro ó seis compañeros, dedicado como cadete al es­tudio de las matemáticas y de los otros ramos indispensa­bles para llegar á ser un distinguido artillero, en la escuela que, por acuerdo del Gobierno Federal, se abrió en esta ciudad en uno de los salones del Palacio bajo la direcciónN i suena u n in s tru m e n to y a s in cuerdas.Y o soy ese in s tru m e n to m udo in e rte , I n ú t i l más y más p o r los quebrantos,M as lo pongo en tus m anos; si p o r suerte P roduce a lg ú n son ido, no de m uerte , A tr ib u y e el p ro d ig io á tus encantos.Y cuando le jos de la p a tr ia m ía Pienses a lguna -vez'en los que dejas P o r tu ausencia en m o rta l m e la n co lía , N o toques e l la ú d , b e lla M a ría ,Q ue sólo o iría s sus am argas quejas.DEL POETA I). JOSÉ BATRES. 163del Coronel de Artillería, D. Manuel Arzü. José Batres emprendió con ardor el estudio de las materias á que se consagraba: tenía como principio hacer bien cuanto se pro­ponía hacer, y seguía como máxima invariable de conduc­ta esa máxima que tan asombrosos resultados ha dado en el pueblo norte-americano: concentrar toda la atención en aquello en que actualmente se trabaja, ejecutándolo como si fuera la ocupación única y exclusiva de la vida. Sobre­salió, pues, en esos estudios por su talento y aplicación, siendo notables su despejo y adelantos en las matemáticas, que aunque parece que por su aridez y exactitud están reñi­das con la imaginación y la poesía, se ofrecen no pocos ejem­plos de personas de mérito tan sobresaliente en la gaya ciencia como en los cálculos y combinaciones de JSTewton y Laplace: testigos de ello D. Alberto Lista y el eminente dramaturgo de nuestros días, D. José Echegaray. Contri­buía también á los triunfos escolares del joven cadete, el ahinco y asiduidad con que devoraba las obras que forma­ban la librería de su competente Director, unido á él por los vínculos de la sangre y por los vínculos más poderosos todavía de un afecto casi paternal. Ya desde entonces pu­diera un ojo penetrante y escrutador haber descubierto en la fisonomía abierta pero melancólica de Batres, los signos de esa triste predestinación de |casi todos los hombres de talento superior. Ya desde entonces un observador atento y diligente pudo adivinar en la bóveda de su frente dilata­da la claridad de su inteligencia, en la mirada viva y pers­picaz de sus ojos ligeramente hundidos la agudeza de su concepción y la penetración profunda de su espíritu, y en la irónica sonrisa que se dibujaba en sus delgados labios la ha­bilidad para el manejo del ridículo. Ya desde entonces por los rasgos de su carácter, por sus aficiones, por la preocu­pación que parece que lo absorvía algunos instantes, por su cariño á la meditación y á la soledad, y por sus donosas ocurrencias, pudo presentirse que habría en él un matemá­tico distinguido, un poeta de primer orden, un militar pun­donoroso, un amigo lleno de abnegación y un perfecto caba-13164 BIOGRAFÍAllero; pero que habría también un profundo y descontenta­dizo analizador de la vida, un espíritu que no podría saciar­se con lo que ésta iba á ofrecerle; y que cuando el tiempo, los desengaños y las contrariedades vinieran á poner su parte, aquel carácter había de ser el martirio del hombre á. quien le había tocado en suerte.Terminados en la escuela los cursos emprendidos, y te­niéndose en cuenta sus aptitudes, su comportamiento siem­pre leal y caballeroso, el valor y serenidad de que daba no pocas muestras y su inclinación á la noble carrera de las armas, fné ascendido á Oficial de artillería. Batres lo esti­maba como un honor y lo aceptó, no para hacer vana osten­tación de su uniforme, sino para prestar sus servicios, para correr todos los peligros, para exponer su vida y derramar su sangre, para cumplir incondicionalmente con su deber, siempre que lo exigiera el de su fidelidad de honrado y pun­donoroso militar.JE! apuesto doncel de diez y ocho años es ya el valiente artillero que con arrojo y bizarría pelea en 1827 en unión de los bravos que se precipitaron temerariamente, según la apreciación de nuestro historiador Marure, sobre las fortificaciones de Milingo, en una de tantas luchas fra­tricidas en que desgraciadamente se han empeñado los pue­blos de la América Central, (b) El fué uno de los invasores á quienes no arredró la vigorosa resistencia que encontra­ron; uno de los que repelidos muchas veces, volvían con más denuedo al ataque: de los que bajo un fuego incesante y mortífero de fusilería y artillería, marchando sobre cadá­veres y moribundos, llegaron en distintas ocasiones, á po­nerse á tiro de pistola del enemigo. El fué uno de los gue­rreros intrépidos que con esfuerzo digno de los combatien­tes de Homero en*la Ilíada, y de los cruzados del poeta de Sorrento en la Jerusalén libertada, se proponían terraple­nar con hombres'y caballos el ancho loso que circunvalaba[b] Marure, Revoluciones de Centro-Amériea. Libro 3. ° , capítulo 9.®D1TL POETA IX JOSÉ BATEES. 165el cantón; de los que en ese aciago día vieron á la suerte veleidosa arrancar de sus frentes el laurel que la gloria les ceñía por sus esfuerzos, mayores y más dignos de él que los de una espléndida victoria; y él fue también uno de los que con varios jefes y oficiales hubieron de quedar prisio­neros en San Salvador hasta la conclusión de la guerra con­forme á las estipulaciones qiie entonces se ajustaron.i Ah! cuántas veces en esas horas terribles de desespera­ción y desencanto de la vida que como bandada de fatídi­cos cuervos rodearon después la existencia de José Batres, debió de lamentarse con lamento de infinito dolor, de no haber sucumbido con los bizarros soldados que cayeron en aquella heroica jornada!,Cuántas veces, en las noches de insomnio en que agitado y febricitante se revolvía en su lecho, repasando la historia de sus infortunios, hojeando una y otra vez el libro de sus ilusiones muertas, viendo levantarse los fantasmas de sus esperanzas de poeta desva­necidas, de sus amores olvidados y de sus sueños de oro trocados en espantosas pesadillas, llenos los labios de amar­gura y el corazón de desengaños, debió de envidiar la suer­te de los que peleando exhalaron el último suspiro en los campos gloriosos del combate! Qué de penas se hubiera ahorrado! Cuántos sinsabores hubiera dejado de gustar! Cuántas luchas, cuántas decepciones y cuántos sufrimien­tos menos! Cuando, sintiendo la aridez de sn corazón, le­vantaba en vano al cielo la mirada suplicante para que ca­yese sobre ella y la refrescara el rocío celestial de la espe­ranzâ cuando el destino le contestaba con sangrientas bur­las cada vez que le pedia una sonrisa, y cuando oía en su alma rugir las tempestades y desencadenarse los vientos de la aflicción; cuando miraba cruzar por su inteligencia como otros tantos rayos de una tormenta, ideas aterradoras y vestirse su corazón de presentimientos lúgubres y sombríos, y cuando sentía en fin que vacilaba próxima á naufragar la serenidad de su razón, debió de exclamar como Eneas cami­nando en pos del ideal de sus destinos al comtemplar las olas prontas á devorar sus naves, las nubes tempestuosas166 BIOGRAFÍAoscureciendo completamente el sol, los huracanes levantan­do como montañas las aguas de los mares, mientras trona­ban los polos y surcaban la atmósfera por todas partes re­lámpagos incesantes:O terque quaterque beatiQuis aute ora patrum Trojoe sub moenibus altisContigit oppetere!¡Oh! una y mil veces afortunados aquellos de mis com­pañeros á quienes cupo morir gloriosamente en los campos de Milingo! Y así lo repetía sin duda, cuando uno de sus más íntimos y constantes amigos y admiradores, y como él insigne escritor, en la poesía que después de su. muerte consagró á su memoria, exclama:Porqué entonces también tú no caíste Entre tantos valientes que murieron?¿Porqué á la negra tumba no seguiste A los que más que tú felices fueron?Al menos allí hubieras perecido Con gloria, como noble y esforzado,Puesta la frente en tu cañón querido,Cubierto con tu capa de soldado.Mas no, que su misión cumplir debía,Y después de una vida amarga, inquieta, Descender á una tumba oscura y fría az y en calma,que ha sido traducida al inglés por Doña Emilia de Serra­no y que merece tantos aplausos como las más sentidas de Zorrilla, de Espronceda y de García Gutiérrez. Y si oyén-190 BIOGRAFÍAdolas cantar al poeta soldado que como el pastor de G-arci- laso podía decir:No soy pues, bien mirado,Tan disforme ni feo:Que aun ahora me veoEn esta agua que corre clara y pura.Y cierto no trocara mi figura Con ese que de mí se está riendo,Trocara mi ventura,no se conmovían las fibras del corazón de su amada; si no se ablandaba su rigor al escuchar su acento acompañado de dulcísima guitarra, á guisa de los antiguos trovadores; si el a mor no ceñía su frente de rosas y no la iluminaba con el resplandor de la anhelada victoria, era que la suerte quería hacerle apurar sus más terribles amarguras. Era que no podía satisfacer el que no gustaba de nimiedades y de ba­gatelas ni de repetir esas frases insulsas y vacías que hanrecibido el nombre de flores; y era que el encogimiento y la cortedad de genio que tenía en toda sociedad que no le era íntima y familiar, y la desairada situación en que colocan al hombre de mayor talento, y las prevenciones que en­gendran en la mujer, que siempre gusta más del desenfado y del atrevimiento aunque haga contra ellos tan enérgicas protestas, tenían que influir fatalmente en su destino. No se trataba, no, de esos amores fugaces y caprichosos que ape­nas merecen el nombre de amor: estaban en juego pasiones intensas, ardientes y violentas. El poeta que no se había resignado á abandonar la esperanza por completo, y que como todos los infelices, tenía instantes en que la exagera­ba inconsideradamente confiando demasiado en ella, alza­ba el quimérico edificio de sus ilusiones sobre una sonrisa, sobre la dádiva sencilla de una flor, sobre una mirada no intencional; y al tocar el desengaño no conocía ya limite» su desesperación, como náufrago perdido en la inmensidadDEL POETA D. JOSE BATEES. 191de los mares que divisa á lo lejos las blancas velas de la embarcación que podrá salvarle; pero la embarcación ¡ay! sigue su rumbo sin que se le hayan visto y sin que se ha­yan escuchado los gritos de su desesperación. ¿Cuándo vol­verá á pasar otra? Y cuando pase ¿qué habrá sido ya del naufrago? De la superficie del mar habrá desaparecido has­ta la leve arruga producida por su cuerpo al sumergirse en sus profundidades!Y todo esto reunido á las estrecheces de la familia, á la frialdad de una sociedad en que no encontraba toda la sim­patía que necesitaba; sus dudas, sus desengaños y sus te­mores engendraron en él un concepto tan profundo de su infortunio, se lo ofrecieron todo tan lúgubre y aterrador, se le presentó el panorama de su existencia tan recargado de obscuridad' que perdió la fe en el porvenir y clamó con Espronceda:Palpé la realidad y odié la vida: Sólo en lá paz de los sepulcros creo!El hombre tan tierno y melancólico, de carácter abierto y generoso, de Indole tan franca y liberal, tan desprendido, tan bondadoso y tan caritativo, el caballero delicado hasta la exageración en sus ideas de honor, aquel hijo amoroso y apasionado hermano, que sabía sacrificarse por un amigo y defenderle con vehemencia, se presentaba entonces con un exterior frío y reservado, y su encogimiento y sequedad natural le enajenaban el afecto de los que juzgaban sólo por la apariencia á quien debía tratarse en la intimidad y á quien era imposible dejar de querer cuando así se trata­ba. Tiene razón el insigne poeta Rafael Pombo al asegurar que es raro el poeta y el artista en general completamente equilibrado como hombre. Shakespeare, Longellow, Goethe, Rossini y pocos más, son milagros excepcionales. Por lo co­mún, el poeta fisiológicamente considerado es una araña que se hila los sesos y el corazón, la vida espiritual y la nerviosa192 BIOGRAFÍApara deleite ajeno y para tortura y bancarrota propia. Ba- tres sufría por más que tratara de disimular sus sufrimien­tos. De allí ese acíbar, la expresión á veces agria, la indife­rencia ó desprecio por la humanidad, de la que llegó á for­marse tan triste idea y á la que hubo de mirar con profunda desconfianza. De ahí esos raptos extraños que se advertíanen el, asi en las tertulias numerosas como en las de confianza,/esas salidas de tono en que traía una ocurrencia aislada de la conversación general, ese decaimiento rápido que suce­día en él á un entusiasmo violento, esa desconfianza hasta para desplegar su propio estilo que sólo chispeaba entre personas que supiera que le querían y habían de animar­le; la constante mezcla de risa aparente y de dolor verda­dero de quien sabe llorar y no reír, y ese conjunto de do­lores y de burlas de quien padece y sólo para ocultar su padecimiento acude al chiste como áuna careta de carnaval bajola que se escondieran las lágrimas de algún infortu­nado. No todos pueden juzgarle, porque quien no ha sufri­do, nada sabe, dijo un profeta, y el poeta florentino repi­tiendo el pensamiento ha dicho también, bellamente tradu­cido en un verso de Olegario Andrade;Quien sabe de dolor; todo lo sabe!El talento y la sensibilidad tienen el privilegio, triste pri­vilegio, de concentrar el sentimiento del dolor, como esos lentes que reúnen en un punto todos los rayos del sol. Mientras el ser es más perfecto, cantaba el Dante, mejor siente la belleza y el bien, pero más profundamente tam­bién siente la pena y el dolor. En vano trata Batres de es­conder el estado de su espíritu. Bajo las flores se descubre la sima del abismo, y para él también parece haber escrito Espronceda aqnellos versos desgarradores:Mi propia pena con mi,risa insulto Y me complazco en arrancar del pecho Mi propio corazón pedazos hecho!DEL POETA D. JOSÉ BATRES. 198Aquélla chispa y gracejo incomparables, aquel donaire y aquellas sales regadas tan oportunamente y tan sin pro­pósito aparente, aquella risa que nunca se convierte en car­cajada, no alcanzan á ocultar la verdad que hay en el fon­do. A veces el poeta quiere engañarse á sí mismo, arrojar de sí el peso de su desgracia, y cree aturdirse con pasar de un ásunto á otro muy diverso, como enfermo que cambia de posición para aliviar su padecimiento. Pero él iba siem­pre consigo mismo: como al infeliz que pinta Horacio, la pena, como si fuera su sombra, le seguía sin descanso: esta­ba como la cierva de la. Eneida que descuidada en los mon­tes de Creta, fué herida por el pastor que le dejó clavada en el pecho la voladora flecha y que en vano recorre las mon­tañas y las selvas para encontrar alivio: la flecha se lia en­terrado en su carne: hmret la te r i Ivetalis a ru nd o .Por eso, pasando sin advertirlo á temas serios y amargos, después de estar derramando ingeniosos chistes, dice algu­na vez:Cual nubecilla á discreción del viento O cual barca á merced de la laguna, Así vagando va mi pensamiento Sin que pueda fijarse en cosa alguna.Por eso dice en otra parte:íAmada Emilia, Dios te tenga en gloria! Descansa tú en la fría sepultura,Mientras yo por sustraerme á mi tormento Vuelvo á seguir el hilo de mi cuento.Después de hacer gala de lo que parece el buen humor más franco y más jovial, pregunta:194 BIOGRAFÍA¿Qué es el amor? Es un sublime arcano Símbolo del misterio de la vida.¿Qué es el amor? Es nn capricho vano, Un simple antojo, una ilusión fingida. ¿Qué es el amor? Es un delirio insano Que roe una existencia maldecida.En medio de la narración más animada, alegre y bulli­ciosa, deja caer como lágrimas de fuego los apostrofes que dirige á 3a Patria. A veces pinta la situación de su espíritu diciendo:Y o quisiera saber en qué consisteQue en el curso de un día está mi mente Unas veces alegre y otras triste^Como mujer fantástica y demente Que de luto y de púrpura se viste, Mudando de color continuamente.No llego á conocer mi fantasíaY las ajenas... .menos que la mía.Después de decir:Que el sueño si no cura al desgraciado Alivíale á lo menos de su pena,A lo menos da tregua á su cuidado,añade:Duerme el cautivo atado á su cadena,Duerme junto á sus armas el soldado,Duerme el piloto al pié del gobernalle Y duermen los serenos en la calle.Y p o r ú l t i m o , c o n i n d e c ib l e i r o n ía p r o r r u m p e e n e s to s T e r s o s :DEL POETA IX JOSÉ BATEES. 195Pero yo la disculpo ¿qué podía En aquel caso hacer la desgraciada? Adormecer á Don Cornelio urgíaY calmar su cabeza acalorada;Item, el avariento le ofrecíaEn desquite la suma mencionada Que con tanto calor negó primero;Y ¿qué razón más fu e rte que el dinero?Doscientos pesos y un reloj de oro En pago de una leve complacencia Es una tentación que sin desdoro Da en tierra con cualquiera resistencia. ¿Qué importa de un amante el triste lloro Cuando media la p ro p ia conveniencia? Lectoras que á la dama osáis culpar,Os quisiera poner en su lugar!Después de innumerables vicisitudes á que estuvo sujeto el proyecto.de comunicación de los dos mares por medio de la apertura del canal de Nicaragua: después de haber fra­casado la idea de que los estudios y reconocimientos pre­vios se hiciesen por empresas extranjeras que tomaran á su cargo el trabajo de apertura en caso de que resultase prac­ticable, el Gobierno de Centro-América, apreciando debi­damente la inmensa utilidad que una obra de esa magnitud reportaría á nuestros pueblos, y en general á todos los pue­blos de la tierra, decidió que por cuenta de la República se pusiera mano en la empresa . del canal, que hoy por fin parece próxima á realizarse. En esa decisión influyó, según4escribe el reputado historiador y estadista D. AlejandroMarure en su memoria histórica del canal de Nicaragua,el éxito desgraciado de los proyectos que antes se alimen­tó196 BIOGRAFÍAtaron para que se realizase sin erogaciones y sacrificios pe­cuniarios de Centro-América; y sobre todo, la lectura de una memoria qne acerca de tan interesante asunto escribió en los Estados Unidos de América en 1836 la magistral y erudita pluma del Sr. D. Juan José de Aycinena, y que fué especialmente remitida al Gfeneral Morazán, Presidente de la República en esa época. Como consecnencia de tal resolución, se dispuso en 1837 que se practicara un recono­cimiento, y con tan importante encargo pasó á Nicaragua Mr. Juan Baily, ingeniero inglés que á su competencia profesional reunía muellísimo interés por la empresa, inte­rés que conservó á pesar de haberse postergado sin razón la propuesta que hizo al presentarse como contratista en 1826. Se buscó un auxiliar inteligente que compartiera con él los estudios, tareas y fatigas de la obra, y ese auxiliar fué José Batres (c) que ya por entonces estaba recibido de ingeniero y cuyos conocimientos en los ramos de su carre­ra, le señalaban como el más á propósito para corresponder á tan honrosa designación.Partió, en efecto en 1836, acompañado de su hermano Juan, mucho menor que él y que manifestó extraordinario empeño en no dejarle que fuera solo. Comenzó á trabajar con ahinco y ardor en una obra que consideraba de tanta significación para su patria, creciéndose ante las dificulta­des y obstáculos y desafiando con serena intrepidez todas las penalidades á que lo sujetaban lo insalubre y ardoroso del clima, la soledad del desierto y la falta casi absoluta de toda comodidad, de todo recurso y hasta de toda comuni­cación. Para un espíritu tan activo y necesitado de algo que lo dominara y absorviera, aquel duro y fatigoso traba­jo pudo servir para disipar las obscuras sombras de la me­lancolía, para dar otros rumbos á su calenturienta imagi-(c) M arure , M em oria h is tó rica sobre e l canal de N icaragua. G uatem ala 1845.DEL POETA D. JOSÉ B ATRES. 197nación, para neutralizar el desabrimiento y el hastió, y para reconciliarlo por medio délos saludables efectos de la dis­tracción en el trabajo, con el amor de la existencia y hacer­lo así mas tolerante con los vicios y defectos de la huma­nidad. Llenábase de indecible satisfacción al reflexionar - que estaba prestando á Guatemala un servicio de verdade­ra importancia, y la influencia de esa idea y la realización de ella.habrían conseguido acaso divertir sus tristes pen­samientos á horizontes menos cargados de nubes de tem­pestad y teñidos con los rayos de luz déla ilusión y la es­peranza. Pero ¡ay! le estaba reservado un terrible golpe cuya impresión había de serle fatal y que llevaría á su col­mo la idea arraigada en su espíritu de que era un ser á quien acosaba implacable la desgracia, y que sus males no tenían remedio ni reparación. Juan, su hermano querido que apenas contaba veintiún años, que había hecho el via­je únicamente para servirle de compañero, el amigo de su corazón á quien él quería con la ternura y el amor de un padre, el constante socio de-sus travesuras, de sus juegos y de sus estudios, el confidente íntimo de todos los misterios y dolores de su corazón, el que partió siempre con él to­dos los pesares y también las fugaces alegrías que como instantáneos relámpagos habían brillado alguna vez en el sombrío cielo de su vida; envenenado por los miasmas mor­tíferos que exhalaban las selvas inhabitadas que tuvieron que explorar, y encendida su sangre por los rayos incle­mentes de un sol abrasador, cayó herido de mortal y agu­dísima dolencia. Torturada el alma por terrible pena, y sintiendo él también abrasado su organismo por la fiebre que casi al mismo tiempo le había acometido, se mantuvo José catorce días á la cabecera del pobre lecho de su her­mano, asistiéndole y cuidándole con la solicitud y el amor de una madre apasionada, en medio del desamparo
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